(Agencias/InfoCatólica) La editorial aprovechó la presentación para reunir a Pujol, Maragall, Montilla y Mas. Los ex presidentes, junto con representantes del Gobierno y del resto de partidos, han escuchado las palabras de conciliación del abad de Montserrat, quien ha puesto de relieve los valores de «integración» que, desde sus convicciones, tiene el catalanismo en la clase política y la sociedad.
Pidió a todos los partidos que defiendan la «personalidad de Cataluña desde sus costumbres» y que hagan «un esfuerzo de regeneración democrática» con un sistema «lo menos burocratizado posible».
Sentados en primera fila, Pujol, Maragall y Montilla han escuchado, después de las palabras del abad, la llamada de Mas a todos los catalanes para que «no doblen la espalda». El presidente ha citado a Rovira i Virgili para recordar que «renunciar es una vergonzosa forma de morir» y ha seguido el hilo de la intervención de Soler para pedir transversalidad para trabajar juntos, partidos y sociedad, por el futuro del país.
Texto íntegro de la intervención del Abad Soler
«Los valores del catalanismo, como factor de cohesión social. Presentación de la Biblioteca delCatalanismo. Auditorio RBA
MH Presidente de la Generalidad de Cataluña, Presidente del Grupo de comunicación RBA, MM. HH. Señores, Autoridades, Señoras y Señores.
Mi presencia en este acto podría parecer poco justificada si no me hubiera dejado convencer por tres motivaciones que giran en torno a la Biblioteca del Catalanismo que ha comenzado a editar el grupo RBA. En primer lugar, Hay que decir que un buen número de los autores de la colección tuvieron relación directa o indirecta con Montserrat. En segundo lugar, la voluntad de transversalidad que caracteriza a los textos que formarán la Biblioteca se encuentra en plena sintonía con el espíritu de acogida y de colaboración con todos los que han marcado la labor realizada desde Montserrat desde hace muchos años. Y en tercer lugar, la posibilitat que me ofrece la invitación del presidente del Grupo de Comunicación RBA, Sr. Ricardo Rodrigo, de compartir con ustedes-desde mi condición de monje y de ciudadano-algunas convicciones personales sobre lo que podríamos llamar «los valores del catalanismo». Esta invitación va más allá de mi trayectoria personal; se basa en el hecho de que Montserrat, con su abad al frente, ha sido desde hace muchos años representativo y en cierto sentido aglutinador del catalanismo, de un catalanismo abierto, sobre todo desde la Renaixença y más aún desde el abad Antonio M. Marcet, elegido hace cien años.
Sólo hay que echar un vistazo a los volúmenes proyectados en la Biblioteca del Catalanismo para darse cuenta de que un buen número de autores seleccionados tienen un lugar en la historia de nuestro monasterio, empezando por el obispo Torras y Bages, que quiso recibir la consagración episcopal y que escribió la famosa Visita espiritual a la Virgen de Montserrat, y terminando por Pierre Vilar, que trabajó una semana en la Nuestra Biblioteca cuando preparaba un libro sobre la guerra civil española, y que mantuvo una excelente amistad con algunos de nuestrosmonjes. Esta nómina se alargaría mucho si pensamos en Joan Maragall-que escribió tantas cosas buenas sobre Montserrat-, Luis Nicolau d'Olwer -del que guardamos como un tesoro el importante archivo que acumuló hasta 1939-, en Cambó -tan amigo del abad Marcet y del P. Bonaventura Ubach-, Josep Benet-antiguo monaguillo y factotum de las Fiestas de la Entronización de la Virgen de 1947, que durante dos años representaron un bache en el mundo recluido del primer franquismo, y que no solo tuvo un enorme eco en toda Cataluña, sino que llegó también hasta las Islas Baleares y el País Valenciano-, Jaume Vicens Vives-que intervino en sesiones de estudio oroorganizadas en Montserrat, en las que tomó parte, entre otros Raimon Galí y Jaume Lorés, ambos íntimos amigos del abad Cassià M. Just-, Ramón Trias Fargas-que, como Jordi Pujol y tantos otros, fue acogido en nuestro monasterio en momentos en que el derecho de reunión era negado por el régimen del general Franco, de la misma manera que lo fueron Josep Pallach y muchos otros simpatizantes del socialismo o del comunismo-. Esta relación de personas tan diversas con Montserrat, me hace pensar en la tarea que continúa llevando a cabo nuestro monasterio a través de la revista Sierra de 0r, en la que han participado desde el primer momento personas de todas las tendencias, siempre dentro de un respeto mutuo y con la voluntad de formar parte de lo que en su momento se llamaba una «plataforma unItar», que ayudara a una reflexión en común y contribuyera a buscar caminos para salir de callejones de cada momento.
