(Darío Menor/La Razón) Consciente de las dificultades que sufren por encontrarse lejos de sus familias y en un país extraño, el Papa hizo ayer un nuevo llamamiento a favor de los inmigrantes. En su discurso a los participantes en la sesión plenaria del Pontificio Consejo de la Pastoral para la Inmigración, Benedicto XVI hizo hincapié en la importancia de la reunificación de las familias, ya que éstas suponen un importante «factor de integración».
Las palabras del Pontífice van en consonancia con una de las intervenciones públicas que realizó en su reciente viaje a Estados Unidos, país al que animó a que «continúe en su empeño de acoger a los hermanos y hermanas que llegan, principalmente, de los países pobres», como ayer recordó. El discurso del Pontífice cobra una mayor importancia dentro de las drásticas medidas que las autoridades italianas han emprendido contra la inmigración ilegal en el país, que han llevado a la detención de cientos de inmigrantes. Además, Berlusconi prepara un paquete de medidas contra la inmigración ilegal que presentará la próxima semana. De esta forma, materializa una de las promesas electorales que le ha llevado de nuevo a la Presidencia.
En este contexto, el Papa quiso contemplar la inmigración desde una perspectiva cristiana y realizó incluso un llamamiento a la Iglesia para que «facilite la participación en la misa a los emigrantes y desplazados», ya que en la Eucaristía se halla un «fortísimo retorno» a la familia y al matrimonio. Además, quien va a misa, encuentra fuerzas para vivir sus circunstancias «con una perspectiva de fe, buscando en la gracia divina la fuerza necesaria» para superar situaciones difíciles. Las migraciones representan «una frontera importante para la nueva evangelización», reconoció Benedicto XVI, quien animó a los participantes en la sesión plenaria a que «prosigan su empeño pastoral con renovado celo». «Os aseguro mi cercanía espiritual. Os acompaño con mis oraciones para que el Espíritu Santo haga provechosa cada una de vuestras iniciativas», afirmó.
La familia, incluso la que está separada por la inmigración, es la «célula original de la sociedad», recordó Benedicto XVI, por lo que debe ser defendida «con valentía y paciencia» para que no sea destruida. «Representa la comunidad en la cual desde la infancia se enseña a adorar y amar a Dios», en la que se aprende la «gramática» de los valores humanos así como a hacer buen uso «de la libertad en la verdad». Desgraciadamente, se lamentó el Pontífice, el «fenómeno de la movilidad humana» dificulta especialmente este proceso.