(629) Vacunas derivadas de abortos – Biología y Biotécnica (y IV)

 

–¡Por fin!… (y IV)… «Danos, Señor, una noche tranquila y una muerte santa».

–Amén… De todos modos piense que si usted se ha cansado leyendo estos artículos, más me he cansado yo al escribirlos.

* * *

En los artículos precedentes, con ocasión de la pandemia del coronavirus-19, he estudiado las (626) Vacunas derivadas de abortos, la(627) Doctrina de la Iglesia sobre esta cuestión; y (628) otras cuestiones complementarias, incluyendo la Nota de la Congregación de la Fe (21-12-2020) sobre las vacunas anti-Covid-19, publicada pocos días antes iniciarse las vacunaciones masivas.

 

–Licitud del uso de esas vacunas en ciertas condiciones

Los cuatro documentos de la doctrina de la Iglesia sobre las vacunas derivadas del aborto, (627) en los años 2005, 2008 Dignitas personae, 2017, y el más reciente (628) 2020, todos parten del  primero y principal, el de 2005, bajo el pontificado de Benedicto XVI. Todos dan una misma enseñanza moral, que es la siguiente:

Pueden aplicarse y recibirse vacunas derivadas del aborto si se dan situaciones de grave necesidad, por grave peligro de la sociedad, y si no hay otras alternativas sanas, o si las hay son inasequibles, porque con ello no se realiza una cooperación formal con el «crimen abominable» del aborto, sino una cooperación material, pasiva, mediata y muy remotamente relacionada con ese mal origen. En tales circunstancias esa vacunación es lícita.

Como enseña la Congregación de la Fe en la Nota de 2020, esa vacunación es a veces muy «recomendable», pero ha de ser «voluntaria», ya que no es de suyo una «obligación moral». Pueden darse en las personas «razones de conciencia» o de otros órdenes que justifiquen el rechazo. Que «todos» se vacunen, expresa un deseo prudencial; pero no es un mandato.

 

Combatir las malas vacunas y promover las buenas

Doctrina de la Iglesia

En el primer documento de 2005, y en todos los siguientes, se declara lícito el uso de tales vacunas por graves razones, pero en modo alguno se justifica moralmente su modo de producción. Por el contrario, se exhorta a denunciarlo como crimen, y se encarece la obligación moral de combatirlo y de promover otras alternativas honestas.

«Por tanto, los médicos y los padres de familia tienen el deber de recurrir a vacunas alternativas (si existen) [aquí, en nota 13, se informa sobre la posibilidad de éstas], ejerciendo toda la presión posible sobre las autoridades políticas y sobre los sistemas sanitarios, a fin de que estén disponibles otras vacunas que no planteen problemas morales […] Igualmente deben oponerse con todos los medios (por escrito, a través de las diferentes asociaciones, los medios masivos de comunicación,etc.) a las vacunas que no tienen todavía alternativas sin problemas morales, haciendo presión para que se preparen vacunas alternativas no vinculadas al aborto de un feto humano y pidiendo un control legal riguroso de las industrias farmacéuticas que las producen» (doc. 2005).

Lo mismo se dice en el último documento (Nota de la Congregación de la Fe, 2020, nº 4). Ha de exigirse a las autoridades civiles y a las empresas farmacéuticas «que produzcan, aprueben, distribuyan y ofrezcan vacunas éticamente  aceptables, que no creen problemas de conciencia ni al personal sanitario, ni a los propios vacunados».

* * *

Biología y Bioética

José Luis Redondo Calderón

El artículo «Vacunas, biotecnología y su relación con el aborto provocado», que el médico y padre de familia José Luis Redondo Calderón publicó en Cuadernos de Bioética (XIX, 2008/2ª, págs. 321-353), ha tenido una gran difusión, como puede comprobarse en Internet. En él expone en dos campos, el biológico y el bioético, lo que en el título se expresa. El artículo es bastante largo, 32 páginas: Células y vacunas, 322-351; Enfermedades y vacunas, 331-347; y Discusión bioética, 347-353. Con el permiso y la amable ayuda de su autor, que mucho agradezco, voy a reproducir seguidamente algunos fragmentos de la Discusión. Los textos entrecomillados son todos suyos. Los subrayados son míos. He omitido las notas a pie de página. Pero se puede llegar a ellas por el texto íntegro del artículo.