Este breve repaso ya da idea de la posición de Montserrat en la sociedad civil catalana y de la voluntad del monasterio de ofrecer un espacio de encuentro, un lugar de encuentro civilizado, respetuoso y democrático, en el que se puedan confrontar las maneras diferentes, complementarias o a veces contrastadas, de ver y de vivir la polis, es decir la articulación de los individuos y de la sociedad orientada al bien común. Aquí encontramos el segundo argumento a favor de mi presencia entre ustedes. Es lo que podríamos llamar transversalidad, que para mí se caracteriza no sólo por el hecho de estar todos o por lo menos de reunir la mayoría, de acoger personas de mentalidad diversa y de posiciones políticas bastante diferentes, sino que además abriga el deseo de establecer vínculos fuertes entre estas personas para compartir los valores fundamentales.
Un elemento importante de la antropología cristiana, que creo que se ha integrado de lleno en el catalanismo, es el que postula la existencia de un núcleo en la persona humana que le da su dignidad específica, que por ello merece el máximo respeto, que es común a todos ya partir del cual se pueden tejer relaciones firmes entre las personas, más allá de las diferencias de pensamiento, de condición social, de talante, de edad, de cultura o de procedencia. En el momento actual, me parece de la máxima urgencia que a todos los niveles de nuestra sociedad haya personas que, con paciencia y con constancia, se decidan a re-tejer esta malla que se ha desgarrado por demasiados sitios. La situación, en algunos aspectos, es extremadamente difícil, debido a los efectos de la crisis económica, la crisis de varias instituciones que son fundamentales para la democracia y de la crisis de valores que hay en el fondo de todas las otras crisis actuales. Todo ello, unido al descubrimiento de tantos casos de corrupción produce una fatiga y un desencanto en mucha gente, y lleva a una indiferencia creciente respecto a la cosa pública, a la no participación, o a la espera de alguien que prometa la llegada del paraíso ideal.
Con esta reflexión estoy entrando enel tercero de los argumentos que justifican mi presencia esta noche. Los organizadores me han pedido que comparta, en voz alta, algunas reflexiones personales sobre los valores del catalanismo. La primera cosa que quisiera decir, en este sentido, es que por catalanismo entiendo un proyecto integrador, compatible con visiones diferentes del país, que tienen como denominador común el amor y la defensa de la lengua, de la cultura, de la personalidad de Cataluña, de sus costumbres, de sus tradiciones, etc. A los que creen que el catalanismo inocula en la sociedad un elemento de división, yo les diría que de hecho ocurre todo lo contrario. Precisamente si su fundamento y su objetivo es el amor, el respeto, la defensa y la promoción de todo aquello que configura nuestra realidad personal y colectiva, esto lleva a sumar esfuerzos, a reunir voluntades, a incorporar diferentes puntos de vista, y encuentra en la integración social su respuesta práctica más explícita. Una integración que implica una gran permeabilidad a la hora de asimilar la realidad catalana por parte de quienes vienen de fuera y también de asumir lo mejor que ellos aportan por parte de quienes ya se encuentran aquí, y que significa también el funcionamiento más ágil posible del llamado «ascensor social».
Un segundo elemento fundamental del catalanismo es la aceptación de las reglas del juego democrático, tal como se conoce en las sociedades occidentales modernas. Esto quiere decir el rechazo neto y absoluto de cualquier tipo de violencia y de juego sucio que conduzcaa denigrar a las personas y las instituciones. Por otra parte, pide un esfuerzo de regeneración democrática que permita la máxima participación de los ciudadanos en la «cosa pública», con un sistema representativo transparente y al menos burocratizado posible. Esta «cultura democrática» debe ir impregnando no sólo el mundo de la política, sino todos los estratos de la sociedad, de manera que se pueda vivir y aplicar desde las reuniones de los vecinos de la escalera hasta el Parlamento.
