(María Martínez/Alfa y Omega) Ha llegado dinero y también expertos de todo el mundo, y las mismas víctimas del ciclón se acercan a los conventos para ofrecer lo que tienen, o forman grupos para ir a las zonas más afectadas. La Iglesia católica, un 1% de la población birmana, intenta sortear las barreras del Gobierno para llevar ayuda a las víctimas del ciclón Nargis.
Tras el terremoto en China, Birmania (Myanmar), donde, según datos de la ONU, el ciclón Nargis puede que haya dejado hasta 200.000 víctimas -muertos o desaparecidos- el pasado 3 de mayo, ha pasado a segundo plano. Según esos mismos datos, dos millones de personas esperan ayuda. Superando muchos obstáculos, la Iglesia ha conseguido llegar a unos 60.000 damnificados. Doña Mónica Pérez Cobo, responsable para el Sudeste asiático de Cáritas España, subraya que la red internacional de Cáritas se puso en marcha en cuanto se produjo la catástrofe. Lo primero que se envía siempre es gente, «entre seis y doce expertos en emergencias», para coordinar las primeras actuaciones y evaluar las necesidades. En este caso ha habido suerte, al encontrarse en Birmania tres expertos que revisaban proyectos anteriores.
Las 15 organizaciones católicas del grupo Cooperación Internacional para el Desarrollo y la Solidaridad enviaron, en un primer momento, 50.000 euros. Cáritas ha reclutado y está formando, además, a más de 300 voluntarios locales que, divididos en pequeños grupos y acompañados de los expertos, se han desplazado hacia las zonas más afectadas para, a través de la Iglesia local, distribuir la ayuda más urgente y «ver cómo está la situación». Lo más necesario en este momento es agua potable, alimentos, medicamentos, tiendas, mantas y ropa de abrigo. Pero la ONU, fiel a su agenda, está incluyendo en sus envíos 250.000 preservativos y también kits de salud reproductiva, que incluyen píldoras abortivas y aspiradores manuales para abortos.
En Birmania, los católicos no llegan al 1% de la población, pero «son muchos los que piden ayuda a la Iglesia» -explicaba hace unos días el arzobispo de Rangún, monseñor Charles Bo-, a pesar de tratarse de una Iglesia pobre. La gente también se acerca a los centros católicos para ofrecer lo que tienen, explica la Hermana Ignacia Aramburu, la única religiosa extranjera de las más de cien Franciscanas Misioneras de María Inmaculada que hay en el país. A sus 88 años, ya no se encuentra en activo, pero -cuenta a Alfa y Omega- muchas de sus hermanas también han salido en grupos durante varios días para repartir comida y curar a los enfermos. «Ha habido muchos muertos -narra-, y mucha gente lo ha perdido todo. Además, ahora empieza la estación de las lluvias, que hace todo más complicado. Pero todavía no se ha oído nada de que haya epidemias». El Gobierno está preparando los colegios -también los de las Franciscanas- para alojar a los damnificados.
Ni envíos, ni visados, ni dinero
Las relaciones de la Junta con los cristianos nunca han sido buenas. 80 Franciscanas Misioneras fueron expulsadas del país en 1966 por el Gobierno militar. Sólo quedaron en Birmania la Hermana Ignacia y otra religiosa española, que habían llegado en 1948. Tras la catástrofe, la actitud de la Junta no ha cambiado. La Hermana Ignacia calcula que ésta sólo reparte una cuarta parte de la ayuda que recibe: «Todo tiene que pasar por el Gobierno. Aquí dicen que lo dan en cuanto lo reciben, pero no es verdad». La ayuda tampoco se les puede enviar directamente a ellas, «porque todo pasa por la aduana y se lo quedan». Cáritas tiene un cargamento de material preparado en Tailandia pero «la Junta Militar sólo permite su entrada a condición de que lo distribuya el Gobierno», algo a lo que no están dispuestos -aclara la señora Pérez Cobo-. De todas formas -continúa-, la mayoría de la ayuda que reparte Cáritas se compra en el propio país, «para favorecer el desarrollo local». Al principio se consiguió en las ciudades más afectadas, «pero los precios están subiendo y los suministros empiezan a escasear. Estamos intentando negociar con el Gobierno, así como desplazarnos a zonas no afectadas para comprar».
Otro problema son los visados, que en condiciones normales tardan en obtenerse dos o tres semanas, y ahora se han retrasado aún más, explican desde Cáritas. Los nueve trabajadores que ya han llegado pudieron entrar gracias a un visado multipaís. También es difícil -continúa Mónica Pérez- hacer llegar dinero: «La Iglesia local lleva desde la catástrofe hasta ahora para abrir una cuenta» donde recibir la ayuda. El dinero empleado hasta ahora «lo ha adelantado la Iglesia local. También estaba la cuenta del obispo, y los fondos que tenían los trabajadores de Cáritas que estaban ya allí». Una vez abierta la cuenta, Cáritas reembolsará estos gastos y continuará los envíos.
La ayuda que está prestando la Iglesia no es sólo material. Además de muerte y destrucción, el Nargis ha dejado tras de sí un gran desconcierto, y mucha gente ha quedado traumatizada, sobre todo los niños que han perdido a sus padres, explicaba monseñor Bo. Por ello, Cáritas ha trasladado a la zona a especialistas capaces de ofrecer apoyo psicológico en estos casos, incluso para los mismos voluntarios, que, además de haber perdido a seres queridos, están siendo testigos de las peores consecuencias del ciclón, «porque están llegando a zonas donde todavía no ha ido nadie».