(Ep/La Razón) El cardenal arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco, asegura en su carta de esta semana que «cuando se apuesta por el relativismo moral y jurídico, los fundamentos objetivos de los valores que inspiran y gobiernan el orden internacional se ven afectados y amenazados» y, además, «los principios inderogables e inviolables formulados y consolidados por las Naciones Unidas se ven minados en su base».
El purpurado recuerda que la Iglesia «tiene un compromiso con la defensa y difusión de los Derechos Humanos» y afirma que «ningún cristiano debe dudar de la necesaria legitimidad de la comunidad internacional en defensa de tales derechos humanos».
De igual modo, expresa que «los Estados no pueden aprovechar el acto de plasmar los derechos humanos en su Carta Magna para luego rebajar su contenido o relativizar su significado».
En su carta, que titula ‘Compromiso con los Derechos Humanos’, el titular de la archidiócesis de Valencia considera que «la humanidad de hoy necesita una búsqueda más profunda de los medios para prevenir y controlar los conflictos».
A la hora de afrontar los «nuevos e insistentes desafíos de nuestra civilización», el cardenal Agustín García-Gasco considera que la promoción de los derechos humanos universales «sigue siendo la estrategia más eficaz para extirpar las desigualdades entre países y grupos sociales, así como para aumentar la seguridad».
Además, el bien común que los derechos humanos permiten conseguir «no se logra simplemente con la aplicación de procedimientos correctos ni tampoco a través de un mero equilibrio entre derechos contrapuestos», según subraya el purpurado, que anima en su carta a «redoblar los esfuerzos ante quienes presionan para alterar los fundamentos de la Declaración Universal de los Derechos Humanos alejándola de la protección de la dignidad humana por satisfacer intereses particulares».
En realidad, continúa el cardenal García-Gasco, la Declaración «fue adoptada como un «ideal común» y no puede ser aplicada por partes separadas, según tendencias u opciones selectivas que contradicen la unidad de la persona humana y la indivisibilidad de los derechos humanos».
Al término de su carta, el purpurado insiste en que «la alianza entre verdad del ser humano y auténtica libertad es el único fundamento consistente para una verdadera cultura de los derechos que permite proteger la dignidad de todo ser humano que viene a este mundo». En este sentido, resalta cómo la Doctrina Social de la Iglesia «está firmemente comprometida en mostrar a toda persona de buena voluntad la fecundidad de esta alianza».
La Declaración Universal de los Derechos Humanos «ha demostrado ser un fecundo camino que no puede destruirse por un relativismo veleidoso que no traerá la paz a la familia humana», finaliza la carta.