(EP) Cinco miembros de Pussy Riot entraron en la Catedral de Cristo Salvador en Moscú con el rostro oculto el pasado febrero y realizaron, ante la mirada atónita de los guardias de seguridad, una actuación para denunciar el apoyo de la Iglesia Ortodoxa a la campaña electoral del presidente ruso, Vladimir Putin, para volver al Kremlin.
Tres de las integrantes del grupo fueron detenidas y condenadas el pasado viernes por «vandalismo motivado por odio religioso». Según los fiscales, actuaron «de una manera extremadamente vulgar para un lugar así» y la canción que interpretaron, titulada «Holy shit», es «insultante y sacrílega para los ortodoxos».
El ministro de Asuntos Exteriores ruso, Sergei Lavrov, ha señalado este lunes que se puede «estar de acuerdo o no con el veredicto». «Pero es inaceptable las injerencias contra el tribunal», ha indicado, informa la agencia RIA Novosti.
El ministro ha rechazado las críticas de que el tribunal no fue imparcial ya que Putin y la Iglesia Ortodoxa pidieron clemencia para las acusadas antes de que se conociese la pena.
Lavrov ha criticado además las «reacciones histéricas» que se han dado sobre el caso, ya que existe la posibilidad de apelación. Estados Unidos, la Unión Europea y distintas ONG criticaron la condena por desproporcionada y pidieron una revisión de la pena.
Por otro lado, la Policía ha informado este lunes a la agencia Interfax de que están buscando a integrantes de Pussy Riot que habrían participado en otros actos criminales que no guardarían relación con el acto de la catedral.
La investigación se inició antes de que se conociese la condena, según una portavoz de la Policía. En una entrevista publicada la semana pasada, otras integrantes del grupo aseguraron que el juicio había fortalecido su voluntad de mantener las protestas contra Putin.