El obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, cree que «el secreto de la entereza» de Ruth Ortiz, la madre de Ruth y José, supuestamente asesinados por su padre, es «creer que sus hijos siguen viviendo», como se cree en la fe cristiana, «que no están aniquilados, sino que su alma sobrevive», y para ella, a su juicio, el alma es «el tesoro de sus hijos, aunque no los pueda acariciar».
En una rueda de prensa, monseñor ha destacado que la madre de los pequeños «espera encontrarse con ellos al terminar la vida terrenal», al tiempo que confiesa que le estimuló la entereza de Ruth, porque es «una mujer fuerte ante lo duro de la situación que está viviendo».
En este sentido, manifiesta que la vio «muy entera» en la Misa de Angelis celebrada este martes en la Santa Iglesia Catedral de Córdoba, y aunque «el sufrimiento lo lleva ella por dentro», también la vio «muy contenta de ver primero que la sociedad arropaba su dolor y que todo este asunto tenía como una dimensión religiosa espiritual».
De hecho, detalla que ella en su comunicado leído en la Acción de Gracias al concluir la eucaristía «transmitió su fe», una fe que el obispo cree que «le da fortaleza». Preguntado por si le sorprendió que la familia paterna de los niños no asistiera a la misa, se ha limitado a contestar que no controló «quienes no estaban», pues las puertas del templo se abrieron por la tarde y entraron miles de cordobeses.
«Un silencio culpable»
Y cuestionado por la homilía en la que aludió al aborto, el obispo ve apropiado que hablara de ello, pues «es un tema en el que hablé de los niños que son obligados a ir a la guerra; que tienen que sufrir el exilio; de los niños que son abusados por los mayores, y también de los niños que son abortados en el seno de su madre», que, como recuerda, «son miles de nuestro entorno».
«Callar eso me parecería un silencio culpable por mi parte», apostilla Demetrio Fernández, quien defiende que hizo «un abanico» en su homilía. En concreto, en la homilía deseó que Ruth y José «intercedan ante Dios para que ningún niño del mundo sufra como ellos»: que «ningún niño tenga que empuñar las armas para ir a la guerra o sufra los horrores del exilio, que ningún niño muera de hambre o porque no tiene acceso a una sanidad elemental, que ningún niño sea explotado por el abuso de los mayores».
Asimismo, se pregunta: «¿No podrán alcanzarnos estos niños que se reduzca el número de abortos que diariamente se producen en nuestro entorno?», algo que le pide a Dios, de manera que «el seno materno, el lugar más seguro y más cálido para el ser humano, no sea nunca más un lugar de amenaza para el ser humano naciente, ya desde su concepción, incluso antes de su anidación en el útero materno». Y añade que «no vale invocar el derecho de la madre para matar a su hijo. ¡Ningún padre, ninguna madre tiene derecho a matar a su hijo! Que Ruth y José nos lo hagan entender a todos».
(EP) En una rueda de prensa, monseñor ha destacado que la madre de los pequeños «espera encontrarse con ellos al terminar la vida terrenal», al tiempo que confiesa que le estimuló la entereza de Ruth, porque es «una mujer fuerte ante lo duro de la situación que está viviendo».
En este sentido, manifiesta que la vio «muy entera» en la Misa de Angelis celebrada este martes en la Santa Iglesia Catedral de Córdoba, y aunque «el sufrimiento lo lleva ella por dentro», también la vio «muy contenta de ver primero que la sociedad arropaba su dolor y que todo este asunto tenía como una dimensión religiosa espiritual».
De hecho, detalla que ella en su comunicado leído en la Acción de Gracias al concluir la eucaristía «transmitió su fe», una fe que el obispo cree que «le da fortaleza». Preguntado por si le sorprendió que la familia paterna de los niños no asistiera a la misa, se ha limitado a contestar que no controló «quienes no estaban», pues las puertas del templo se abrieron por la tarde y entraron miles de cordobeses.
No puede callar ante el aborto
Y cuestionado por la homilía en la que aludió al aborto, el obispo ve apropiado que hablara de ello, pues «es un tema en el que hablé de los niños que son obligados a ir a la guerra; que tienen que sufrir el exilio; de los niños que son abusados por los mayores, y también de los niños que son abortados en el seno de su madre», que, como recuerda, «son miles de nuestro entorno».
«Callar eso me parecería un silencio culpable por mi parte», apostilla Demetrio Fernández, quien defiende que hizo «un abanico» en su homilía. En concreto, en la homilía deseó que Ruth y José «intercedan ante Dios para que ningún niño del mundo sufra como ellos»: que «ningún niño tenga que empuñar las armas para ir a la guerra o sufra los horrores del exilio, que ningún niño muera de hambre o porque no tiene acceso a una sanidad elemental, que ningún niño sea explotado por el abuso de los mayores».
Asimismo, se preguntó: «¿No podrán alcanzarnos estos niños que se reduzca el número de abortos que diariamente se producen en nuestro entorno?», algo que le pide a Dios, de manera que «el seno materno, el lugar más seguro y más cálido para el ser humano, no sea nunca más un lugar de amenaza para el ser humano naciente, ya desde su concepción, incluso antes de su anidación en el útero materno». Y añadió que «no vale invocar el derecho de la madre para matar a su hijo. ¡Ningún padre, ninguna madre tiene derecho a matar a su hijo! Que Ruth y José nos lo hagan entender a todos».