(VIS) A las 17,45 hora local, el Papa presidió la celebración de las Vísperas con los obispos de Estados Unidos en el Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción de Washington.
Al comienzo de la homilía, el Santo Padre destacó "la gran vitalidad y creatividad" del pueblo americano, así como su generosidad por los pobres y necesitados, que se manifiesta también en "las distintas formas de asistencia humanitaria de los católicos a través de las Caritas católicas y de otras agencias".
Tras poner de relieve que "América también es una tierra de gran fe", cuyos habitantes se distinguen por el "fervor religioso", Benedicto XVI subrayó que "no dudan en introducir en los discursos públicos argumentos morales". Por otra parte, "el respeto por la libertad religiosa está profundamente arraigado en la conciencia americana".
El Papa señaló que "la gente necesita que se le recuerde cuál es el fin último de su vida. (...) Sin Dios, (...) nuestras vidas están realmente vacías. (...) La meta de toda nuestra actividad pastoral y catequética, el objeto de nuestra predicación, el centro mismo de nuestro ministerio sacramental ha de ser ayudar a las personas a establecer y alimentar semejante relación vital con "Jesucristo nuestra esperanza".
En un tiempo en el que "el progreso de las ciencias médicas lleva nueva esperanza a muchos, pueden darse desafíos éticos impensables anteriormente. Esto hace que sea más importante que nunca asegurar una sólida formación en las enseñanzas morales de la Iglesia para aquellos católicos que trabajan en el ámbito de la salud". En este contexto, aseguró a los obispos: "Vuestra voz tiene mucho que ofrecer a la discusión sobre las cuestiones sociales y morales de la actualidad. (...) Es vuestro deber procurar que la formación moral ofrecida a cada nivel de la vida eclesial refleje la auténtica enseñanza del Evangelio de la vida".
El Santo Padre subrayó que "un tema de profunda preocupación es la situación de la familia dentro de la sociedad". En este sentido afirmó que "el divorcio y la infidelidad están aumentando, y muchos jóvenes hombres y mujeres deciden retrasar la boda o incluso evitarla completamente". Por otra parte, hay "una alarmante disminución de bodas católicas en Estados Unidos, junto con un aumento de convivencias en las que está ausente la recíproca entrega de los esposos a la manera de Cristo, mediante el sello de una promesa pública de vivir las exigencias de un compromiso indisoluble para toda la vida".
"Es vuestro deber proclamar con fuerza los argumentos de fe y de razón que hablan del instituto del matrimonio, entendido como compromiso para la vida entre un hombre y una mujer, abierto a la transmisión de la vida. Este mensaje debería resonar ante las personas de hoy, ya que es esencialmente un "sí" incondicional y sin reservas a la vida, un "sí" al amor y un "sí" a las aspiraciones del corazón de nuestra común humanidad, a la vez que nos esforzamos en realizar nuestro profundo deseo de intimidad con los demás y con el Señor".
El Papa afirmó que "uno de los signos contrarios al Evangelio de la vida" es "el abuso sexual de los menores" por parte del clero. "Habéis recibido de Dios una responsabilidad como pastores de vendar las heridas causadas por cada violación de la confianza, favorecer la curación, promover la reconciliación y acercaros con afectuosa preocupación a cuantos han sido tan seriamente dañados".
"Hay que recordar que mientras la inmensa mayoría de los sacerdotes y religiosos en América realiza una excelente labor por llevar el mensaje liberador del Evangelio a las personas confiadas a sus cuidados pastorales, es de vital importancia que los sujetos vulnerables estén siempre protegidos de cuantos pudieran causarles heridas".
El Santo Padre puso de relieve que los niños "tienen derecho de ser educados en los auténticos valores morales basados en la dignidad de la persona humana. (...) Debemos reafirmar con urgencia los valores que sostienen la sociedad, a fin de ofrecer a jóvenes y adultos una sólida formación moral. (...) Ciertamente, cada miembro de la sociedad puede contribuir a esta renovación moral y sacar beneficio de ello.
