(Zenit/Fides) Frente al Palacio Apostólico de Castel Gandolfo, Benedicto XVI se encontró con fieles y peregrinos llegados para la Audiencia General del miércoles. En su discurso en lengua italiana, el papa presentó la figura de san Juan Bautista, profeta y mártir, del que se celebraba la memoria litúrgica del martirio.
El Bautista, dijo Benedicto XVI, no se limita a predicar la penitencia, la conversión, sino que, reconociendo a Jesús como el “Cordero de Dios” que vino a quitar el pecado del mundo, tiene la profunda humildad de mostrar a Jesús como el verdadero Mensajero de Dios, haciéndose a un lado para que Cristo pueda crecer, ser escuchado y seguido”.
Recordó que san Juan Bautista testifica con la sangre su fidelidad a Dios, sin ceder o darle la espalda, cumpliendo hasta el final su misión. Citó una homilía de san Beda, monje del siglo IX, en la que define al Precursor como aquél a quien “a pesar de que no recibió la orden de renegar de Jesucristo, le fue ordenado solo callar la verdad”. “Y no calló la verdad y por eso murió por Cristo, quien es la Verdad. Justamente, por el amor a la verdad, no reduce su compromiso y no tiene temor a dirigir palabras fuertes a aquellos que habían perdido el camino de Dios”.
Destacó el pontífice la fuerza de la pasión y la resistencia a los poderosos del Bautista. Y cómo toda su vida estuvo marcada por la oración. La celebración litúrgica del martirio de san Juan Bautista “nos recuerda también a nosotros, cristianos de este tiempo, que no se puede descender a componendas con el amor a Cristo, a su Palabra, a la Verdad. La Verdad es Verdad, no hay componendas. La vida cristiana requiere, por así decirlo, el ‘martirio’ de la fidelidad diaria al Evangelio, el valor para dejar que Cristo crezca en nosotros y sea Cristo quien dirija nuestro pensamiento y nuestras acciones. Pero esto puede suceder en nuestras vidas solo si es sólida la relación con Dios”.
Vida de oración y martirio
El Papa subrayó la importancia de la vida de oración: “Pero esto sólo puede ocurrir en nuestra vida a partir de una sólida unión con Dios. La oración no es tiempo perdido, no es robar espacio a las actividades, incluso a las apostólicas, sino que es exactamente lo contrario: sólo si somos capaces de tener una vida de oración fiel, constante y confiada, será Dios mismo quien nos dé la capacidad y la fuerza para vivir con felicidad y serenidad, para superar las dificultades y testimoniarlo con valor”.
Después de su discurso en lengua italiana, Benedicto XVI se dirigió a los distintos grupos lingüísticos presentes en la Audiencia.
A los peregrinos hispanohablantes, les dijo: “Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los provenientes de España, Venezuela, Colombia, Argentina, México y otros países Latinoamericanos. La Iglesia celebra hoy la memoria del Martirio de San Juan Bautista, el precursor de Jesús, que testimonia con su sangre su fidelidad a los mandamientos de Dios. Su vida nos enseña que cuando la existencia se fundamenta sobre la oración, sobre una constante y sólida relación con Dios, se adquiere la valentía de permitir que Cristo oriente nuestros pensamientos y nuestras acciones”.