(Efe) El plan inicial de seguridad durante la visita que el pontífice realizará a las ciudades brasileñas de Río de Janeiro y Aparecida entre el 22 y el 28 de julio preveía la movilización de 12.000 militares y policías, número ahora elevado a cerca de 14.000, entre los cuales 10.200 son miembros de las Fuerzas Armadas.
El enorme contingente obedece a que, además del Papa, será necesario garantizar la seguridad de los millones de fieles que participarán en las diferentes actividades de la Jornada Mundial de la Juventud, en su mayoría jóvenes procedentes de otras ciudades brasileñas y de países vecinos.
Algunas de dichas actividades serán multitudinarias, como la Misa campal que Francisco celebrará el 28 de julio en un enorme descampado en las afueras de la ciudad, la ceremonia de recepción del pontífice y el vía crucis por el turístico barrio de Copacabana, en el que el papa participará en un papamóvil abierto.
Las preocupaciones con la seguridad aumentaron tras las masivas protestas por mejores servicios públicos que millones de brasileños protagonizaron en centenas de ciudades en junio pasado, algunas de las cuales terminaron en conflictos entre policías y manifestantes.
Paes considera que el Papa no debería ser blanco de protestas por «no tener la culpa de los pecados de los gobiernos o de la sociedad brasileña». «Si alguien quiere reclamar puede hacerlo, pero no creo que el Papa sea el más adecuado para escucharlo», agregó.
Por ahora ha sido anunciada una manifestación para el 27 de julio en Copababana por la «Marcha de las Vagabundas», una organización de mujeres que, con protestas en que lucen trajes provocativos o sumarios, lucha contra la supuesta idea de que las propias mujeres son responsables por los abusos sexuales que sufren.
El comandante de la Primera División del Ejército y responsable por todo el plan de seguridad, general José Alberto da Costa Abreu, no descarta que sean convocadas manifestaciones por grupos que defienden temas considerados tabúes para la iglesia, como el aborto, el uso de preservativos y los casamientos de homosexuales.
Pese a los temores de las autoridades brasileñas, el Vaticano asegura no estar preocupado con posibles manifestaciones.
«El gobierno brasileño y el de Río de Janeiro dijeron que harán todo lo posible para garantizar que todo ocurra en un ambiente tranquilo y sin cualquier perturbación», aseguró el presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, el cardenal polaco Stanislaw Rilko, durante una visita la semana pasada al país.
El contingente para garantizar la seguridad durante la Jornada Mundial de la Juventud fue elevado no sólo por las manifestaciones sino también por la decisión de que sea el Ejército el responsable por cuidar del Campus Fidei, el descampado en la empobrecida región de Guaratiba en el que el papa celebrará su misa campal.
Inicialmente la seguridad durante la ceremonia sería realizada por una empresa privada, pero, como los organizadores no consiguieron contratar a una firma capacitada, el Gobierno optó por encargar la tarea a unos 7.000 soldados, 500 de los cuales usarán traje civil para cuidar del altar.
También fue modificado el plan para garantizar la seguridad personal del papa debido a que Francisco no utilizará el papamóvil de sus antecesores, con una cabina de vidrio a prueba de balas, sino el jeep abierto que emplea en Roma.
«El papa optó por el papamóvil que usa en Roma para facilitar su aproximación a las personas», admitió el arzobispo de Río de Janeiro, Orani Tempesta.