(RV) “Con paciencia, Él va a la búsqueda de la oveja descarriada, cuida a que está enferma. Solo en Él podemos encontrar la paz que Él nos ha conquistado con el precio de su sangre, cargando sobre sí con los pecados del mundo y obteniendo para nosotros la reconciliación”.
Cristo es el Pastor bueno y misericordioso pero también el Juez justo que en el Juicio Final separará los buenos de los malos. Pero “decisivo será el criterio del juicio”.
Este criterio del juez justo es el amor, la caridad concreta con el prójimo, en particular con los “pequeños” con las personas con mayor dificultad: hambrientos, sedientos, extranjeros, desnudos, enfermos, presos. El rey declara solemnemente a todos que todo aquello que han hecho o no han hecho a los demás, se lo han hecho o no lo han hecho a Él. Es decir, Cristo se identifica con sus “hermanos más pequeños”, y el juicio final será el balance de cuanto ya ha ocurrido en la vida terrena.
Y “esto es lo que interesa a Dios. A Él -dijo el Papa- no le importa la realeza histórica, quiere reinar en el corazón de las personas y desde allí en el mundo. Él es el Rey de todo el universo, pero el punto crítico, la zona donde su Reino está en peligro es nuestro corazón, porque allí Dios se encuentra con nuestra libertad”.
“Nosotros y solamente nosotros podemos impedirle que reine en nosotros, y por lo tanto podemos poner obstáculo a su realeza en el mundo: sobre la familia, sobre la sociedad, sobre la historia. Nosotros, hombres y mujeres tenemos la posibilidad de escoger con quien queremos aliarnos: si con Cristo y con sus ángeles o con el diablo y sus secuaces, por utilizar el mismo lenguaje del Evangelio. Por lo tanto nos toca a nosotros decidir, si practicar la justicia o la iniquidad, si abrazar el amor y el perdón o la venganza y el odio homicida. De esto depende nuestra salvación personal pero también la salvación del mundo”.
Por esto Jesús -concluyó el Papa- quiere asociarnos a su realeza; es por eso que nos invitar a colaborar en la llegada de su Reino de amor, de justicia y de paz. “Nos corresponde a nosotros responderle no con las palabras, sino con los hechos: escogiendo el camino del amor eficaz y generoso hacia el prójimo. Nosotros permitimos a Él que extienda su señorío en el tiempo y en el espacio”.