«Voy a hacer todo lo posible para vivir el mayor tiempo»

Sylvie Ménard, la oncóloga pro eutanasia a quien el cáncer le dio una lección de vida

Luego de atender a personas siguiendo los preceptos que defienden la muerte asistida, la oncóloga parisina radicada en Italia tuvo que tratar otra enfermedad: la suya. Sylvie Ménard, era la aventajada alumna del profesor Umberto Veronesi, conocido defensor de la eutanasia en Italia. Al igual que su maestro, adhirió en favor del «derecho a morir» y del testamento biológico. Hoy, bordeando los 70 años, y con más de cuarenta y cinco dedicados al Departamento de Oncología Experimental del Instituto de Tumores de Milán, esta oncóloga explica humilde que «lo incurable no es la enfermedad, sino la vida».

(Portaluz/InfoCatólica) Por muchos años dijo haber estado convencida de que el ser humano «debía decidir su suerte. Pero, cuando me puse enferma, cambié radicalmente de postura». Padecía de la misma enfermedad que estudiaba en otros pacientes todos los días en su despacho, hasta que se derrumbó cuando se lo comunicaron. «Había muerto la mujer que era hasta entonces». El examen mostraba un tumor incurable en la médula, mieloma múltiple. «Me miré en el espejo de casa: pensé que era imposible».

Escribió su propio libro testimonial «Se puede curar» y hoy trabajando como miembro de una comisión de médicos enfermos promovida por el Ministerio de Sanidad italiano para «humanizar la medicina», aborda esta problemática en una entrevista para la revista Huellas de Italia. Afirma que «después del aterrador diagnóstico», la muerte dejó de ser para ella algo que se hablara «de la cama del paciente hacia afuera».

«Me di cuenta que cuando uno enferma, la muerte de los demás deja de ser algo virtual. Se convierte en algo que acompaña la vida día a día; uno la siente cercana. Y cuanto más cercana la percibe, más se dice: «Voy a hacer todo lo posible para vivir el mayor tiempo». No obstante, antes decía con facilidad: «Encarnizamiento terapéutico, o estas medicinas de las que nada se sabe… por Dios, yo no quiero eso». En cambio, hoy cualquier cosa me importa si implica una nueva posibilidad de vida. Aunque también digo: «No quiero tener dolor». Tengo derecho a aliviarlo».

La eutanasia no se puede concebir como un «deber»

Ménard no va con medias tintas y añade que el «derecho a no sufrir» propuesto por quienes apoyan la eutanasia no es una justificación válida, pues, «en lugar de inducir al paciente a que pida la eutanasia porque sufre, lo mejor sería conseguir que no sufriera. Además, en los últimos años la terapia del dolor ha progresado considerablemente.

Por lo general -continúa- se dice sí a la eutanasia porque no se quiere acabar en una cama siendo completamente dependiente de los demás para todas las funciones fisiológicas: comida, aseo, etcétera. La vida se considera digna mientras uno es autosuficiente. Cuando uno ya no lo es, se revindica la «dignidad de la muerte», lo cual es terrible. Sería como decir que «todos los que no son autosuficientes y están inmovilizados en una cama, muchos de ellos sufriendo, tienen una vida indigna». Y entonces les facilitamos la muerte para devolverles su dignidad. Además de ser algo terrible, esto conlleva un riesgo: que semejante derecho se convierta en un deber».

Se deja ver el oscuro trasfondo de una enfermedad

La experta que lo ha vivido en carne propia fundamenta estos dichos recordando las decenas de casos que ha atendido y reflexiona sobre el debate originado por la muerte de Eluana Englaro, la joven italiana que permaneció por diecisiete años en estado vegetativo y cuyo padre apoyó que la desconectaran en febrero de 2009. «Esto va mucho más allá de lo que se considera humanitario, de eso que se llama «libertad para hacer lo que uno quiera». Yo no soy libre de coger un martillo y darte con él en la cabeza, luego no es cierto que seamos libres para hacer lo que queramos.

