Mayo virtual: Madre nuestra
Día 10. La Madre que ama al Hijo en los hijos
“Jesús, al ver a su madre y cerca al discípulo que tanto quería, dijo a su madre: - ‘Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego, dijo al discípulo: -‘Ahí tienes a tu madre’. Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa”(Juan 19,26-27).
En la Cruz, el Señor nos confió a María para que Ella sea nuestra Madre y para que nosotros seamos sus hijos. En Juan, Jesucristo nos convierte a todos los discípulos en herederos del amor de su Madre y en herederos del amor a su Madre. La Virgen nos ama en su Hijo. Como dice la liturgia: “Ella ama al Hijo en los hijos”.
La maternidad espiritual de María es un regalo del amor materno de Dios. Dios no nos deja huérfanos. Él es nuestro Padre y María es nuestra Madre. María es la nueva Eva, la verdadera madre de los vivientes, renacidos en el árbol de la Cruz.
Debemos invocar a María con confianza filial. Santa Teresa de Jesús nos narra un pasaje de su vida y nos dice: “Acuérdome que cuando murió mi madre, quedé yo de edad de doce años, poco menos. Como yo comencé a entender lo que había perdido, afligida fuime a una imagen de nuestra Señora y suplicaba fuese mi madre, con muchas lágrimas. Paréceme que, aunque se hizo con simpleza, que me ha valido; porque conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en cuanto me he encomendado a Ella y, en fin, me ha tornado a sí”.
Como Santa Teresa, cada uno de nosotros estamos llamados a experimentar esa maternidad. La Virgen nos hace vivir, y nos cuida, y nos quiere. “Sus entrañas, fecundadas una sola vez, pero no agotadas, no dejan de engendrar el fruto de la bondad”, escribía el Beato Guerric. En todas nuestras penas, cada vez que sintamos la ausencia de los seres amados, o experimentemos la dificultad del seguimiento de Cristo, “invoquemos a esta dulce Madre, imploremos su amor maternal, procuremos imitar sus virtudes y tengamos un afecto verdaderamente filial con esta Señora” (San Francisco de Sales).