Refiriéndose a los sacerdotes, el Papa subrayó que "también ellos necesitan la guía y la cercanía" de los obispos "durante este tiempo difícil. (...) En este momento una parte vital de vuestra tarea es reforzar las relaciones con vuestros sacerdotes, especialmente en aquellos casos en que ha surgido tensión entre sacerdotes y obispos como consecuencia de la crisis. Es importante que sigáis demostrándoles vuestra preocupación, vuestro apoyo y vuestra guía con el ejemplo".
"Tenemos que redescubrir la alegría de vivir una existencia centrada en Cristo, cultivando las virtudes y sumergiéndonos en la oración. (...) El tiempo pasado en la oración nunca es desperdiciado, por muy importantes que sean los deberes que nos apremian por todas partes".
Durante el encuentro tres obispos plantearon unas preguntas al Papa.
La primera pregunta fue cómo valoraba el Santo Padre los retos del secularismo y el relativismo y se le pidieron al mismo tiempo sugerencias para afrontarlos desde el punto de vista pastoral.
"Tal vez, el tipo de secularismo de América -respondió- plantea un problema particular: mientras permite creer en Dios y respeta el papel público de la religión y de las Iglesias, reduce sutilmente sin embargo la creencia religiosa al mínimo común denominador. La fe se transforma en aceptación pasiva de que ciertas cosas "allí fuera" son verdaderas, pero sin relevancia práctica para la vida cotidiana. El resultado es una separación creciente entre la fe y la vida: (...) Esto se ve agravado por un planteamiento individualista y ecléctico de la fe y la religión: alejándose de la perspectiva católica de "pensar con la Iglesia", cada uno cree tener derecho de seleccionar y escoger".
"Estoy convencido de que lo que necesitamos es un mayor sentido de la relación intrínseca entre el Evangelio y la ley natural por una parte y, por otra, la consecución del auténtico bien humano, como se encarna en la ley civil y en las decisiones morales personales. En una sociedad que tiene justamente en alta consideración la libertad personal (...) el Evangelio debe ser predicado y enseñado como modo de vida integral, que ofrece una respuesta atrayente y veraz, intelectual y prácticamente, a los problemas humanos reales. (...) Creo que la Iglesia en América tiene ante sí en este preciso momento de su historia el reto de encontrar una visión católica de la realidad y presentarla a una sociedad que ofrece todo tipo de recetas para la autorrealización humana de manera atrayente y con fantasía".
La segunda pregunta fue sobre el proceso silencioso de abandono de la práctica religiosa por parte de los católicos, a veces explícitamente, pero más a menudo de forma gradual, alejándose de la identificación con la Iglesia.
"En las sociedades occidentales se hace cada vez más difícil hablar de manera sensata de "salvación" -observó el Papa-. Sin embargo, la salvación -la liberación de la realidad del mal y el don de una vida nueva y libre en Cristo- está en el corazón mismo del Evangelio. Hemos de redescubrir, como ya he dicho, modos nuevos y atractivos para proclamar este mensaje. (...) En la liturgia de la Iglesia, y sobre todo en el sacramento de la Eucaristía, es donde se manifiestan estas realidades de manera más poderosa y se viven en la existencia de los creyentes; quizá tenemos todavía mucho que hacer para realizar la visión del Concilio sobre la liturgia como ejercicio del sacerdocio común y como impulso para un apostolado fructuoso en el mundo".
Por último, respondiendo a una pregunta sobre el declive de las vocaciones, Benedicto XVI recordó que "la capacidad de suscitar vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa es un signo seguro de la salud de una Iglesia local", y reafirmó la necesidad de la oración. "No hablo solamente -dijo- de la oración por las vocaciones. La oración misma, nacida en las familias católicas, fomentada por programas de formación cristiana, reforzada por la gracia de los sacramentos, es el medio principal por el que llegamos a conocer la voluntad de Dios para nuestra vida"
Antes de despedirse, el Papa mencionó "el inmenso sufrimiento padecido por el pueblo de Dios en la archidiócesis de Nueva Orleans como consecuencia del huracán Katrina, así como su valor ante el reto de los trabajos de reconstrucción". El Santo Padre regaló un cáliz al arzobispo de esta sede, monseñor Alfred Hughes, "como signo -dijo- de mi solidaridad y oración con los fieles de la archidiócesis".
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Discurso completo de Benedicto XVI a los Obispos de EEUU