(Vatican Insider) Venezuela vive un delicado momento de incertidumbre política. En enero Hugo Chávez Frías no pudo tomar posesión de su puesto para un nuevo mandato como presidente, a causa del cáncer que padece y lo ha obligado a permanecer en La Habana (Cuba) donde es tratado médicamente. La oposición exige nuevas elecciones y la expectativa crece día a día. Pero el gobierno chavista decidió responder con una creciente agresividad verbal. ¿Por qué? ¿Temor? ¿Qué piensa la Iglesia? El cardenal arzobispo de Caracas, Jorge Urosa Savino, responde en una entrevista al Vatican Insider.
¿Cómo se vive la incertidumbre política en Venezuela, provocada por la estancia del presidente Chávez en Cuba?
Hay actualmente una situación muy particular porque el presidente no está, porque ha habido una especie de solución judicial a la no juramentación del nuevo cargo (del mandatario). Por otra parte, existe una gran parte de la población que se siente completamente insatisfecha con esa solución y eso genera incertidumbre, diversas expectativas entre las cuales un posible proceso electoral en caso de que el presidente no pueda definitivamente tomar las riendas del poder.
La Iglesia, ¿cómo afronta este momento?
En este escenario el episcopado ha hecho llamados muy serios, y yo los reitero, a la estabilidad, a la calma, a deponer cualquier actitud de violencia. Se ha observado, en las últimas dos semanas, una agresividad verbal muy fuerte por parte de personeros del gobierno que considero muy peligrosa y que no conduce a nada, está siendo usada sin una base real porque el país está esperando que se resuelvan los problemas, que el presidente regrese, tome posesión y se encaminen las cosas con normalidad.
¿Es posible que se desborden las cosas?
Nadie está pensando en provocar soluciones de fuerza. Por eso me parece que esa agresividad por parte de algunos exponentes del gobierno no está justificada y no debería continuar. Más bien debería haber una actitud de calma, de infundir tranquilidad en la población para que el país vaya adelante sin sobresaltos y sin peligros de una violencia peor.
Usted participa estos días en la asamblea del Pontificio Consejo para la Cultura del Vaticano dedicada a los problemas de los jóvenes. ¿Dificultades que también afectan a la juventud venezolana?
La sociedad y el país, no ha sido capaz de producir una educación o el empleo suficiente para que los jóvenes vean un futuro en el campo de la inserción en la economía. Entonces existe una gran cantidad de muchachos que se están yendo al submundo de la violencia, de la droga, del crimen y terminan siendo víctimas de la violencia que ellos mismos generan o siendo victimarios de otros. Tenemos un problema muy serio y es preciso tomar medidas al respecto.
¿Qué significa para la Iglesia esta asamblea?
Es muy importante porque es una señal de que la Santa Sede y la Iglesia universal queremos acercarnos cada vez más a los jóvenes para llevarles un mensaje de esperanza en medio de una situación compleja para la juventud en el mundo de hoy. Un mundo que parece hecho a la medida de los adultos, que no da suficiente esperanza a los jóvenes, no procura incluirlos lo suficiente, especialmente en los países del hemisferio Occidental donde los gobiernos no están haciendo el esfuerzo que deben para ofrecerle a los muchachos las oportunidades necesarias de una buena educación, de sentirse aceptados, de un futuro mejor y de buenos trabajos.
La sociedad en el Occidente está dominada por un consumismo que pone el acento en el tener y no en el ser, entonces se genera una especie de frustración porque uno no puede alcanzar a tener todas las cosas materiales que ofrece la publicidad engañosa a través de los medios de comunicación social.
Se debe enviar un mensaje a la sociedad en general para que piensen más en el ser humano como una persona que tiene una vocación a la trascendencia y no puede simplemente ser considerado como una pieza más del mundo del consumo. Y a los gobiernos pedirles que ofrezcan a los jóvenes los elementos para que no se sientan frustrados y no deban recurrir a los extremos de la droga o de la violencia para alcanzar una afirmación de su personalidad que es totalmente destructiva. El materialismo no llena las esperanzas y los anhelos del ser humano.