(Bruno Moreno/InfoCatólica) Andrés Beltramo Álvarez, periodista argentino afincado en Roma, es colaborador habitual del Vatican Insider, InfoCatólica y la agencia de noticias Notimex. Acaba de publicar en la editorial Planeta, junto a César Mauricio Velásquez, el libro «De Benedicto a Francisco. 30 días que cambiaron la Iglesia».
-¿Cómo llega uno a ser «vaticanista»?
No existen escuelas para «vaticanistas» y, salvo algunas excepciones, la mayoría de los colegas que hacemos este trabajo no lo buscamos. En realidad somos todos periodistas que, por diversas razones, nos hemos especializado en las noticias del Papa y la Santa Sede. De todas maneras no me parece importante cómo se llega a este oficio sino con qué grado de profesionalismo se lo ejerce.
-¿Cualquier periodista puede cubrir los asuntos religiosos o se precisa una formación especial?
Si es un buen periodista, naturalmente. El periodismo con la «p mayúscula» lleva implícita una especial preparación de quien lo ejerce, sea este un corresponsal de guerra, un cronista deportivo, un analista económico o un «vaticanista». Por desgracia actualmente nuestra profesión padece una «crisis de superficialidad». La mayoría de las redacciones organizan sus prioridades no tanto en base a la búsqueda de la verdad o al mejor tratamiento periodístico posible para un tema, sino a las exigencias de un mercado informativo salvaje. Esto repercute en la formación de los periodistas, cada vez más escasa.
-Acaba de publicar el libro «De Benedicto a Francisco» en la editorial Planeta, junto con César Mauricio Velásquez. ¿Cómo surgió la idea de escribir este libro?
El 11 de febrero, después de haber escuchado en vivo la renuncia de Benedicto XVI en la sala de prensa del Vaticano y en medio de un tsunami informativo recibí una llamada, era mi amigo periodista y diplomático colombiano Cesar Mauricio Velásquez. Apenas pude responderle y le corté enseguida. Luego me mandó un mail con la frase: «¿Escribimos un libro? A cuatro manos, sobre la renuncia del Papa». Lo demás es historia. Jamás hubiésemos imaginado que nos tocaría incluir la elección del primer Papa latinoamericano.
-Los dos primeros capítulos están dedicados a Benedicto XVI y a su renuncia. ¿Su decisión marcará de algún modo el pontificado del Papa Francisco?
La renuncia de Benedicto XVI es ya el acto más revolucionario de la historia moderna de la Iglesia, una decisión capaz de modificar –por sí sola- el curso de los acontecimientos dentro y fuera del catolicismo. Después de ella, la percepción sobre el papado no será la misma. Pero el Papa Francisco ha demostrado de sobra que su pontificado tiene rasgos particulares propios, en nada atribuibles a la renuncia.
-El subtítulo del libro es «30 días que cambiaron la Iglesia». ¿A qué cambios se refiere?
Entre el 11 de febrero y el 13 de marzo, fecha de la elección del Papa Francisco, pasaron exactamente 30 días. En un mes se concentraron dos acontecimientos que podían haberse registrado en el arco de varios siglos en la historia de la Iglesia. Como comenté antes, la renuncia de Joseph Ratzinger rompió un tabú y cambió la percepción misma del ministerio petrino. De ahora en adelante, la dimisión papal ya no será impensable, sino una alternativa real. El subtítulo quería resumir el golpe de timón que significó la llegada de Francisco al pontificado, una institución que afrontó muchos meses de un enorme desgaste en materia de imagen pública a causa de los escándalos y las traiciones de los últimos años.
-¿En qué se parece el Papa Francisco a su predecesor Benedicto XVI?
Desde el punto de vista personal se trata de dos figuras muy distintas. Su experiencia cultural, su temperamento y su carácter los distingue netamente. Incluso su origen geográfico influye: mientras uno tiene una arraigada extracción bávara, el otro es exponente de una cultura latina, particular mezcla entre la argentinidad y el italianismo. Quizás esto podría explicar esa idea subyacente en la opinión pública que quiere ver en Francisco una ruptura drástica con su antecesor. Pero existe una gran continuidad en el pensamiento de ambos, sólo que el acercamiento es distinto. Uno es un fino teólogo, convencido que el cambio en los corazones puede comenzar desde un convencimiento racional, mientras el otro es un pastor del «cuerpo a cuerpo», de la mano amiga y de la misericordia en el ejemplo.
-¿Cree que acabará pronto la «luna de miel» del Papa Francisco con los medios de comunicación no católicos?
Estoy convencido de que el Papa Francisco será muy atacado por los llamados «poderes fuertes». Su mensaje, una constante exhortación a la congruencia, resulta incómodo. Ya comienzan a moverse las primeras críticas en su contra, sobre todo de los grupos más extremistas (dentro y fuera de la Iglesia). Como en Argentina el poder político lo llegó a considerar su enemigo político, así ocurrirá con otros personajes. Pero su principal aliada será la gente, será su escudo. Por eso sus detractores más astutos –que ya se dejan sentir también en El Vaticano- se guardarán mucho de criticarlo públicamente. La prensa también moverá sus críticas pronto, pero el impacto de esos ataques podría volverse contra ellos. Porque un Papa tan notoriamente popular, es el candidato ideal para convertirse en una «figura inoxidable».
-En contraste con el carácter más tímido y privado de Benedicto XVI, el Papa Francisco parece proporcionar material diariamente para redactar noticias. ¿Es un papa más mediático que el anterior o se trata únicamente de la novedad?
Francisco ofrece más material simplemente porque tiene más actividades que Benedicto XVI. El ritmo del Papa actual es extenuante, no sé si piensa mantenerlo así en el futuro o si esto responde a que está iniciando su ministerio. Cada fin de semana preside uno o dos actos. Todo esto magnificado por las citas del Año de la Fe, que contempla decenas de celebraciones de aquí a octubre. Las homilías de la misa diaria del Papa agregan material para trabajar, sin contar con las informaciones que surgen aquí y allá por sus iniciativas personales, como las llamadas telefónicas. Es parte de la novedad pero también del estilo de gobierno.