InfoCatólica / La Puerta de Damasco / Archivos para: 2015

9.03.15

¿Podré publicar un nuevo libro?: "La obediencia del ser"

No lo sé. Lo que sí sé es que el proyecto está ya muy avanzado. Hasta he pensado en un título, “La obediencia del ser”, una expresión que Romano Guardini empleó como un sinónimo de la adoración.

 

Yo creo que la historia de la salvación es unitaria y que la gracia supone la naturaleza. En realidad, hemos sido creados para adorar a Dios, para amarle y para entrar en comunión de vida con Él.

 

Y entre Dios y nosotros el vínculo es Jesucristo: “todo fue creado por él y para él” (Col 1,16). Jesucristo nos atañe a todos. Hemos sido creados por Dios y para Dios. Por Él, por Jesucristo, hemos sido redimidos y hechos hijos adoptivos de Dios por la gracia.

 

Yo creo que el mundo de la fe no es un mundo paralelo al mundo de cada día. Creo que hay un solo mundo. Creo que Dios sabe lo que hace y que nos atrae hacia Sí, sin violentar en nada nuestro deseo más profundo. Admitir esa constatación es superar la voluntad caprichosa de quien aspira a ser lo que jamás podrá ser.

 

Creo, asimismo, que la fe no puede cansarse de hacerse preguntas. Los creyentes son seres humanos racionales. Y es propio de un ser racional el interrogarse. La fe lo hace. No ahorra ninguna pregunta.

 

La fe es personal siendo eclesial. Y la eclesialidad de la fe no es accidental, sino sustancial. Creemos en la Iglesia y creemos tal como cree la Iglesia. La fe de la Iglesia no es un añadido a la fe personal, sino el contexto y la norma para la fe.

 

La fe se celebra y observa una correspondencia completa entre profesión y liturgia: “Lex orandi, lex credendi”.

 

La fe es vida; es testimonio. Y el testimonio tiene un centro, que es la caridad. Un empeño, el de vivir la fe en la caridad, que no es inalcanzable. Los santos lo han vivido. Lo han logrado con la gracia de Dios.

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7.03.15

Fiesta de la Facultad de Teología de la UPSA

Acabo de regresar de Salamanca, tras haber participado en la Fiesta de la Facultad de Teología de la UPSA (Universidad Pontificia de Salamanca). El motivo de esta fiesta era conmemorar el 75 aniversario de la restauración de esta Facultad en Salamanca. Una fecha, sin duda, digna de ser destacada.

 

Yo estoy convencido de que la Facultad de Teología de la UPSA hace, no en exclusiva, un servicio impagable a la Iglesia en España. No solo por la actividad – de docencia, investigación y publicaciones - que desarrolla en su Sede, sino también – y desde mi perspectiva casi me atrevía a decir que sobre todo – por el apoyo que presta a una amplia red de Centros asociados o afiliados, bien se trate de Institutos Teológicos – cuyo objetivo es la formación académica de los candidatos al sacerdocio – o de Institutos de Ciencias Religiosas – más orientados a la formación universitaria de seglares - .

 

Es una labor impagable porque sería prácticamente imposible que un Seminario Diocesano, por ejemplo, contase con los suficientes recursos propios como para que sus alumnos pudiesen obtener, al finalizar sus estudios, el Grado en Estudios Eclesiásticos con efectos civiles – que equivale, en términos canónicos, al Bachillerato en Teología - .

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4.03.15

Párrocos y funerarias en Galicia

Llevo ya veinticuatro años ordenado. Y durante bastantes de esos años he ejercido como párroco – y eso hago, también, en la actualidad - . Jamás, nunca, he tenido ningún problema con una funeraria ni con los feligreses con motivo de un entierro.

 

Pero quien, desde hace un tiempo a esta parte, lea los periódicos gallegos llegará a la conclusión de que los párrocos son una especie de vampiros que, si no les pagan, niegan todo, incluso la asistencia a un entierro.

 

Es una falsedad y una infamia. Es un insulto a nuestra labor. Es un intento, eso creo, de disfrazar la incompetencia de alguna compañía de seguros – creo que es una sola - tratando de desviar la atención hasta la parte más débil, menos coordinada y más indefensa: los párrocos.

 

Los párrocos no estamos a sueldo de ninguna compañía de servicios funerarios. El párroco se relaciona con sus feligreses. A ellos se debe. Ha de cumplir las normas del Derecho Canónico y las que emanan del propio Obispado. Por supuesto, como cualquier otro ciudadano, ha de observar la legislación civil.

 

Yo no sé cuantos entierros o cuantos funerales se celebran en Galicia. No lo sé. Si sé, por propia experiencia, que una buena compañía de seguros que cubra los decesos no crea problemas, sino que los resuelve. Y si los creara artificialmente timaría a sus asegurados.

 

En Galicia, y en otros lugares, muchas personas pagan mensualmente una cuota a un seguro para que, cuando se mueran, ese seguro pague todos los gastos. Y son gastos relativamente cuantiosos. Pero, en el volumen total de las “pompas fúnebres”, la parte que va a cubrir el rito religioso es mínima: no excede, por regla general, los 150 euros, más o menos. Una corona de flores, un ramo, vale lo mismo o más.