El amor al país, que he apuntado como característica del catalanismo, supone velar por las personas concretas y por las riquezas naturales del país. Cuando digo «velar por las personas» estoy pensando en dos extremos, que podrían incluir todo el arco social: desde la atención a las personas mayores o discapacitadas o más frágiles por la razón que sea, con la implantación de las políticas sociales que ello conlleva, hasta el interés en ofrecer oportunidades a quienes despuntan por su talento, por la su capacidad de creatividad, de innovación o de voluntad emprendedora.
En referencia al interés por los más desfavorecidos, una virtud social que promueve el catalanismo es la solidaridad. Pienso aquí en todas aquellas estructuras, fruto de la generosidad y del altruismo, para dar apoyo a los más débiles y de corregir los desequilibrios estructurales que comporta toda sociedad humana, y que van de la «solidaridad familiar» hasta las fundaciones y ongs que trabajan a favor del mal llamado «Cuarto mundo» (si me permiten un paréntesis explicativo, digo «mal llamado» porque con ello de clasificar el mundo en primer, segundo, tercero y cuarto, nos podemos acabar creyendo que no tienen nada que ver el uno con el otro, cuando en realidad las causas de su existencia están estrechamente conectadas).
Otro valor que no podemos olvidar es el amor a la lengua y la cultura. En este sentido es importante el cultivo de la lengua en todos sus registros, desde los más coloquiales hasta los más especializados, y al mismo tiempo el trabajo para elaborar una cultura sólida y consistente, capaz de confrontarse con los cambios que conlleva el paso del tiempo, y de encontrar un lugar digno y respetable en el mundo. En este sentido, el catalanismo ha propuesto siempre un equilibrio dinámico y enriquecedor entre la defensa de la propia identidad y la apertura a otras realidades sociales y en el mundo. En la dialéctica actual entre identidad local y globalización, el catalanismo es una propuesta seria con un recorrido consistente desde hace más de un siglo.
Hay algunos valores del catalanismo que podríamos resumir en el ámbito de las virtudes personales, como la tenacidad, la constancia, el sentido de responsabilidad, el esfuerzo personal y la búsqueda de la excelencia, etc. Alguien podría objetar que esto no es exclusivo del catalanismo, y es cierto. Pero no lo es menos el hecho de que la propuesta catalanista ha incidido de manera especial en promover estas virtudes personales, adifundirlas ya crear las condiciones sociales necesarias para que se puedan desarrollar.
Evidentemente, también hay defectos; diría que no tanto en el catalanismo como en los catalanes, por decirlo así. Quiero remarcar algunos porque todavía son un peligro. Los historiadores dicen que a lo largo de los tiempos los catalanes hemos tenido un amor extraordinario a la libertad, pero tenemos que ir con cuenta que cuando este espíritu de libertad no es moderado por la conciencia ética, puede degenerar en discordia, en enfrentamientos que no saben ver la parte positiva del otro, en un hipercriticismo estéril que remarca más lo que separa que no lo que une ; esto se ha dado en las épocas más malas de nuestra historia y debemos evitarlo en elmomento actual tan delicado.
Es característico y hasta emblemático hablar del juicio de los catalanes, pero, a veces, fácilmente se pasa a la locura, como observa Vicenç Vives (en Noticia de Cataluña, uno de los títulos de la Biblioteca), y dejarse llevar por actitudes alocadas, sin una reflexión seria previa. Los catalanes somos fáciles para la ironía, que a veces es positiva porque facilita la relativización de las cosas y lleva a un sano realismo, pero puede ser autodestructiva si erosiona aspectos fundamentales de la vida personal o colectiva o si degenera en burla. Los catalanes tenemos fama de ser muy trabajadores, y ciertamente es una virtud nuestra, pero tenemos el peligro de ver el trabajo sólo en función deel individuo, olvidando que el propio trabajo debe ser siempre solidario y estar al servicio de la sociedad, particularmente de los más débiles. Cataluña ha tenido una tradición familiar sólida, que ha dado consistencia a nuestro pueblo y le ha permitido (y le permite ahora con la crisis) de superar situaciones difíciles, hay que velar, sin embargo, porque la estructura familiar, que debe afrontar nuevos retos ante los nuevos modelos que le ofrece la sociedad, no se desvirtúe y pueda seguir siendo un elemento de sostén de sus miembros y de dinamismo y cohesión social.
Este de la cohesión social es un valor fundamental, al que ya me he referido antes al hablar de la transversalidad. La convivencia pacífica y constructiva es un elemento clave, así como la integración de los recién llegados, con igualdad de derechos y de obligaciones, tal como ya he dicho más arriba.
