(Agencias/InfoCatólica) Francisco tenía previsto viajar en helicóptero desde Río de Janeiro a Aparecida, distantes 245 kilómetros, pero debido a la lluvia y la niebla reinantes lo hizo en un avión que aterrizó en el aeropuerto de San José de Campos, a unos 80 kilómetros, y desde allí se trasladó en helicóptero hasta el santuario mariano.
En el santuario más visitado de Brasil, con casi 12 millones de fieles que lo visitan cada año. Francisco fue acogido con cánticos, vivas, aplausos por los fieles, que desde la pasada noche desafían la lluvia y el frío para ver al Papa.
El Santo Padre no dudó en detener el papamóvil para estrechar las manos de los fieles y besar a los niños presentes.
Una vez en el templo, se dirigió a la «Capilla de los Doce Apóstoles», donde está expuesta la imagen de Nuestra Señora de Aparecida, ante la que se postró y oró durante unos minutos.
«En vuestras manos pongo mi vida», afirmó el Papa, emocionado, en la plegaria que dedicó a la Virgen, en la que también puso bajo su protección a los jóvenes.
«Madre, te pedimos permanecer aquí, siempre acogiendo a tus hijos peregrinos y estar siempre a nuestro lado, acompañar a la gran familia de tus devotos, sobre todo cuando la cruz más nos pesa», expresó.
«¡Cuánta fuerza, cuanta vida, cuanto dinamismo brotando, al servicio de la vida!», añadió.
Después ofició la Misa, la primera eucaristía pública desde su llegada a Río de Janeiro el pasado día 22.
En su homilía, el Santo Padre señaló tres puntos necesarios para la vida cristiana: «mantener la esperanza, dejarse sorprender por Dios y vivir con alegría».
Mantener la esperanza
El Papa ha selañado que «ante el desaliento que podría haber en la vida, en quien trabaja en la evangelización o en aquellos que se esfuerzan por vivir la fe como padres y madres de familia, quisiera decirles con fuerza: Tengan siempre en el corazón esta certeza: Dios camina a su lado, en ningún momento los abandona».
Francisco ha recordado que «El «dragón», el mal, existe en nuestra historia, pero no es el más fuerte. El más fuerte es Dios, y Dios es nuestra esperanza».
El Papa ha reconocido que hoy «nuestros jóvenes sienten la sugestión de tantos ídolos que se ponen en el lugar de Dios y parecen dar esperanza: el dinero, el éxito, el poder, el placer» y ha pedido que se les proponga «esos valores inmateriales que son el corazón espiritual de un pueblo, la memoria de un pueblo».
Dejarse sorprender por Dios.
El Papa ha aseurado que «quien es hombre, mujer de esperanza –la gran esperanza que nos da la fe– sabe que Dios actúa y nos sorprende también en medio de las dificultades».
«Dios guarda lo mejor para nosotros», ha añadido el Papa, «pero pide que nos dejemos sorprender por su amor, que acojamos sus sorpresas».
Vivir con alegría
«Queridos amigos», ha afirmado el Santo Padre, «si caminamos en la esperanza, dejándonos sorprender por el vino nuevo que nos ofrece Jesús, ya hay alegría en nuestro corazón y no podemos dejar de ser testigos de esta alegría. El cristiano es alegre, nunca triste. Dios nos acompaña».
El Papa ha recordado que «Jesús nos ha mostrado que el rostro de Dios es el de un Padre que nos ama. El pecado y la muerte han sido vencidos. El cristiano no puede ser pesimista. No tiene el aspecto de quien parece estar de luto perpetuo».
Francisco ha proclamado que «si estamos verdaderamente enamorados de Cristo y sentimos cuánto nos ama, nuestro corazón se «inflamará» de tanta alegría que contagiará a cuantos viven a nuestro alrededor».
Por último, dirigiéndose a la Madre de Dios, tras recordar sus palabras en las que pide hacer lo que su Hijo pida, el Vicario de Cristo le ha dicho: «Sí, Madre nuestra, nos comprometemos a hacer lo que Jesús nos diga. Y lo haremos con esperanza, confiados en las sorpresas de Dios y llenos de alegría. Que así sea».