 

4.–Discusión

«La investigación con células procedentes de abortos provocados no constituye un hecho del pasado y que no haya vuelto a repetirse. Muy al contrario, se han continuado utilizando células procedentes de abortos provocados con diversos fines. Este uso se encuadra en un ambiente de pérdida progresiva del respeto a la vida humana. […] Entre 1971 y 1976 sólo 16 de los fetos recibidos procedían de abortos espontáneos, mientras que 3.429 procedían de abortos provocados […]

«Como dice CS Lewis, “si el hombre elige tratarse a sí mismo como materia prima, se convertirá en materia prima”. Hoy se trata al hombre como a un animal más, de forma que se realizan todo tipo de experimentos con embriones y fetos, olvidando la dignidad que es intrínseca al ser humano. Se ha instaurado el uso de células procedentes de abortos provocados, la percepción pública es de aceptabilidad moral. De esta forma, se ha producido una insensibilización progresiva de parte de la comunidad científi ca, que ha llevado a considerar totalmente normal su empleo. Se ignora la evidencia de su origen, e incluso se oculta denominándolas células de mamífero. En otros casos, probablemente la mayoría, hay un desconocimiento absoluto sobre el origen de estas células y su utilización. Este desconocimiento abarca al personal sanitario y al público en general. En ello interviene el hecho de que no se ha querido divulgar su origen. La calificación moral de un hecho no cambia porque fuera realizado hace 50 años. Como indica Kellmeyer, el uso de estas vacunas fomenta el aborto de la misma forma que la compra de productos procedentes del trabajo de esclavos incentiva la esclavitud. Y no cambia el criterio moral por el hecho de que esos esclavos ya estén muertos. ¿Qué diríamos si hubiera vacunas cultivadas en tejidos procedentes de prisioneros de campos de concentración? Con la diferencia de que el aborto es una práctica existente en la actualidad y en aumento.

«La epidemia de rubeola de los años 60 sirvió de excusa para llevar a cabo investigación fetal. Los abortos originales se realizaron con el fi n específico de producir vacunas. En el origen de varias de las células estudiadas no hay un único aborto sino un número elevado de abortos. Sin embargo, no era necesario practicar abortos para obtenerlas. Por ejemplo, en el caso de la rubeola […] No se encontró ninguna diferencia en los parámetros estudiados entre las células de los dos grupos de fetos (de abortos provocados y de abortos espontáneos). […]

«Como dice la Evangelium Vitae en su punto 12, «estamos frente a una realidad más amplia, que se puede considerar como una verdadera y auténtica estructura de pecado, caracterizada por la difusión de una cultura contraria a la solidaridad, que en muchos casos se confi gura como verdadera “cultura de muerte”. Esta estructura está activamente promovida por fuertes corrientes culturales, económicas y políticas, portadoras de una concepción de la sociedad basada en la efi ciencia”. En su punto 21, continúa “la violación sistemática de la ley moral, especialmente en el grave campo del respeto a la vida humana y a su dignidad, produce una especie de progresiva ofuscación de la capacidad de percibir la presencia vivificante y salvadora de Dios Y posteriormente, en el punto 28, nos recuerda que  “estamos ante un enorme y dramático choque entre el bien y el mal, la muerte y la vida, la ‘cultura de la muerte’ y ‘la cultura de la vida’. Estamos no sólo ‘ante’, sino necesariamente ‘en medio’ de este conflicto: todos nos vemos implicados y obligados a participar, con la responsabilidad ineludible de elegir incondicionalmente en favor de la vida”».

«Puede decirse que se ha institucionalizado la dependencia de la cultura de la muerte. Se implica cada vez a más personas en la urdimbre social del aborto mediante la aceptación social generalizada del origen de estos productos. Nos encontramos en una pendiente resbaladiza, con cada vez mayor tolerancia social hacia el aborto y sus “beneficios colaterales”. Se considera al niño no nacido como un conjunto de órganos que se pueden recolectar y que producen unos beneficios económicos. El tejido fetal es barato y abundante; mientras haya aceptación por el mercado y ausencia de regulaciones seguirá utilizándose, así como las células obtenidas a partir de él. Se ha creado una necesidad de tejido fetal, la investigación sobre tejido fetal abortado genera la necesidad de más abortos. Aceptar la situación actual sin oposición elimina el estímulo para desarrollar otras vacunas, por lo que es necesario un cambio que, como indica Zimmerman, ayudará a que se respete la vida. 

[Nota de JMI. En este sentido, la Conferencia Episcopal de Francia se ha pronunciado en contra del proyecto de ley de bioética de Francia, que regresa al Senado este mes para un segundo debate.]

