(Inmaculada Álvarez/Zenit.org) El Papa Benedicto XVI afirmó ayer que, en la situación actual de crisis de la modernidad, es urgente volver a proponer un "diálogo fecundo" entre la filosofía y la teología, durante una audiencia concedida a los participantes en el VI Simposio Europeo de Profesores Universitarios.
Profesores de 26 países europeos, junto con el cardenal Camillo Ruini, obispo vicario para la diócesis de Roma, fueron recibidos por el Papa en la Sala Clementina del Vaticano, tras concluir este Simposio que ha tenido lugar en Roma del 5 al 8 de junio, sobre el tema "Alargar los horizontes de la racionalidad. Perspectivas para la filosofía".
El Santo Padre afirmó que la actual crisis de la modernidad "no es sinónimo del decline de la filosofía", sino que, al contrario, "la filosofía debe empeñarse en un nuevo camino de búsqueda para comprender la verdadera naturaleza de esta crisis".
"El deseo de plenitud de la humanidad no puede ser desoído: necesita propuestas adecuadas. La fe cristiana está llamada a hacerse cargo de esta urgencia histórica, implicando a todos los hombres de buena voluntad en una empresa similar".
El nuevo diálogo entre la fe y la razón, continuó el Papa, "no puede darse en los términos y en los modos en que se desarrolló en el pasado. Si no quiere verse reducido a un ejercicio intelectual estéril, debe partir de la situación concreta del hombre, y sobre ella desarrollar la reflexión que recoja la verdad ontológico-metafísica".
"Desde el inicio de mi pontificado he escuchado con atención las peticiones que me llegan de los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, y a la luz de tales expectativas, he querido ofrecer una propuesta de investigación que me parece que podría suscitar interés para el relanzamiento de la filosofía y de su papel insustituible dentro del mundo académico y cultural".
"La modernidad, si se comprende bien, revela una 'cuestión antropológica' que se presenta de una manera mucho más compleja y articulada de cuanto preveían las reflexiones filosóficas de los últimos siglos, sobre todo en Europa". No se trata de un mero fenómeno cultural, advierte el Papa, sino que implica "una más exacta comprensión de la naturaleza del hombre".
En la búsqueda de soluciones a esta "prolongada crisis", el Santo Padre considera significativo que muchos pensadores contemporáneos propongan una apertura a las religiones, y en particular al cristianismo: "es un signo evidente del deseo sincero de sacar a la reflexión filosófica de la autosuficiencia".
Frente a esto, el Papa recuerda que el cristianismo hizo, "desde los albores de la historia", una elección clara entre el pensamiento mítico y la filosofía, a favor de la segunda. "Esta afirmación, que refleja el camino del cristianismo desde sus comienzos, se revela plenamente actual en el contexto histórico cultural que estamos viviendo".
"De hecho, sólo a partir de esta premisa, que es histórica y teológica al mismo tiempo, es posible salir al encuentro de las nuevas perspectivas de la reflexión filosófica".
Pero en este camino hay dos riesgos que el cristianismo debe evitar: por un lado, el de ser instrumentalizado como un "fenómeno subrepticio", es decir, oculto; y por otro el de que la fe cristiana se quede en el "mundo abstracto de las teorías".
"La fe cristiana debe ser descendida a una experiencia histórica concreta que alcance al hombre en la verdad más profunda de su existencia. La comprensión del cristianismo como real transformación de la existencia del hombre, si por un lado empuja a la reflexión filosófica a un nuevo acercamiento a la religión, por otro la anima a no perder la confianza en poder conocer la realidad", afirmó.
El Papa aseguró que es necesario promover "centros académicos de alto perfil, en los que la filosofía pueda dialogar con el resto de las disciplinas, especialmente con la teología, favoreciendo nuevas síntesis culturales idóneas que orienten el camino de la sociedad".
"Confío en que las instituciones académicas católicas sean disponibles a la realización de verdaderos laboratorios culturales".
Además, el Papa cree necesario "invitar a los jóvenes a emprender estudios filosóficos". "Estoy seguro de que las nuevas generaciones, con su entusiasmo, sabrán responder generosamente a las esperanzas de la Iglesia y de la sociedad".
"La propuesta de 'alargar los horizontes de la racionalidad' no debe, por tanto, ser contada entre las nuevas líneas del pensamiento filosófico y teológico, sino que debe ser entendida como la necesidad de una nueva apertura hacia la realidad a la que la persona humana, en su uni-totalidad, está llamada, superando antiguos prejuicios y reduccionismos, para abrir así el camino hacia una verdadera comprensión de la modernidad".