(Fides) Un año después del levantamiento revolucionario, las Naciones Unidas han anunciado 8.000 víctimas, mientras que las organizaciones no gubernamentales, tales como "Human Rights Watch", lanzan la alarma por las minas explosivas esparcidas por las carreteras hacia el Líbano. "La gente tiene miedo. Vemos que aumentan las familias, incluidas las cristianas, que dejan Siria por temor a un futuro incierto y sombrío. El costo de vida ha aumentado y la vida cotidiana se ha convertido en algo insoportable para muchos", dice el franciscano.
El padre Fernández hace un llamamiento: "Es necesario invertir más y hacer un mayor esfuerzo para promover el diálogo entre gobierno y oposición. La comunidad internacional y los medios de comunicación deberían empujar más hacia el diálogo". Los franciscanos esperan que se produzca "un encuentro positivo, constructivo, no violento para encaminarse hacia la apertura democrática y el restablecimiento de la paz".
El religioso explica: "La gente teme el resultado político después de los disturbios. La situación es muy compleja: está presente la cuestión del enfrentamiento entre los diferentes componentes de la población siria y, por otro lado, están las presiones de los estados vecinos, en Medio Oriente. Nosotros, los cristianos, mirando a la situación actual en Irak, esperamos que el pueblo sirio no sufra como le ha sucedido al iraquí, que ha sido martirizado incluso después de la guerra. Lo que temen los cristianos es que se produzca un vacío de poder que deje espacio a las mafias, la injusticia, el extremismo. Nosotros seguiremos orando y estando cerca de la población".