(Ecclesia/InfoCatólica) La Alcaldesa de Madrid, Dña. Ana Botella, el Presidente de la Comunidad Autónoma de Madrid, D. Ignacio González y un gran número de autoridades civiles y militares, acompañaron al numerosísimo público de fieles madrileños que se acercaron a la Plaza Mayor para rendir homenaje a Nuestra Señora de la Almudena.
El Cardenal Arzobispo comenzó recordando que: « Hoy somos muchos habitantes de este entrañable y viejo Madrid los que la queremos y veneramos como Madre: ¡Madre única por ser Madre de Dios y Madre de los hombres! Recordar sus favores, a la vez divinos y humanos, acogerlos y compartirlos en el presente e implorárselos para la configuración cristiana de nuestro futuro y el de nuestros hijos es lo que caracteriza nuestra gozosa y piadosa celebración del Sacramento de la Acción de Gracias a Dios por excelencia, la Eucaristía, en esta mañana del día de su Fiesta del nueve de noviembre del año 2013″.
D. Antonio María Rouco Varela subrayó que: «Ella, la Virgen de La Almudena, nos ha recordado a los madrileños desde tiempo inmemorial con una invisible aunque inmensa y conmovedora ternura que si Dios no habita en nosotros −en nuestro interior y en medio de nuestras familias, de nuestras casas y de nuestras calles, en los lugares del trabajo y del tiempo libre− los fracasos y las frustraciones personales y sociales estarán servidas. Ella, siempre atenta y cercana a todas nuestras necesidades, ha mantenido viva la llamada a la conversión, insistiendo en que hagamos sitio en el corazón al Amor redentor de Jesucristo su Hijo: ¡el único y verdadero Salvador del hombre!».
Recordando lo que el Papa Francisco enseñó en su primera Encíclica, el Cardenal Arzobispo de Madrid señaló que: «La ciudad del hombre, cuanto más esté dispuesta a dejarse iluminar y transformar por la Ciudad de Dios, mayores y más preciosos serán los bienes que cosecharán cada persona, cada familia, el conjunto de la sociedad, la comunidad política y sus instituciones privadas y públicas».
Ante las circunstancias de los días que estamos viviendo, el Cardenal Presidente de la Conferencia Episcopal Española enseñó luego que: «Un propósito de vida y compromiso cristiano se nos impone en nuestra celebración de «La Almudena del 2013» con acento nuevo en este año tan lleno de incertidumbres individuales y colectivas, aunque también de positivos presagios para el inmediato futuro de la Iglesia y de la sociedad: ¡purifiquemos y renovemos en toda su hondura sobrenatural y en todos sus contenidos evangélicos la devoción a la Madre del Señor y Madre nuestra! ¿Cómo?: con la sinceridad del corazón arrepentido y la confesión de nuestros pecados en el Sacramento de la Penitencia. Las preocupaciones y problemas de todo tipo, tan agobiantes para tantos ciudadanos y tantas familias madrileñas, encontrarán de este modo la respuesta y la solución del amor fraterno: el único capaz de trocar las lágrimas, el dolor y el llanto en aliento, consuelo y en la cierta esperanza de que el Señor Resucitado ¡Jesucristo!, que conduce la historia, nos despejará el camino de la conversión moral y espiritual que necesitan las personas y la sociedad para salir verdadera y eficazmente de la crisis. Cuanto más vaya introduciéndose la gracia de Dios −¡«la Ciudad de Dios»!− en las conciencias de los madrileños, más se irán transformando sus comportamientos y conductas personales y, consecuentemente, en su raíz moral, las estructuras económicas, sociales y políticas imperantes. Volverá a ser realidad eficaz el compromiso público de los cristianos y de todos los hombres de buena voluntad con la justicia y la solidaridad».
El Cardenal Rouco Varela pasó revista a los problemas y crisis que afectan a los madrileños y con certero análisis expresó que era necesario mirar a la Virgen con una actitud orante. «Pidámosle -señaló D. Antonio María- perdón y conversión para nosotros mismos, en primer lugar, y, luego, para todos los que privada y públicamente pecan contra la justicia y la caridad. Y, en esa búsqueda de su amor de Madre misericordiosa, incluyamos el ruego de que nos conforte y anime en tantas penalidades y disgustos como nos afligen en esta hora crucial de nuestra historia: a nosotros, a nuestras familias, a Madrid y a España. Nos duele que sean tantas las personas, incluso tantos los jóvenes que todavía no encuentran trabajo. Nos preocupa y duele que se pueda dañar la unión fraterna y multisecular entre todos los españoles. Nos causan profundo dolor las rupturas de los matrimonios y de las familias y sus consecuencias tan dramáticas para los niños deseados y no deseados y para los ancianos. Unos y otros, «los descartados» de la sociedad actual, según el Papa Francisco. Nos duelen las víctimas del terrorismo. Nos apena la soledad de tantos enfermos. Pero también nos causa profunda alegría el amor siempre fiel, delicado, paciente y finamente afirmado y practicado por tantos matrimonios y familias de todas las edades, generoso y fecundo, dando la vida a nuevos hijos. Nos alegra mucho que sean tantos los jóvenes dispuestos a abrazar la vocación al sacerdocio y a la vida consagrada y tantos los seglares empeñados en el valiente propósito de evangelizar las realidades y estructuras temporales».
El Arzobispo de Madrid terminó su homilía con una bonita oración dirigida a la Virgen de la Almudena: «¡Reina y Madre de Misericordia, Vida, Dulzura y Esperanza nuestra! te prometemos recibirte en nuestra casa, como lo hizo el apóstol Juan. Enseñaremos a nuestros hijos a rezarte diariamente. Te abriremos de par en par la puerta de nuestras familias y de nuestros corazones, orando juntos y recuperando el rezo diario del Santo Rosario. ¡Consérvanos en el amor cristianamente compartido y vivido en el seno de nuestras familias!».
Terminada la Eucaristía la imagen de la Virgen fue llevada en procesión hasta la Catedral Metropolitana de Madrid, acompañada por muchos fieles, representaciones de las Casas regionales de Madrid, Ordenes Militares, asociaciones y movimientos de apostolado seglar, en medio de un clima de fervor y entusiasmo.