(Diario de Navara) La iniciativa empezó para dar servicio a diario y, pasada la festividad de la Virgen del Pilar, se ha reducido a fines de semana y puentes. Pero no porque su ilusión haya ido a menos. Fruto, sencillamente, del menor trasiego de visitantes. Su compromiso es firme. Reciben, según indicó ella, mucho más de lo que dan.
–¿Un regalo mayor, en cuanto a horarios, para Navidad?
Lo hemos pensado y sí vamos a abrir en navidades, pero nos queda precisar los horarios. La gente está respondiendo de maravilla. La experiencia es completamente positiva. En otros lugares se sorprenden de que haya 75 voluntarios entre parroquianos y vecinos involucrados en este proyecto. La gente está muy contenta y todos se prestan a la primera. Hay quien no quiere dejar ni un solo fin de semana.
–¿Han sugerido la idea a las otras dos parroquias de la ciudad?
Quizá el párroco, César González Purroy, sí lo haya hecho. Sería algo ideal que tuviéramos las tres iglesias abiertas.
–¿Tiene constancia de la gente que ha pasado gracias a la generosidad de ustedes?
Es una pena, pero me acordé de registrar este dato cuando todo ya había empezado. Han sido miles y miles. En este puente está pasando mucha gente. El próximo año sí llevaré este control de visitas.
–¿Orgullo patrimonial?
Patrimonial y religioso. La gente tiene que concienciarse de que la iglesia somos todos. Ni lo es el edificio ni lo es el cura y como iglesia que somos tenemos que cooperar en todo. En San Pedro unos ayudan en la liturgia, otros en la sacristía, otros en la limpieza o como catequistas, en el coro, en el catecumenado...
Nosotros queremos intentar acercar más la iglesia a las personas, aunque en los tiempos que estamos se va más a ver que a rezar. Sí es cierto que los peregrinos tienen también sus ratos de oración. En dos ocasiones, incluso, me han pedido permiso para poder cantar. Fue precioso. Parecían ángeles. Fíjese si merece la pena perder una hora de tu tiempo, que te la puedes pasar hablando con alguien en el calle, solo por eso. Agradecen mucho que la iglesia esté abierta y se sorprenden mucho. Del claustro, sobre todo. Cuando lo ven se quedan con la boca abierta. Para nosotros es una satisfacción enorme.
–¿Y a quién hay que darle las gracias?
A César, el párroco. A él se le ocurrió la idea y nosotros la recogimos al instante. Entre tres o cuatro personas nos repartimos la labor de recopilar voluntarios y en poco tiempo logramos casi ochenta. César tenía ciertas reservas en que la respuesta fuera alta, pero yo confiaba plenamente.
–¿Teme que mengüe el compromiso?
Yo tengo mucha fe y la esperanza de que esto continúe. Ya me ocupo de que no se les olvide a ninguno: ni a los que estamos ahora ni al grupo entero que funcionó en verano. Mi felicitación de Navidad, en agradecimiento, la recibirán todos.