(Aleteia/InfoCatólica) El arzobispo de San Salvador, monseñor José Luis Escobar Alas, señaló que era «un momento más que histórico, sublime, de bendición», y dijo que era una especie de milagro, por todo lo que implicó su fabricación y traslado desde Japón, donde fue construido. «Yo pensaba, al develar la imagen, cómo nuestro salvador en su bondad, con los brazos abiertos invitando a la paz, ha querido estar ubicado en la fachada de catedral, para invitarnos a trabajar por la unidad y reconciliación».
Según el arzobispo, don Camilo Bonilla, arquitecto, escultor y artista siempre tuvo el deseo de hace la donación de la imagen de tal manea que el Divino Salvador se encuentre con el pueblo, con las manos abiertas y su mirada bondadosa, llena de cariño. «La imagen se trabajó completamente en Japón y el mismo arquitecto se encargo del traslado por cuenta suya», señaló monseñor Escobar Alas.
«Cuando uno ve la imagen, la imagen lo mira a usted, hace contacto visual; y aunque se mueva a derecha o a izquierda el Señor sigue mirando, sin perder ese contacto. Así es cómo sucede en realidad: nuestro Señor nos ve, nos cuida, estamos bajo su mirada misericordiosa, llena de bondad. Esa mirada profunda y sus manos son, al mismo tiempo una invitación a vivir la paz, que es Él mismo. Aquí el desafío: un pueblo amado del Señor, pero que vive los azotes de la violencia; nos invita a un abrazo de hermanos».
Recorrer el camino de la fe
El escultor Santiago Bonilla concibió el proyecto hace más de 18 años, pero no fue fácil por ser monumental: «lo más difícil es la cara, se hizo tres veces, quería encontrar esta expresión; cuando las personas la ven quedan maravilladas».
El arzobispo de San Salvador compartió que la imagen del Divino Salvador posee «una mirada de profundidad: una cosa es que manifiesta su interior, pero en esta imagen, en su mirada presenta a un señor que ve por dentro, que penetra el corazón, que busca la trasformación, la conversión de vida». Además invitó a los fieles a mirar la imagen con un corazón abierto, puesto que «Cristo ha venido para quedarse con nosotros». Y enfatizó: «nunca escapamos de su mirada, amor y bendición».
Por su parte el Nuncio de Su Santidad en este país centroamericano, monseñor León Kalenga Badkibele, comentó que «la Iglesia, el pueblo y Dios, hacemos la experiencia», refiriéndose al ambiente de profunda fe que se ha vivido en estos días de fiesta para la provincia eclesiástica de San Salvador.
Recordó que este país es el único en el mundo que ostenta el nombre de Jesús, nuestro Señor y Salvador: «No hay en esta tierra otra nación con este nombre; que en sí mismo es un mensaje de paz, amor, reconciliación y fraternidad. Así, el pueblo y Dios celebran la paz y la amistad». Y se refirió al país como «pequeño en territorio, pero grande en la fe. Ese es el secreto de este pueblo».
A propósito del I centenario de la arquidiócesis de San Salvador, que se da en el marco del Año de la Fe, señaló que ésta es indispensable en el caminar de todos los días. Enfatizó que los discípulos de Jesús recorrieron este itinerario en compañía con el Maestro. Por eso instó a los fieles a andar en esa fe y a alimentarla, pero sobre todo, a compartirla: «la fe verdadera se nota en las obras; no podemos hablar de fe si hay discordia entre nosotros».