La relación entre iniciativa privada y sector público es un campo que ha tenido pocas posibilidades de desarrollarse en el catalanismo, por razones históricas, y que sólo en los últimos treinta años ha podido iniciarse de una forma más plena. Quizás por este motivo se resiente de los problemes y los vicios de la falta de experiencia y de perspectiva histórica. Es evidente que las instituciones públicas de Cataluña deben defender y promover los valores del catalanismo, pero también es claro que la iniciativa privada debe jugar el papel que le corresponde, como expresión de la vinculación personal y colectiva con los ideales de país que se defienden.
Hacer un frente común «en contra de» siempre es más fácil que hacerlo «a favor» de una propuesta constructiva. Establecer alianzas para luchar contra una injusticia o para superar una situación hostil no cuesta tanto como tejer relaciones con un objetivo común a alcanzar. La propuesta del catalanismo entiendo que no es una propuesta «en contra de», si no «a favor de ». Le puede resultar más difícil reunir el consenso necesario, básico e imprescindible para incidir en la sociedad, puede ser más complicado integrar visiones y sensibilidades diferentes, pero tiene la ventaja de ofrecer un proyecto ilusionante, de largo recorrido, que implica aportar y desarrollar lo mejor de las personas y de la sociedad y que busca una articulación bastante equilibrada entre el arraigo en la propia tierra, a la propia lengua, a la propia sociedad y la apertura al mundo, a la humanidad entera.
En la línea que he ido exponiendo, estoy convencido de que en el momento presente, en el que se respira tanta incertidumbre ante el futuro, y hay tanta búsqueda de razones para la esperanza, es muy importante tejer capilaridades entre las diverses formas que toma el catalanismo. Por eso hay que recuperar y potenciar la confianza mutua y establecer un diálogo sincero que ponga el interés del País -que quiere decir el interés del bien común -por encima de los intereses particulares y por encima de las opciones tactistes de mirada corta. Es hora de sumar esfuerzos, más de lo que se ha hecho hasta ahora, conscients que para llegar a acuerdos de fondo necesitan renuncias. Tejer estas capilaridades que piden confianza y diálogo debe ser obra de todos, de los partidos políticos, los responsables de las instituciones y de la administración pública, los agentes sociales y económicos, los medios de comunicación, de la sociedad civil en todos sus niveles. Nos jugamos el futuro y no sé si nos queda demasiado tiempo para poner en ella activamente, si no queremos que ya sea demasiado tarde.
No importa que haya opiniones encontradas. Lo que hace falta es una reflexión en común, hecha generosamente por servicio a los ciudadanos del país y con voluntad de llegar a consensos amplios para buscar caminos de salida de la situación actual tanto a nivel económico como social.
Los valores del catalanismo, nos enseñan que es hora de trabajar, por parte de todos, en un proyecto integrador, que puede ser compatible con visiones diversas y con propuestas de prioridades diferentes en cuanto a resolver los problemas. Pero puede haber y hay una base suficientemente amplia compartida con respecto a muchas cuestiones importantes. La visión que puedo tener desde Montserrat, me dice que hay buena voluntad y deseo de diálogo en los que tienen que hacer el trabajo de tejer capilaridades, pero que, por diversas razones, cuesta mucho traducirlo al día a día.
Soy un monje y no tengo la preparación para proponer soluciones concretas. Ni me toca como eclesiástico, porque esto corresponde al ámbito de la sociedad, que es aconfesional o laica (no laicista), en una tarea conjunta de creyentes y no creyentes. que me he atrevido, debido a la invitación recibida, a presentar, sin querer ser exhaustivo, unos valores que ha tenido el catalanismo. Tomando embargo, el símil de la Biblioteca del Catalanismo, creo que no podemos quedarnos como los volúmenes de la colección, cada uno con su rico contenido, pero el uno al lado del otro, sin interrelacionarse . Es necesario que siga habiendo transversalidad, intercambio de ideas; necesario que las diversas sensibilidades del catalanismo actual dialoguen los unos con los otros y lleguen a concreciones. La gran mayoría de la sociedad lo espera. Si continuamos aprendiendo, pues, del legado que nos han transmitido los autores que han hablado del catalanismo y han reflexionado sobre sus valores, podremos sacar unas enseñanzas muy válidos para el presente y para el futuro de Cataluña. Muchas gracias!» (N. de R. Las negritas son nuestras)