(Pablo J. Ginés/La Razón/InfoCatólica*) Este asturiano vivió lo que el dinero, el sexo y la droga tenían para ofrecerle. Hasta que se encontró con Dios.
-¿Cómo fue su juventud?
-Mi familia era católica, pero yo tuve una mala experiencia con la Iglesia en mi infancia y me alejé de Dios. A partir de los 16 años yo ya trabajaba y tenía dinero. Me dieron a probar porros, me hacía sentirme bien, me evadía. Fui comercial, trabajé en la construcción, ponía música y copas en discotecas...
-No sufrió problemas económicos...
- No, ganaba mucho dinero y durante años lo gasté en fiestas. Fui a más, me metía de todo, muchos ácidos, a veces esnifaba coca. Como muchos, buscaba ser feliz en el placer. Estuve con una chica, luego con otra...
-¿Y cómo cambió esto?
-Al cabo de unos años, me fui de fiesta a Tenerife en la Semana Santa de 1992. Solo vi el Teide y el mar de lejos. Me junté con unos conocidos en un apartamento. Toda la noche estábamos de juerga, y de día dormíamos, o estábamos de jacuzzi y sauna. La noche de Viernes Santo nos pusimos hasta arriba, sobre todo de ácidos. Me sentí muy mal. Me di cuenta que nada de aquello me hacía feliz. Pensé que iba a perder la razón, que nada en la vida tenía sentido.
Entonces vi una iglesia cerrada y pensé que a lo mejor mi madre tenía razón y Dios existía.
- ¿Y su madre tenía razón?
- Sí. Me dio por hablar con Dios. "Si existes este es tu momento", le dije, "he hecho de todo y no consigo ser feliz". Pensé rezar, pero no me sabía el Padrenuestro porque lo habían cambiado cuando lo aprendí. Pero sí recordaba el Ave María, así que recé a la Virgen. Y resultó que Dios existía. Sentí que Dios estaba a mi lado, que me acompañaba y me decía "levántate y anda". Esa experiencia me cambió. Al día siguiente, Sábado Santo, fui a una iglesia, consulté los horarios de misa, hablé con un sacerdote. Y me pareció que todo eran mensajes de Dios para mí.
- ¿Hubo más experiencias en ese sentido?
- Sí. Poco después tuve otra experiencia fuerte de cercanía de Dios haciendo un cursillo de Cristiandad en Covadonga. Allí descubrí a la Iglesia, y que Dios no juega con las personas, que nunca me dejó solo, que Él siempre es fiel.
- ¿Usted cambió de golpe?
-No, cambiar de vida fue un proceso lento. Intenté vivir en cristiano, desde la fe, la relación con mi pareja. Hubo ruptura, claro. ¡Si cada vez que hay un problema lo quieres solucionar en la cama...! Después conocí una comunidad de Renovación Carismática. Y más adelante fui a pasar una semana en un retiro de la Comunidad de Bienaventuranzas en Toledo... y me quedé tres años. Allí entendí que quiero transmitir lo que he vivido, evitar que otros sufran lo que yo he sufrido, ser sacerdote. Empecé a estudiar en el seminario de Sigüenza, luego en el de Oviedo. Fui ordenado abril de 2005. Ahora soy arcipreste y llevo tres parroquias en Castropol, en Asturias. ¡Antes llevaba 14 parroquias en la montaña! Soy cura de pueblo y sirvo así a la Iglesia. Mi casa es grande y siempre está llena de gente. Siento un llamado a tratar con los jóvenes, a transmitir mi testimonio. En Asturias se dice: "se acaba antes el picador que la mina". Significa que los goces cansan, no satisfacen, porque a la persona solo la llena Dios.