(Agencias/InfoCatólica) En esta procesión del Miércoles de Ceniza, día de inicio de la Cuaresma, tomaron parte cardenales, arzobispos, obispos, monjes benedictinos de San Anselmo, los padres dominicos de Santa Sabina y algunos fieles.
Ya en la basílica de Santa Sabina, el obispo de Roma presidió la celebración eucarística con el rito de bendición e imposición de la ceniza, signo de conversión y penitencia.
Durante la homilía, el Papa se refirió "al signo litúrgico de las cenizas, un signo material, un elemento de la naturaleza que se convierte en un símbolo sagrado en la liturgia, en este día que da inicio al itinerario de la Cuaresma" y que finaliza antes de la misa de la cena del Señor, el Jueves Santo.
"Para nosotros, los cristianos", la imposición de la ceniza "tiene un ritual significativo y un significado espiritual", aseguró. El gesto de recibir la ceniza en la cabeza, precisó, es "una invitación a la penitencia, a la humildad, a tener presente la propia condición mortal, pero no para terminar en la desesperación, sino para acoger, justo en esta nuestra mortalidad, la impensable cercanía de Dios".
Explicó que la bendición de la ceniza se hace con dos fórmulas posibles. En una se le llama "símbolo de austeridad", mientras que en la otra guarda relación directa con una bendición y se hace referencia al texto del libro del Génesis, que también puede acompañar la imposición de la ceniza: "Polvo eres y en polvo te convertirás".
El Santo Padre recordó que "la posibilidad para nosotros del perdón divino depende esencialmente del hecho de que Dios mismo, en la persona de su Hijo, ha querido compartir nuestra condición, pero no la corrupción del pecado" y aseguró que "el mismo Espíritu que ha resucitado a Jesús de entre los muertos puede transformar nuestros corazones, de corazones de piedra a corazones de carne".
Una vez finalizada la homilía, Benedicto XVI recibió la ceniza de manos del cardenal Jozef Tomko, prefecto emérito de la Congregación para la Evangelización de los Pueblos, para después imponerlas el pontífice a arzobispos, obispos, frailes y fieles que se acercaron al altar.
Durante la audiencia celebrada por la mañana en el Vaticano, Benedicto XVI explicó que los cuarenta días de la Cuaresma, que indica no tanto un período cronológico exacto, sino más bien la perseverancia paciente, el tiempo necesario para ver con los ojos de Dios, deben ser para los cristianos una ocasión de asumir su propia responsabilidad y el momento de adquirir decisiones maduras.