(Efe) En unas escenas de dolor y rabia que se repitieron dentro y fuera del templo, los asistentes gritaron lemas contra el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas y su jefe, el mariscal Husein Tantaui, que dirige Egipto desde la renuncia de Hosni Mubarak en febrero pasado.
“El pueblo quiere la caída del mariscal“ fue la frase que más se escuchaba después de que anoche manifestantes coptos y miembros de los cuerpos de seguridad se enfrentaran en el centro de El Cairo en unos disturbios que dejaron al menos 28 muertos, 24 de ellos coptos, según cifras de las autoridades eclesiásticas.
Esto no es más que un asunto político
Aunque todavía no está claro el origen de los choques, la comunidad copta arremetió contra los militares y los “baltaguiya“ (matones) por haberles atacado, y criticó la versión difundida por la televisión estatal, que señaló en un principio a los manifestantes como iniciadores de la violencia.
“Esto no es más que un asunto político. La junta militar quiere controlar la actual situación y quiere causar tensiones entre musulmanes y cristianos, si bien todos nosotros nos queremos“, apuntó un hombre, quien pidió el anonimato.
A su lado, otro copto añadió: “Los musulmanes destruyeron muchas iglesias y las autoridades nunca hicieron nada solo porque somos cristianos. Nos consideran ciudadanos de segunda categoría“.
Precisamente, los recientes ataques contra la comunidad copta y la quema de una iglesia en la provincia de Asuán, en el sur de Egipto, motivaron la protesta de este domingo.
Importantes medidas de seguridad
A la entrada del recinto en el que se ubica la catedral, las medidas de seguridad organizadas por los propios coptos eran extremas para evitar cualquier episodio violento como los vividos en las horas previas.
Antes de acceder al lugar, las personas que acudieron al oficio religioso debían enseñar su documentación o mostrar el tatuaje con la cruz copta en la muñeca, un símbolo muy habitual entre los cristianos, así como pasar por el detector de metales.
Muchos de ellos llegaron procedentes del cercano Hospital Copto, donde la mayoría de los civiles fueron ingresados y donde hoy se vivieron momentos de desesperación protagonizados por familiares y cientos de personas que acudieron para expresar su dolor.
“¿Por qué en Egipto todos pueden manifestarse menos los coptos? ¿Cómo vamos nosotros a atacar al ejército cuando no lo hemos hecho en todo este tiempo?“, gritaba desconsolada Asisa Feiz, totalmente vestida de negro.
En el hospital, el médico Bishoy Samuel explicó que estaban intentando conseguir los permisos para enterrar al total de 17 fallecidos trasladados a dicho centro médico.
Samuel denunció que varios informes médicos reseñaron que algunas víctimas fallecieron por un infarto, a pesar de que la mayoría de los cuerpos presentaba heridas de bala o estaban desfigurados tras haber sido aplastados por vehículos blindados.
Ataviada también de negro y sin el habitual velo islámico o 'hiyab', la musulmana Salma Akel expresó su solidaridad con los coptos ya que esos hechos, señaló, le causan “muchísima pena“.
Mientras, los familiares se aferraban a los féretros, alzaban cruces y fotografías de sus seres queridos o rezaban en grupo.
A las afueras del centro hospitalario se desarrollaba una concentración en protesta por la actuación del ejército en una zona acordonada por voluntarios, a varios metros de los tanques del ejército desplegados.