(VIS/InfoCatólica*) Como todos los días del Señor, este domingo Benedicto XVI se asomó a la ventana de su estudio para rezar el Ángelus con los peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
"En el Evangelio de este domingo -dijo el Papa- encontramos dos invitaciones de Jesús: por una parte "no temáis a los hombres" y por otra "temed a Dios", que "nos llevan a reflexionar sobre la diferencia entre los miedos humanos y el temor de Dios. El miedo es una dimensión natural de la vida. Desde pequeños sentimos formas de miedo que más tarde se revelan imaginarias y desaparecen, otras aparecen después y tienen bases precisas en la realidad: debemos afrontarlas y superarlas con empeño y confianza en Dios".
"Pero también, y sobre todo en nuestros días -prosiguió el Santo Padre-, hay una forma de miedo más profunda, existencial, que roza a veces la angustia: nace de una sensación de vacío, ligada a una cultura impregnada de un nihilismo teórico y práctico. Frente al amplio (...) panorama de los miedos humanos, la Palabra de Dios es clara: quien "teme" a Dios "no tiene miedo". El temor de Dios, que las Escrituras definen como "el principio de la verdadera sabiduría", coincide con la fe en Él, con el sagrado respeto por su autoridad sobre la vida y el mundo".
"El que teme a Dios está tranquilo incluso en medio de los temporales porque Dios, como Jesús ha revelado, es Padre lleno de misericordia y de bondad. El que lo ama no tiene miedo. (...) Por eso, el creyente no se atemoriza ante nada porque sabe que está en las manos de Dios, sabe que el mal y lo irracional no tienen la última palabra porque el único Señor del mundo y de la vida es Cristo, el Verbo de Dios encarnado".
El Papa habló por último de San Pablo, que "fuerte de la presencia de Cristo y confortado por su amor no tuvo miedo ni siquiera del martirio". El Santo Padre recordó que el 28 de junio inaugurará el Año Jubilar que conmemora el bimilenario del nacimiento del Apóstol de las gentes y exclamó. "¡Qué este gran acontecimiento espiritual y pastoral suscite en nosotros una renovada confianza en Jesucristo que nos llama a anunciar su Evangelio sin temor alguno".