«La ideología imperante es el utilitarismo, hacer el bien al mayor número de personas, aunque se lesione a una persona concreta inocente. Sin embargo, el fin no justifica los medios, no puede hacerse un mal para alcanzar un bien. En ocasiones, el científico se deja llevar por el afán de prestigio, la euforia de llegar donde nadie se ha atrevido antes. En ello subyace una actitud elitista, que lleva a la científicocracia. Una ética estratégica o utilitarista no es ética; la idea de que a la ciencia le está permitido todo, con tal de conseguir más avances en el conocimiento, constituye una idea funesta, como indica Spaemann [Ética, política y Cristianismo: Palabra, Madrid 2007, pgs. 231 y 121].

«El uso de estas células llevaría a un “blanqueo ético” de la industria del aborto y a una institucionalización de la investigación con tejidos fetales. Para mujeres con una postura ambivalente ante el aborto, podría constituir un incentivo al aborto el hecho de que se empleen los órganos y tejidos para investigación. A este respecto, merece la pena recordar que las muestras procedentes de los abortos son recogidas cuanto antes, ya que el tejido muerto no sirve para nada. No es posible llevar a cabo un aborto, y posteriormente decidir si se van a utilizar los tejidos para investigación fetal. Se requiere un acuerdo previo con los investigadores para conservar de inmediato los tejidos que se valoran según su frescura.  […]

«Existe una conexión entre la investigación de tejidos fetales y la industria del aborto, en una cadena de complicidades que necesita la cooperación del abortista. Determinados abortos se han llevado a cabo con la intención clara de producir vacunas. Sin embargo, un aborto no se justifica por la donación de sus órganos; no se gana el derecho sobre el feto sólo por el hecho de matarlo. Como indica Kellmeyer, no hubo consentimiento del abortado para que se utilizaran sus células. Es trágico que se hable de donante al considerar las células diploides empleadas en la fabricación de vacunas. Wolfe recalca que los padres no tienen derecho a donar a su hijo abortado para investigación». […]

«Como indica Wong, debe existir una clara identificación de que el material utilizado para investigación es lícito. De esta forma no sería suficiente con utilizar células mientras que no se pruebe que  proceden de abortos provocados. Más bien debe tenerse la certeza inicial antes de su uso de que las células empleadas no proceden de abortos provocados. Debe indicarse de forma explícita en los prospectos de las vacunas y otros productos su origen en células procedentes de abortos provocados. En Australia y Estados Unidos se están estudiando medidas para implantar un etiquetado y prospectos que incluyan criterios éticos.

«Asimismo debería existir la posibilidad de obtener vacunas y productos farmacéuticos que no tuvieran el origen citado. Para ello se debe facilitar el acceso a vacunas obtenidas por medios éticamente aceptables. No puede mantenerse un mercado cautivo. Los padres se ven forzados a elegir contra su conciencia, lo que constituye una coerción moral, una circunstancia injusta que debe eliminarse tan pronto como sea posible. Existe un derecho a saber por parte de los padres, y en estos casos se ha omitido el consentimiento informado.

«En aquellos casos en los cuales no exista actualmente opción a las vacunas o medicamentos obtenidos a partir de células procedentes de abortos provocados, debe potenciarse la investigación que permita el desarrollo de productos que no presenten este inconveniente. Como indica Wong, hoy se dispone de medios biotecnológicos en crecimiento exponencial, que permitirían desarrollar productos éticos.

«Actualmente, el uso de las células procedentes de abortos provocados no se limita a las vacunas, sino que abarca una amplia gama de productos farmacéuticos y biotecnológicos. Muchos de ellos se encuentran a punto de ser lanzados al mercado, mientras que otros están en diversas fases de investigación. Collins considera que salvo que actuemos ahora, nos encontramos al comienzo de un mundo en que la tecnología basada en el aborto provocado implicará a todos los terrenos de la medicina. En los países desarrollados destacan como problemas de salud las enfermedades cardiovasculares, el cáncer y diversos procesos crónicos y degenerativos. Pues bien, hacia estos terrenos es hacia donde se dirigen las plataformas biofarmacéuticas, utilizando células procedentes de abortos provocados.

