(EP) En su declaración, los procesados han manifestado que no eran conscientes de que fueran a causar problemas al rezar por el rito musulmán en el citado templo, algo que parte de los ocho acusados señala que desconocía que estuviera prohibido, asegurando que ya lo han hecho en otras ocasiones en iglesias católicas de Austria, y apostillan que no acordaron montar «una algarabía» en el interior.
Mientras, algunos de los vigilantes de seguridad han declarado ante el juez que los actos para el rezo estaban «perfectamente planificados», a lo que añaden que al grupo, compuesto por más de cien turistas, se le informó en la entrada que no estaba permitido el rezo por el rito musulmán, y uno de ellos ha puntualizado que al 80 o 90 por ciento de los turistas que se ponen a rezar por dicho rito y se les avisa de que no está permitido «hacen caso» y paran.
Al respecto, el líder del grupo, el acusado Z.E., natural de Bagdag (Irak), ha defendido que no es correcto que quedaran todos en un punto en concreto para iniciar el rezo, de hecho «la mayoría del grupo no rezó», sino que él lo inició de modo «espontáneo» y se juntaron «unos pocos» a rezar detrás de él, aunque no sabe cuántas personas del grupo de unas 110.
Además, ha señalado que antes de empezar a rezar «nadie» le dijo que no pudiera hacerlo, si bien después le avisó un vigilante, pero dice que continuó «porque si paraba, el rezo no era válido». En ese instante, según su testimonio, hubo gente que no era del grupo que le dijo al vigilante que le dejara terminar de orar.
Sin embargo, Z.E. ha relatado que cuando llegó otro agente, éste le cogió su cabeza, se la puso en las rodillas y no le dejaba levantarse; momento en el que admite que se inició «el tumulto», en el que, según él, le golpearon, pero ni él, ni gente de su grupo golpearon «a nadie, ni han utilizado cuchillos», como apunta el acusado, quien indica que el personal de seguridad empezó a gritarle «con fuerza» y dice que sintió «pánico», ante lo cual pidió a la gente que no le dejaran solo.
No utilizó la navaja que llevaba
Por su parte, el acusado M.S.S. ha declarado que en el momento de los hechos estaba «en el lado contrario del templo», cuando escuchó «los gritos» y posteriormente dice que observó cómo perseguían al compañero, Z.E., y un vigilante le cogió por el cuello, en el momento en el que se dirigía a la salida de la Catedral, cuyas puertas habían cerrado.
De igual modo, argumenta que aunque portaba en sus ropas una navaja suiza en el momento de los hechos, asegura que no la utilizó ni la sacó, al tiempo que niega que causara alguna lesión a ninguno de los vigilantes. Además, dice que se quedó en la zona como «testigo de lo que pasaba» y «por seguridad de su compañero», porque «había escuchado que lo querían matar».
De otro lado, el procesado E.G., quien llevaba muletas el día de autos, defiende que no es cierto que agrediera a uno de los agentes de la Policía Nacional con ella, sino que dijo a los policías «que fueran tranquilos», pero, según él, le tiraron las muletas y cayó al suelo.
Asimismo, el acusado H.K. ha manifestado que no sabía «nada» de que alguien del grupo fuera a rezar y recuerda que tiempo atrás le habían comentado que no se podía rezar por el rito musulmán en la Catedral de Córdoba. También, dice que se puso «en un sitio tranquilo» y se quedó «para ver lo que pasaba», aunque confiesa que no vio el incidente de lesión al vigilante ni participó.
Aseguran que no hicieron corro para proteger al líder
Mientras tanto, el procesado O.A. ha justificado que él no rezó, pues, según comenta, en la entrada del templo le dijeron que no se podía rezar por el rito musulmán, y tras ver la acción de los vigilantes con Z.E., asegura que entre todos no hicieron un cordón para proteger al compañero, a lo que apostilla que el vigilante dijo a Z.E. que lo iba «a matar» y, según él, éste no tenía lesiones.
A ello se une el relato del igualmente acusado H.B.A., quien ha precisado que rezaron unas 20 o 30 personas, entre las que se encontraba él, dado que reitera que no sabía que no se pudiera rezar por el rito musulmán en el citado templo, aunque asevera que no vio lo que pasaba y añade que «si hubiera sabido que se lía ese problema no lo hubiera hecho».
Por su parte, el procesado M.K. ha detallado que los vigilantes avisaron que no se podía rezar por el rito musulmán, y pese a que Z.E. «dirigió» el rezo, según su declaración, uno de los vigilantes lo cogió con sus piernas, cuando comienza «el tumulto», y después del brazo. Él se limitó a tranquilizar al vigilante, al que no le vio que tuviera lesiones, como ha subrayado, y en cambio sí advierte que los agentes estaban «agresivos».
En relación a N.M., también acusado, ha relatado que escuchó «el tumulto», pero, como ya declararan anteriores, dijo al vigilante que «se tranquilizara», y defiende que no participó en ninguna agresión, ni intentó quitar la pistola a alguno de los vigilantes, al tiempo que escuchó decir a uno de los vigilantes «estamos en guerra, alguien va a morir».
La primera «situación crítica» y con «violencia palpable»
En cuanto a los vigilantes de seguridad, uno de ellos ha expresado ante el juez que se intentó acercar a la zona, pero le daban «empujones», y dice que es «incierto» que agarrara de la cabeza al líder del grupo, que, según él, le propinó «un puñetazo» en la cara y describe que los compañeros de seguridad sacaron sus defensas, todo ello en «una marabunta» y «una situación crítica», que, como apunta, es la primera que vive desde el año 2004 en el que accede al puesto de vigilante.
El mismo relata que vio un cuchillo en uno de los acusados, que al intentar esquivarlo, se hirió en una mano. Asimismo, recuerda que «no es la primera vez» que se producen rezos por otros ritos en la Catedral, pero desde 2004 «nunca ha habido agresiones tan radicales» como en esta ocasión, dado que, como ha explicado, cuando a los creyentes se les pide parar hacen caso, pero en este caso «venían a ello, estaba perfectamente planificado y se pusieron en zonas sin cámaras de seguridad».
Igualmente, ha relatado que una vez que concluyeron los hechos «las amenazas de muerte» hacía él, por parte de algunos de los acusados «fueron constantes». Y el responsable del servicio de seguridad ha reiterado que la acción «estaba perfectamente organizada», por la forma en la que entraron «dispersos» y después «se congregaron en segundos» en un punto, al tiempo que destaca que se le informó al grupo que no estaba permitido el rezo por el rito musulmán y, a su juicio, «la violencia era palpable».
En concreto, el fiscal solicita para los ocho acusados penas por un total de 14 años y nueve meses de prisión por la comisión de un delito de desórdenes públicos, un delito de lesiones, un delito de atentado a agentes de la autoridad, una falta de lesiones leves y una falta de maltrato de obras. El juicio ha quedado visto para sentencia este mismo lunes.