Mensaje final de la 106ª Asamblea Plenaria de la CECh

Mensaje Conclusivo de la 106ª Asamblea Plenaria de la CECh

1. Reunidos en la 106ª Asamblea Plenaria, los Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile hemos expresado, a través de un mensaje, nuestra plena comunión y afecto al papa Francisco. Le hemos agradecido por la claridad de su enseñanza y por la elocuencia de sus gestos paternales. Su ejemplo en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro, nos anima en la misión que Jesucristo nos confía. Hemos reflexionado sobre cómo podemos ayudar con pasos significativos para que la Iglesia sea instrumento efectivo del amor misericordioso de Dios dirigido a todos, especialmente a quienes sufren el dolor y el abandono, a quienes son marginados por una sociedad consumista, a quienes se han alejado de la Iglesia con o sin culpa propia.

2. En este espíritu y en la conciencia de que queremos ser una Iglesia que escucha, anuncia y sirve, preparamos la Misión Territorial del año 2014 y estamos elaborando las próximas Orientaciones Pastorales que inspirarán los planes pastorales de nuestras diócesis. Con el mismo espíritu varios obispos asumen nuevas responsabilidades y tareas en las diversas instancias de servicio de la Conferencia Episcopal.

3. De frente a las elecciones presidenciales, parlamentarias y de los consejeros regionales, queremos expresar que, aunque según la ley el voto no es obligatorio, es un deber moral ejercer este derecho. Ante la solemnidad cívica del día de las elecciones, hacemos un llamado a los católicos y a todas las personas de buena voluntad a cumplir con su deber de votar y realizar un esfuerzo de discernimiento, en vista del bien común.

4. Proponemos al creyente católico tres instancias relevantes a considerar en su discernimiento ético, al momento de elegir a sus representantes.

A. La primera es la valoración y la defensa incondicional de la vida, desde su concepción hasta su fin natural.

Atentar contra la vida en gestación o en su fase terminal, así como el atropello contra los derechos humanos, jamás podrá tener como efecto un beneficio.

Por eso, atendiendo a la realidad trascendente de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, queremos reiterar nuestro «sí» a la vida. El cristiano atentaría contra la esencia de su vocación si permite la eliminación de seres humanos a quienes está llamado a amar y servir como prójimo.

B. Una segunda instancia de discernimiento es la protección de la familia, comunidad de vida y amor, fundada en el matrimonio entre un varón y una mujer. Para los creyentes hay en la naturaleza humana un designio de Dios que no puede eludirse.

Con respeto a quienes piensan distinto, es un hecho que la transmisión de la vida y la constitución de la familia pasan necesariamente por la complementariedad originaria de un varón y una mujer. La familia es la célula básica de la sociedad donde se aprende a amar y a ser amado, a dialogar entre las generaciones, a creer en Dios y confiar en los demás. Esto no es impedimento para que asumamos como Iglesia muchas realidades familiares que están lejos de este ideal, sufren por ello, y que también necesitan ser iluminadas y, sobre todo, acompañadas en la caridad y en la verdad.

C. Una tercera instancia para nuestro discernimiento es que la paz social es obra de la justicia. La sociedad sigue herida por vergonzosas brechas que excluyen a miles de compatriotas de las condiciones necesarias para su desarrollo integral. Y es una realidad que no solo afecta a los sectores más pobres y vulnerables, sino también a la clase media. Nos referimos, entre otras realidades, a la posibilidad de acceder a una vivienda digna; a un sistema de salud pública eficiente y de trato humano; a la situación de profesionales y técnicos que no logran un empleo digno después de años de sacrificios como estudiantes; a la situación de los jubilados y adultos mayores. En otros escenarios del diario acontecer, constatamos con preocupación la violencia del narcotráfico y la trata de personas; también hemos señalado la necesidad de abordar la situación de los pueblos originarios y la falta de políticas sociales para acoger a los inmigrantes de pueblos hermanos. Creemos que se debe promover el acceso y la calidad de la educación, respetando la libertad de enseñanza, así como la tarea y decisión prioritaria de los padres, que pueden y deben colaborar a la educación de sus hijos, también en lo económico y, a la vez, favorecer la igualdad de oportunidades para no perpetuar la desigualdad y generar un clima de perturbación social. Reiteramos la necesidad de abordar en sus causas profundas la gran deuda social del país, como lo ha planteado nuestra Carta Pastoral «Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile».

5. Creemos que la tarea que han de cumplir los políticos es imprescindible e ineludible, y es un modo de servicio al prójimo. A los políticos cristianos, los instamos a mantenerse fieles a su vocación de servir al bien común, a la luz del Evangelio y de la doctrina social de la Iglesia. Por otra parte, la responsabilidad de cada ciudadano exige votar con plena libertad y con una conciencia rectamente formada, donde la dignidad y los derechos esenciales de la persona constituyan un valor irrenunciable de nuestra propia identidad nacional. Hay que pensar qué es lo mejor para el bien común, «de manera de elegir a aquéllos que impulsen valores que deben tener plena vigencia en nuestra convivencia, en nuestra cultura y en nuestra legislación» (Comité Permanente CECh, 2009).

6. Las elecciones se realizarán días después del inicio del tradicional Mes de María, cuyo lema es: «Acordándose de su misericordia». Encomendamos a la Virgen María, Madre de nuestra patria el proceso eleccionario. En estos tiempos de camino hacia un desarrollo marcado por el economicismo y los derechos individuales necesitamos la fraternidad, la unidad y el diálogo constructivo que nacen de la misericordia del Señor. Al término del Año de la Fe, acudamos a la Virgen María, Reina y Madre de misericordia, pidiendo este regalo para nuestra patria.

 

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