(InfoCatólica) En su discurso de presentación, el cardenal reflexionó sobre las oportunidades que podría ofrecer la celebración conjunta del 500º aniversario; la necesidad de escucharse mutuamente sobre el significado de este aniversario para ambas partes; el redescubrimiento de qué tienen en común católicos y luteranos, afrontando con valentía los conflictos surgidos en la historia de la Reforma; así como el significado de este documento para el proceso ulterior de diálogo.
El cardenal Koch dijo que la decisión de continuar el proceso de diálogo sobre la cuestión del bautismo, que se trabaja como «Bautismo y crecimiento en la comunión», iba a ser muy bien recibida, porque supone un importante avance en el camino de profundizar en el entendimiento entre luteranos y católicos. También indicó que esto abriría una posibilidad de preparar una futura sobre la iglesia, la Eucaristía y el ministerio.
El cardenal Koch aseguró, respondiendo a diversas intervenciones sobre las cuestiones controvertidas en la búsqueda de la unidad de los cristianos, que estaba de acuerdo «en que el objetivo del esfuerzo ecuménico tiene que ser la cena común, pero sería difícil que este documento fuera el paso hacia esto». Su consejo tanto a los luteranos como a los católicos fue ser realista respecto a las expectativas. «Nosotros, por ejemplo, no podemos imponerles a Vdes. el papado; y yo puedo esperar de Vdes que no nos presionen a recibirles en la eucaristía y la comunión eclesial, porque estas son cuestiones constitutivas para los fundamentos teológicos de nuestra fe».
El presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos llamó la atención sobre el significado diferente que la conmemoración de la reforma tiene para las diversas tradiciones religiosas. «Es comprensible que sea fundamental en la alegría de los luteranos redescubrir la doctrina de la justificación del hombre por la sola gracia», dijo el cardenal, añadiendo que los católicos comparten esta alegría. Sin embargo, «la conmemoración de la Reforma está también asociada a un profundo pesar, por la división de la Iglesia y los muchos efectos negativos» que ha tenido para los católicos. Puede decirse que no celebramos las trágicas consecuencias del cisma, sino que vemos juntos los aspectos positivos y buscamos un terreno común para el futuro.