(VIS) Benedicto XVI guió a las 15,00 (hora local) desde la plaza de la catedral de Santa María en Sydney la primera estación del tradicional Via Crucis celebrado por los jóvenes durante las Jornadas Mundiales de la Juventud. Finalizada la oración el Papa bajó a la cripta de la catedral para seguir por televisión el recorrido de las diversas estaciones por las calles de Sydney, donde se habían colocado también pantallas gigantes para transmitir el acontecimiento.
Una vez acabado el Via Crucis el Papa se desplazó en papamóvil a la Universidad de Notre Dame, fundada en 1989 por voluntad del Parlamento de Australia Occidental y que comenzó su actividad académica en 1992. Las diversas facultades del prestigioso ateneo se encuadran en un contexto de pastoral católica interesada en los valores éticos y humanistas.
El Santo Padre fue acogido a su llegada por el canciller de la Universidad, que lo acompañó a la capilla dedicada al Sagrado Corazón, donde tuvo lugar un encuentro con jóvenes drogadictos y con problemas, que siguen el programa de recuperación "Alive".
El nombre de ese programa, que en castellano significa Vivo, fue el hilo conductor del discurso del Papa, que recordó las palabras de Moisés en el Antiguo Testamento: "He puesto ante ti la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Elige la vida para que tú y tu descendencia viváis amando a Dios, (...) porque él es tu vida".
"Estaba claro que (el Pueblo de Dios n.d.r) debía alejarse de los otros dioses, adorar al Dios verdadero y (...) seguir sus mandamientos -explicó Benedicto XVI-. Pensaréis que en el mundo de hoy es improbable que la gente adore otros dioses. Pero a veces lo hacen sin darse cuenta. Los falsos "dioses" (...) están casi siempre ligados a la adoración de tres realidades: los bienes materiales, el amor posesivo y el poder".
"Los bienes materiales, de por sí, son buenos. No sobreviviríamos sin dinero, ropa y casas. (...) Pero (...) si nos negamos a compartir lo que tenemos con los hambrientos y los pobres, transformamos esos bienes en una falsa deidad. ¡Cuántas voces en nuestra sociedad materialista nos dicen que la felicidad consiste en acaparar el mayor número posible de bienes y objetos de lujo! Pero así los bienes se transforman en deidades falsas. En vez de dar la vida, son portadores de muerte".
"El amor auténtico es ciertamente bueno -continuó el Santo Padre-. Cuando amamos (...) somos plenamente humanos. Pero (...) a menudo se cree amar cuando en realidad se tiende a poseer o a manipular a la otra persona. (...) A veces los demás son tratados como objetos para satisfacer las propias necesidades (...) ¡Qué fácil es ser engañado por las tantas voces que en nuestra sociedad sostienen un enfoque permisivo de la sexualidad sin prestar atención a la modestia, al respeto propio y a los valores morales que confieren calidad a las relaciones humanas!".
"El poder que nos ha dado Dios para plasmar el mundo es bueno. Utilizado de forma apropiada y responsable puede transformar la vida de las personas. (...) Pero qué fuerte es la tentación de aficionarse al poder, de dominar a los demás o explotar la naturaleza con fines egoístas".
"El culto de los bienes materiales, del amor posesivo y del poder llevan con frecuencia a las personas a "comportarse como si fueran Dios", a intentar asumir el control total sin prestar ninguna atención a la sabiduría o a los mandamientos que Dios nos hizo conocer. Este es el camino que conduce a la muerte, mientras la adoración del único Dios verdadero significa reconocer en Él la fuente de toda bondad; (...) este es el camino para elegir la vida".
Benedicto XVI se refirió después a la historia personal de muchos miembros de la comunidad de recuperación que en su día eligieron "un camino que, por mucho que al principio pareciese atractivo, conducía solamente a un estado aún más profundo de miseria y abandono" y elogió "el valor demostrado por elegir regresar al camino de la vida".
"Veo en vosotros -dijo- embajadores de esperanza para cuantos se encuentran en situaciones parecidas. Podéis convencerles de la necesidad de elegir el camino de la vida y huir de la senda de la muerte. En todos los Evangelios Jesús ama especialmente a los que se han equivocado porque, cuando se daban cuenta de su error, se abrían más que los otros a su mensaje de salvación. (...) Los que deseaban reconstruir su vida eran los más dispuestos a escuchar a Jesús y a ser sus discípulos. Podéis seguir sus huellas; también vosotros podéis crecer especialmente cerca de Jesús precisamente porque habéis decidido volver a Él".