 

Resulta práctico que, en un momento difícil para cualquier familia como es la muerte de un ser querido, la funeraria se ocupe de todo. También de avisar al sacerdote y de concertar el día y la hora de las exequias. Pero esta mediación práctica no dispensa al feligrés de avisar a su párroco antes de que alguien se muera, para asistirle espiritualmente, ni tampoco una vez que se ha muerto, para ver el mejor modo de acompañar a la familia y de disponer los ritos exequiales.

 

La parroquia no es una empresa. No elabora presupuestos ni subcontrata a otros. La parroquia es una comunidad de fieles. Los estipendios o los aranceles no equivalen a un precio que se cobra por unos servicios. En sentido estricto, equivalen a una limosna: “Si puedes y quieres…”. Y si no quieres, y sobre todo, si no puedes, no das nada.

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27.02.15

¿Me retiro a una Cartuja?

A veces se me ocurre la idea de retirarme a una Cartuja, a una ermita aislada o al desierto. La ciudad, como espacio del hombre, me resulta cada vez más un espacio inhóspito. Llega un momento en el que uno no sabe, no confía, en que el lenguaje sirva para entenderse o que la apelación a lo razonable constituya un lugar de encuentro que haga posible la comprensión entre unos y otros.

 

Estoy completamente asombrado con las noticias y los comentarios que se han hecho a propósito del programa de Enseñanza Religiosa Escolar de Religión y Moral Católicas. Uno ya está acostumbrado al bombardeo continuo, que llega un día sí y otro también, pero con una cadencia y un contenido un tanto previsibles. Pero algunas quejas contra la enseñanza de la Religión (Católica) son, a mi modo de ver, completamente surrealistas.

 

Quizá esas quejas entren en el marco de un nuevo modelo de “arte conceptual”. Si un vaso de agua sobre un trozo de madera es, porque así nos lo dicen, una obra de arte, ya cabe cualquier cosa. Pero no es sobre ¿arte? conceptual sobre lo que hablo en este momento.

 

Es conforme con los derechos humanos de las personas que se pueda educar a los hijos de acuerdo con las propias creencias religiosas. Así lo reconoce la Constitución Española. Si se trata de ciudadanos españoles que además son católicos – ya que, de momento, no es obligatorio apostatar de la fe católica para seguir siendo ciudadano español - , es posible recibir en la escuela, también, la enseñanza de la religión católica. Así se recoge,  además de en la Constitución, en los Acuerdos Internacionales entre España y la Santa Sede.

 

Lógicamente, no le corresponde al Estado, que ha de estar al servicio de los derechos de las personas y de los ciudadanos – incluso de los que son católicos –  , establecer cuál ha de ser el contenido de la enseñanza de la Religión (Católica). El Estado podrá velar, si quiere de verdad respetar el derecho a la libertad religiosa, únicamente para que lo que se enseñe en las clases de Religión no atente contra el bien común. Podrá también, quizá, ver si los programas de Religión cumplen las exigencias didácticas que se le pide a cualquier otra materia o asignatura. Y, si no me equivoco, le compete muy poco más.

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23.02.15

Una Parroquia no es el Cielo

Me divierte, a veces – otras, me divierte mucho menos - , leer acerca de las expectativas de los feligreses con respecto a los párrocos, o acerca de las expectativas de los párrocos con respecto a los feligreses.

 

Si de algo estoy convencido es de que nada, ni casi nadie, es perfecto y, también, de que todo podría ir a peor, o, por la gracia, a mejor. Y todo es todo: el matrimonio, la familia, el trabajo, la parroquia, y el mundo en su conjunto.

 

Todo es mejorable y todo puede empeorar. Me niego a creer que lo que más nos haga felices en la vida, o lo que más nos amargue, sea cómo va una parroquia.

 

Ni la vida del párroco ni de la de los feligreses de la parroquia depende, en última instancia, de cómo funcione la parroquia. La vida del párroco, me imagino, estará anclada en razones más profundas: en la certeza de que su ministerio, a pesar de los pesares, merece la pena, ya que Cristo lo ha querido. Y la de los feligreses, como la de los párrocos, estará basada en la fe en Dios.

 

Cristo, para salvar a los hombres, cuenta con los hombres, con los apóstoles y sus sucesores, y con quienes ayudan a los sucesores de los sucesores. Pero, todos ellos, desde Pedro hasta el último cura, no dejan de ser ministros, servidores, del Señor. ¿Necesarios? Sí, porque Cristo lo ha querido. ¿Imprescindibles? Nominalmente, al menos, ninguno.

 

Y los feligreses han de ser, como sus párrocos, seguidores de Cristo. Ni más ni menos. Y los feligreses tienen, casi en su totalidad, cosas en las que pensar con más urgencia que en sus párrocos. No me imagino a un feligrés normal agobiado porque su párroco trace, al final de la Misa, con escasa perfección, la bendición final sobre los fieles. No me lo imagino. Prefiero no hacerlo.

 

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