Vázquez evocó las pinturas de la parroquia romana de los Santos Mártires Nereo y Aquiles, que representan las torturas que sufrieron los apóstoles: Felipe, lapidado en Frigia; Matías, decapitado en Judea; Tomás, alanceado en la India; Bartolomé, desollado en Armenia... Vázquez animó a los españoles a estar orgullosos de nuestra historia misionera, recordando a figuras como el navarro San Francisco Javier, apóstol de Extremo Oriente, o el mallorquín Junípero Serra, fundador de San Francisco y Los Ángeles en California.
Recordó al dominico Montesinos, que protegió a los indígenas americanos de los abusos de los conquistadores difundiendo una intuición básica de la civilización cristiana: que todos los hombres poseen un alma inmortal y por eso son iguales en dignidad. De ahí surge, dijo, la acción misionera, que predica la doctrina, pero también civiliza con escuelas y hospitales. Recordó también que cuando los ingleses abrieron su primera universidad en sus colonias americanas, las órdenes religiosas católicas tenían ya 26 universidades en el continente.
Recordó también a los jesuitas españoles asesinados en El Salvador, a los maristas asesinados en los Grandes Lagos, a los cartujos mártires de Argelia y a la Iglesia misionera en la clandestinidad en China. «Junto a Italia, los españoles somos el mayor semillero de misioneros, con 14.000 de ellos, incluyendo 120 obispos», señaló. «Hoy, el relativismo y la descristianización nos obligan a ser misioneros en la defensa de nuestros compromisos: la defensa de la vida, de la libertad religiosa y educativa», señaló. Pidió generosidad con Obras Misionales Pontificias y el Domund y recordó varias escenas de su infancia: las huchas que representaban cabezas de distintos países y razas, el Rosario misionero que se rezaba en colegios, con cuentas de distintos colores según el continente... Todo ello, dijo, «expresión de lo más elevado, la civilización y la evangelización, que van ligadas».
(La Razón/InfoCatólica) Vázquez evocó las pinturas de la parroquia romana de los Santos Mártires Nereo y Aquiles, que representan las torturas que sufrieron los apóstoles: Felipe, lapidado en Frigia; Matías, decapitado en Judea; Tomás, alanceado en la India; Bartolomé, desollado en Armenia...
Además recordó al dominico Montesinos, que protegió a los indígenas americanos de los abusos de los conquistadores difundiendo una intuición básica de la civilización cristiana: que todos los hombres poseen un alma inmortal y por eso son iguales en dignidad. De ahí surge, dijo, la acción misionera, que predica la doctrina, pero también civiliza con escuelas y hospitales. Recordó también que cuando los ingleses abrieron su primera universidad en sus colonias americanas, las órdenes religiosas católicas tenían ya 26 universidades en el continente.
El ex embajador ante la Santa Sede tuvo también palabras de elogio para los jesuitas españoles asesinados en El Salvador, los maristas asesinados en los Grandes Lagos, los cartujos mártires de Argelia y la Iglesia misionera en la clandestinidad en China: «Junto a Italia, los españoles somos el mayor semillero de misioneros, con 14.000 de ellos, incluyendo 120 obispos».
El político advirtió que «hoy, el relativismo y la descristianización nos obligan a ser misioneros en la defensa de nuestros compromisos: la defensa de la vida, de la libertad religiosa y educativa». Pidió generosidad con Obras Misionales Pontificias y el Domund y recordó varias escenas de su infancia: las huchas que representaban cabezas de distintos países y razas, el Rosario misionero que se rezaba en colegios, con cuentas de distintos colores según el continente. Todo ello, dijo, «expresión de lo más elevado, la civilización y la evangelización, que van ligadas».