(Zenit/InfoCatólica) En una espléndida ceremonia en la basílica de San Pedro, Benedicto XVI ordenó cuatro nuevos obispos. Uno de ellos, el nigeriano Fortunatus Nwachurwu que fue nombrado el 12 de noviembre pasado nuncio apostólico en Nicaragua. Otro es su secretario personal monseñor Georg Ganswein, que asumió como prefecto de la Casa Pontificia, o sea el grupo que se ocupa más de cerca del papa y de su agenda. El tercer obispo es el genovés Nicolás Thevenin, nombrado nuncio apostólico el 15 de diciembre pasado, y por último el italiano Angelo Zani, secretario de la Congregación para la Educación Católica.
La ceremonia para recibir la plenitud del sacramento del Orden, que permite entrar al colegio apostólico y transmite la continuidad con Pedro, es compleja, pues incluye entre otros particulares la unción de los futuros obispos, la imposición de las manos, la entrega del báculo, del anillo y de un evangelio, y para indicar la colegialidad participan varios obispos.
En su homilía, el Papa recordó que para la Iglesia, esta fiesta se llama «Epifanía», “la aparición del Divino”, y que “este encuentro con Dios en la figura del Niño es una Epifanía de la bondad de Dios y de su amor por los hombres”.
El Papa se preguntó, refiriéndose a los nuevos obispos: “¿Cómo debe de ser un hombre al que se le imponen las manos por la ordenación episcopal en la Iglesia de Jesucristo?” Recordó que así como los Magos fueron hombres inquietos, que dejaron atrás sus comodidades y dignidades para ver cómo era Dios y adorarlo, así también “la inquietud del hombre hacia Dios y, a partir de ella, la inquietud de Dios hacia el hombre, no deben dejar tranquilo al Obispo. El Obispo ha de ser sobre todo un hombre de fe, que va delante, que indica a los hombres el camino hacia la fe, la esperanza y el amor”.
La misión del Obispo "no es solo la de caminar en esta peregrinación junto a los demás, sino la de preceder e indicar el camino".
Volviendo a evocar a los Magos de Oriente, el Papa enseñó que ellos eran también y sobre todo “hombres que tenían valor, el valor y la humildad de la fe, (porque) la búsqueda de la verdad era para ellos más importante que las burlas del mundo, aparentemente inteligente”, porque los Magos habrían sido objeto de mofa cuando anunciaron que dejarían sus pueblos, para seguir una estrella.
“¿Cómo no pensar, ante una situación semejante, en la misión de un Obispo en nuestro tiempo?”, reflexionó, recordando que “quien vive y anuncia la fe de la Iglesia, en muchos puntos no está de acuerdo con las opiniones dominantes”, por lo que hoy “el valor de contradecir las orientaciones dominantes es hoy especialmente acuciante para un Obispo. Ha de ser valeroso”.
Este valor –advirtió el santo padre–, consiste en “enfrentarse a los criterios de las opiniones dominantes, permaneciendo firme en la verdad”, porque “el temor de Dios libera del temor de los hombres, nos hace libres”. Asi, dijo, “seremos también inevitablemente golpeados por aquellos que, con su vida, están en contraste con el Evangelio, y entonces daremos gracias por ser juzgados dignos de participar en la Pasión de Cristo”.
Para cumplir su misión, el obispo de Roma recordó a sus nuevos hermanos en el episcopado que “la peregrinación interior de la fe hacia Dios se realiza sobre todo en la oración”, y “el Obispo, como peregrino de Dios, ha de ser sobre todo un hombre que reza”. Y estos momentos de oración les servirán para “llevar a Dios sus dificultades y las de los demás, así como sus alegrías y las de los otros, y así, a su modo, establecer el contacto entre Dios y el mundo en la comunión con Cristo, para que la luz de Cristo resplandezca en el mundo”.