(427) La muerte cristiana, 12. –en Perpetua y mártires de Cartago: martirio y alegría
–Y eso que antes se decía «el sexo débil»…
–La mujer suele ser más fuerte que el hombre para padecer, por ejemplo, las molestias de una enfermedad; y los hombres, más fuertes para atacar, por ejemplo, una trinchera de guerra.
Septimio Severo, emperador (193-211)
«Al que quiera salvar la unidad del Imperio, no debe por algún tiempo ahorrar la sangre, a fin de poder, en el resto de su vida, mostrarse amigo de los hombres». Severo, africano, aplicando este principio suyo, logró en 197, como emperador único, reafirmar la unidad del Imperio, venciendo a Albino, su último rival. Pudo entonces reorganizar el ejército, realizar grandes obras públicas, dictar al mundo la Ley romana, teniendo en su Consejo a grandes juristas, como Papiniano y Ulpiano. Levantó, pues, a Roma de la postración en que había caído bajo el infame Cómodo (180-192), gladiador coronado. Le faltaba, sin embargo, frenar eficazmente el explosivo crecimiento de la Iglesia cristiana. Otro africano, el abogado Tertuliano, hacia el 197 escribía: