(Arz. Madrid) El cardenal explicó que “la Iglesia no es el resultado o producto de iniciativas humanas, ni se sostiene ni apoya en el poder del hombre, tampoco en su capacidad organizativa y ni siquiera en los sistemas jurídicos que pudiera diseñar según su propio arbitrio”, sino que “el mundo interior en el que vive y del que vive” e incluso “su estructura externa” proceden “del Señor Jesucristo, su Cabeza y Pastor invisible: ¡su divino Fundador!”.
El Señor, señaló, se encuentra en la Iglesia “vigilando y asegurando que su travesía nos conduzca al buen puerto de un nuevo y fecundo capitulo de su historia divino-humana más que milenaria. Un capítulo, en el que brillará con creciente intensidad el esplendor de la verdad de Jesucristo, el Salvador del hombre: ¡el capítulo de la nueva Evangelización!”. La luz del Evangelio “nos infundirá, al mirar al futuro de nuestros hijos, la clarividencia de la fe, la fuerza de la esperanza y el ardor del amor auténtico que tanto necesitamos para afrontar victoriosamente el reto de la crisis histórica ante la que nos encontramos. Una crisis de verdadera y fraterna humanidad: ¡crisis del hombre que dio la espalda a Dios!”.
“La sucesión de Pedro permanece viva e inalterable en el Obispo de Roma, que preside el Colegio de los Obispos, Sucesores de los Apóstoles, unidos y obedientes a El en la unidad de la doctrina de la fe y en el servicio pastoral a la comunión”. Ese ministerio de los Sucesores de los Apóstoles, en expresión de San Agustín ‘officium amoris’, “encuentra en el Sumo Pontífice su máxima expresión y la garantía indefectible de su autenticidad”. Y Benedicto XVI lo ha ejercido “hasta el límite de sus fuerzas. No ha renunciado a él por debilidad o buscando su propio bien, sino el bien común de la Iglesia”. Junto al Señor Crucificado, “vivió sus ocho años de entrega a todos dentro y fuera de la comunidad eclesial: ¡una entrega incansable, sencilla, desprendida, luminosa, la propia de su Vicario en la Tierra!”.
Gracias, Santo Padre
“¡Gracias de corazón, querido Santo Padre Benedicto XVI, por haber sido Pastor y Maestro de la Salvación en Cristo con una limpia y clara transparencia de pensamiento y de vida, con una jugosa fidelidad a la tradición viva de la Iglesia en continuidad creativa con sus predecesores más recientes -Pablo VI y Juan Pablo II-, y con una cercanía a nosotros, los hijos de la Iglesia y de la humanidad, en esta hora tan crítica material y espiritualmente como es la actual, en las primeras décadas de un siglo y una época, calificada de postmoderna”. “Estad seguro, nuestra oración de hijos e hijas, de hermanos y hermanas, os acompañará siempre”, apuntó.
“¡Gracias de corazón, Santidad, por habernos ayudado a enraizar y edificar mas hondamente en Cristo la vida de nuestros jóvenes, nuestra propia vida! ¡Gracias por habernos fortalecido en la firmeza de la fe católica que ha iluminado y confortado a nuestros mayores en la rica y caudalosa trayectoria de nuestra historia bimilenaria!” en la que “nunca se ha perdido la esperanza”.
Oraciones por el nuevo sucesor de Pedro
“Hemos vivido y aún estamos viviendo días intensos de acción de gracias al Señor por la Iglesia, por el don de ministerio del Sucesor de Pedro, Vicario de Cristo y Pastor de la Iglesia Universal, por el que fue hasta anteayer nuestro Santo Padre Benedicto XVI. Han comenzado ya los días de la plegaria fervorosa y perseverante de toda la Iglesia por el nuevo Sucesor de Pedro: ¡el nuevo Pastor, que el Señor quiera regalarnos! Un Papa dispuesto a ejercer el “officium amoris” con la entrega del Crucificado y con la alegría del Resucitado”.
El cardenal finalizó pidiendo a la Virgen por “los electores del nuevo Obispo de Roma y Pastor de la Iglesia Universal”, para que “sigamos fielmente” la inspiración del Espíritu Santo. “¡Que toda la Iglesia se deje iluminar y encender por el Espíritu Santo en el amor a Jesucristo y a nuestros hermanos los hombres!”.