(DICI) Entrevista de DICI a Mons. Bernard Fellay:
DICI- ¿Cómo se desarrolló el Capítulo General? ¿Cuál fue la atmósfera?
Mons. Fellay: ¡Una atmóstera bastante calurosa ya que el mes de julio es particularmente tórrido en el Valais! Pero al mismo tiempo una atmósfera de mucha aplicación, sobre el fondo, ya que los miembros del Capítulo pudieron intercambiar pareceres libremente, como conviene a una reunión de trabajo de este género.
- ¿Se trató acerca de las relaciones con Roma? ¿Hubo cuestiones que no se podían tocar? ¿Se pudieron apaciguar las disensiones que se manifestaron en estos últimos tiempos en el seno de la FSSPX?
¡Son muchas preguntas a la vez! Con respecto a Roma, fuimos realmente al fondo de las cosas y todos los capitulantes pudieron acceder a todos los documentos. Nada se ocultó, no hay tabús entre nosotros. Yo debía exponer precisamente el conjunto de los documentos intercambiados con el Vaticano, lo cual se había transformado en algo difícil por el clima deletéreo de estos últimos meses. Esta exposición permitió una discusión franca que esclareció las dudas y disipó las incomprensiones. Eso favoreció la paz y la unidad de los corazones, y es muy reconfortante.
- Cómo ve Ud. las relaciones con Roma después de este Capítulo?
Entre nosotros todas las ambigüedades han quedado disipadas. Próximamente haremos llegar a Roma la posición del Capítulo, que nos ha dado la ocasión de precisar nuestra hoja de ruta, insistiendo sobre la conservación de nuestra identidad, que es el único medio eficaz para ayudar a la Iglesia a restaurar la Cristiandad. Porque, como manifesté recientemente, «si queremos hacer fructificar el tesoro de la Tradición para el bien de las almas, debemos hablar y actuar» (cf. entrevista del 8 de junio de 2012, DICI nº 256). No podemos quedarnos en silencio ante la pérdida generalizada de la fe, ni ante la caída vertiginosa de las vocaciones y de la práctica religiosa. No podemos callarnos ante la «apostasía silenciosa» y sus causas. Porque el mutismo doctrinal no es la respuesta a esta «apostasía silenciosa», de la cual Juan Pablo II ya hablaba en 2003.
En este sentido entendemos que nos inspiramos no sólo en la firmeza doctrinal de Mons. Lefebvre sino también en su caridad pastoral. La Iglesia siempre consideró que el mejor testimonio a favor de la verdad provenía de la unión de los primeros cristianos en la oración y en la caridad. No eran más que «un corazón y una alma», como dicen los Hechos de los Apóstoles (cap. 4, 32). El boletín interno de la Fraternidad San Pío X lleva por título Cor unum, es un ideal común, una consigna para todos. Por tanto, nos separamos netamente de todos los que quisieron aprovechar la situación para sembrar cizaña, oponiendo unos miembros de la Fraternidad con otros. Este espíritu no es de Dios.
- ¿Qué consideración le merece el nombramiento de Mons. Ludwig Müller al frente de la Congregación para la Doctrina de la Fe?
El antiguo obispo de Ratisbona, donde se encuentra nuestro seminario de Zeitzkofen, no nos aprecia, y esto no es un secreto para nadie. Después del acto valiente de Benedicto XVI a nuestro favor en 2009 ¡parecía que tenía poco interés en actuar en el mismo sentido y nos trataba como parias! Fue él quien entonces declaró que nuestro seminario debía ser cerrado y que nuestros seminaristas debían reinsertarse en los seminarios de sus regiones de origen, afirmando sin rodeos que ¡«los cuatro obispos de la Fraternidad San Pío X deben renunciar»! (Cf. entrevista en Zeit online, 8 de mayo de 2009).
Sin embargo, más importante y más inquietante para nosotros es el papel que deberá asumir al frente de la Congregación de la Fe, que debe defender la fe, cuya misión propia consiste en combatir los errores doctrinales y las herejías. Porque muchos textos de Mons. Müller acerca de la verdadera transustanciación del pan y del vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sobre el dogma de la virginidad de María, sobre la necesidad de que los no-católicos se conviertan a la Iglesia católica… ¡son más que discutibles! No cabe duda que en otra época hubiesen sido objeto de una intervención de parte del Santo Oficio, del cual salió la Congregación de la Fe que encabeza actualmente.
- ¿Cómo se presenta el futuro de la Fraternidad San Pío X? ¿En el combate por la Tradición de la Iglesia, sigue transitando la Fraternidad por una delgada cresta?
- Más que nunca debemos conservar efectivamente esta línea fijada por nuestro venerable fundador. Es un norte difícil de mantener pero es absolutamente vital para la Iglesia y para el tesoro de su Tradición. Somos católicos, reconocemos al Papa y a los obsipos, pero debemos ante todo conservar inalterada la fe, fuente de la gracia de Dios. En consecuencia, debe evitarse todo lo que podría ponerla en peligro, sin que por eso pasemos a ocupar el lugar de la Iglesia católica, apostólica y romana. ¡Lejos de nosotros la idea de constituir una Iglesia paralela, ejerciendo un magisterio paralelo!
Mons. Lefebvre explicó esto muy bien hace ya más de 30 años: lo único que quiso hacer fue transmitir lo que había recibido de la Iglesia bimilenaria. Eso es todo lo que nosotros queremos siguiéndolo a él, porque sólo así podremos ayudar eficazmente a «restaurar todas las cosas en Cristo». No somos nosotros los que romperemos con Roma, la Roma eterna, maestra de sabiduría y de verdad. Con todo, sería irrealista negar la influencia modernista y liberal que se difunde en la Iglesia desde el Concilio Vaticano II y las reformas que le siguieron. En una palabra, guardamos la fe en el primado del Pontífice Romano y en la Iglesia fundada sobre Pedro, pero rehusamos todo lo que contribuye a la «autodemolición de la Iglesia», reconocida por el propio Pablo VI en 1968. ¡Quiera nuestra Señora, Madre de la Iglesia, apresurar el día de su auténtica restauración!