Otro gran problema es que muchas veces el paciente, precisamente porque siente que es un peso y le duele mucho, se deprime. La depresión es algo que, en mayor o menor medida, todos los enfermos experimentan, antes o después. Darles una hoja mediante la cual autorizan al médico a que les quite de en medio, es como dar un empujón al primero que te encuentras asomado a un puente, en lugar de agarrarle para que no se precipite».

«El deseo de morir es contrario a la naturaleza humana»

Desde esta lógica, la enfermedad no se puede separar de la humanidad del paciente, de las esperanzas que posee, dice. Ménard cree que no se puede curar el dolor prescindiendo de ese anhelo de vida que todo hombre lleva consigo desde que nace. «El deseo de morir es contrario a la naturaleza humana. El instinto de conservación y de supervivencia es siempre más fuerte, el deseo de vivir prevalece. El derecho a morir no tiene sentido para el hombre. Ningún tipo de depresión o sentimiento de inutilidad o sufrimiento, es motivo suficiente para pedir la muerte; se trata de situaciones que son potencialmente reversibles. Lo incurable no es la enfermedad, sino la vida. De esta vida nadie sale vivo.

Algunos dicen que, si sólo nos quedara un mes de vida, no tendría sentido vivir ni siquiera ese mes; pero si no merece la pena por un mes, tampoco lo merecería por dos. Si seguimos por ahí acabaríamos matando a todos los niños: total, van a acabar muriéndose, son incurables, ninguno de ellos va a superar los dos siglos. Pero si me quedan tres días, ¿por qué no voy a vivirlos? Tres días valen lo mismo que tres mil veces tres días. Si tengo una familia y percibo su afecto a mi alrededor, ¿por qué voy a perder estos tres días? Incluso si uno no está en plenitud de facultades y no puede levantarse porque está tendido en una cama, pero sigue contando con el afecto de sus familiares, en mi opinión, incluso en esas condiciones, merece la pena vivir».

Las discusiones que se ha tenido sobre el tema tienen siglos y quienes han intervenido, denuncia, lamentablemente levantan «mitos». La idea de optar por la eutanasia se explica «con un tipo de exorcismo inconsciente, un deseo de alejar de sí la posibilidad de la enfermedad y del dolor; pero cuando te encuentras ahí, cambias de idea». Por eso, la opinión que de verdad interesa, es la de los especialistas «de cuidados paliativos y la de los que asisten a pacientes en fase terminal. De estos médicos, al menos los que yo he conocido, ni tan siquiera uno está a favor de la eutanasia».

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4 comentarios

Jose2
Que se haya de ver en esta situación para darse cuenta de lo evidente...
25/01/14 6:51 PM
rastri
Una cosa es la eutanasia que como cobarde circunstancia ante el "indigno dolor" propio o heredado de esta vida tanto discutimos.

-Otra cosa es la ceguera de quien menospreciando el qué ser y existir de la otra vida, se aferra a ésta mísera existencia en causa suprema y legítima defensa de interés, mundano único y sin igual. Caso aquí de esta oncóloga, me da a la impresión.

-Y otra cosa es la ignorancia que del dicho hombre de fe no se resigna a entender que tanto y cuanto más pretenda prolongar esta su triste vida; más desprecia la promesa del vivir y gozar de la otra.
25/01/14 7:25 PM
Damiana chavez
Asi como la vida empieza desde el momento de la concepcion,asi tambien,la vida termina cuando Dios lo quiere,somos suyos y solo El tiene nuestra vida en sus Manos,ya sea por accidente o cuando los años ya no nos permitan movernos,solo El tiene el ultimo latido de nuestro corazon.
26/01/14 4:20 PM
Luio
De acuerdo con Damiana. Esa fue la respuesta que escuché hace ya muchos años cuando escuché argumentos contra la eutanasia. Solo Dios debe tener la última palabra respecto de la vida de cualquiera de sus creaturas. Sobretodo cuando a cada rato nos demuestra que por Su Voluntad, personas ya desahuciadas se han recuperado completamente. Lo mismo vale para esos notorios casos de abortos impedidos por madres heróicas que luego ven su fe premiada con bebés supervivientes sanos.

Para los que creemos en milagros, la eutanasia no va. Bendiciones.
27/01/14 6:47 AM

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