«La ya citada Evangelium Vitae nos dice en su punto 95 que “en el contexto social actual, marcado por una lucha dramática entre la ‘cultura de la vida’ y la ‘cultura de la muerte’, debe madurar un fuerte sentido crítico, capaz de discernir los verdaderos valores y las auténticas exigencias. Es urgente una movilización general de las conciencias y un común esfuerzo ético, para poner en práctica una gran estrategia a favor de la vida. Todos juntos debemos construir una nueva cultura de la vida: nueva, para que sea capaz de afrontar y resolver los problemas propios de hoy sobre la vida del hombre; nueva, para que sea asumida con una convicción más fi rme y activa por todos los cristianos; nueva, para que pueda suscitar un encuentro cultural serio y valiente con todos».

 

5.– Conclusiones

«–Las vacunas de células diploides humanas tienen un origen éticamente objetable, dado que dichas células proceden de abortos provocados. Igual circunstancia ocurre con otras vacunas de células no diploides.

–Las células WI-38 y MRC-5 empleadas para las vacunas citadas tienen un período de vida limitado. A causa de ese período de vida limitado, se ha investigado la posibilidad de utilizar otras células obtenidas también a partir de abortos provocados.

–Las principales vacunas de células diploides humanas empleadas actualmente son contra rubeola, sarampión, parotiditis, rabia, poliomielitis, viruela, hepatitis A, varicela y herpes zóster.

–Actualmente se encuentran en desarrollo otras vacunas cultivadas en células procedentes de abortos provocados; células que han sido transformadas mediante virus. Se está investigando vacunas contra virus Ébola, Marburg y Lassa, HIV, gripe, virus respiratorio sincitial, parainfl uenza, virus del Nilo occidental, glosopeda, encefalitis japonesa, dengue, hepatitis B y C, carbunco, peste, tuberculosis, tétanos y paludismo entre otras.

–Con el mismo origen en células procedentes de abortos provocados se trabaja en la elaboración de anticuerpos monoclonales y otras proteínas, terapia génica y genómica.

–Los departamentos de histología, etc. tendrían que revisar las células que emplean para la investigación y encontrar opciones moralmente aceptables.

–Debe indicarse de forma explícita el origen de las células y tejidos empleados en los prospectos de vacunas y resto de productos.

–Debe facilitarse el acceso a las vacunas existentes no cultivadas en células procedentes de abortos provocados, y que no se encuentran disponibles en la actualidad.

–Debe potenciarse la investigación de opciones en aquellos casos en los que no exista una vacuna no originada en células procedentes de abortos provocados. Existe la tecnología necesaria para ello.

–Debe potenciarse la elaboración de anticuerpos monoclonales y de otras proteínas, así como la terapia génica y la genómica sin recurrir a células procedentes de abortos provocados.

 –No es consecuente rechazar productos obtenidos a partir de células troncales embrionarias y aceptar los originados en células procedentes de abortos provocados.

–El uso de células procedentes de abortos provocados no constituye un hecho del pasado. Se debe evitar que la biotecnología basada en el aborto provocado invada todos los terrenos de la medicina».

* * *

Los grandes laboratorios farmacéuticos están entre las más potentes corporaciones industriales del mundo. Y la mayoría de ellos están situados en naciones occidentales que reconocen, algunas incluso por ley, «el derecho al aborto»…

La Iglesia, en el Concilio Vaticano II, clausurado en 1965, calificó al aborto y al infanticidio como «crímenes abominables» (Gaudium et spes  51). Y desde entonces el número de abortos ha crecido en el mundo enormemente, hasta unos 45 millones anuales. El aborto mata más seres humanos muertos que las más graves guerras. Actualmente hay naciones en las que el número de abortos supera al de los nacimientos. En algunas de ellas «el derecho al aborto» no es sólo una convicción social generalizada, sino una ley jurídicamente proclamada y financiada por los contribuyentes… El filósofo español Julián Marías (+2005) afirmaba que la aprobación social del aborto significaba «el certificado de defunción del Cristianismo» en Occidente, y que fue sin duda «el más grave entre los muchos males del siglo XX», entre ellos la difusión genocida del Comunismo marxista y las dos Guerras Mundiales.

Los datos actuales que he recordado hacen pensar que aquellas potentes Corporaciones Farrmacéuticas Internacionales, que integran células derivadas de abortos en la investigación y fabricación de algunos de sus productos, no podrán ser fácilmente disuadidas de su práctica operativa gravemente inmoral. Pero por la oración y la acción debemos combatir este crimen con todo empeño y esperanza, sabiendo que «lo que es imposible para el hombre, es posible para Dios» (Lc 18,27).

José María Iraburu, sacerdote

Índice de Reforma o apostasía

 

Los comentarios están cerrados para esta publicación.