Pousa, o cómo los errores del pasado asoman la cabeza
Al poco de empezar la andadura de Religión en Libertad tuvimos que dar una noticia poco agradable. Un sacerdote de la archidiócesis de Barcelona, Manuel Pousa, había declarado en una entrevista a un periódico que él había pagado abortos. Adornó dicha declaración con las típicas soflamas anti-jerarquía propias del progresismo eclesial. Que un cura arremeta contra los obispos y contra la enseñanza de la Iglesia en temas morales es algo a lo que nos hemos acostumbrado en las últimas décadas. No voy a insistir en lo que ello supone. Pero que un sacerdote pague abortos es más de lo que se puede soportar. Y que su arzobispo, que además es cardenal, no haga NADA, es una de las situaciones más vergonzantes de las que he tenido que escribir desde que adquirí la condición de blogger católico.
El “caso Pousa” recuerda no poco al de los curas de Entrevías. Con la excusa de que realizan una labor social apreciable, lo cual no voy a discutir, se supone que se les debe de permitir todo tipo de tropelías contra la fe, la doctrina y la liturgia de la Iglesia. Como gozan de gran popularidad mediática, el obispo de turno, y en lo de Entrevias estamos ante otro cardenal, hace como si la cosa no fuera con él. Mira para otro lado, se niega a cumplir su deber de aplicar la ley que la Iglesia se ha dado a sí misma y permite lo que a otro tipo de curas no permitiría. Es como si el mal fuera más permisible en caso de que lo cometieran personas con “buena imagen” ante el mundo. Yo pienso que es exactamente al revés. Si un sacerdote en una aldea perdida comete una barbaridad y no hace gala de ella, hay que disciplinarle para buscar tanto su bien espiritual como el de los fieles a su cargo, pero sus acciones no alcanzan notoriedad pública. Pero si el que se pasa por el forro la fe, la moral y/o la liturgia de la Iglesia, es un sacerdote al que además le gusta un micrófono y una cámara más que a un niño un caramelo, es absolutamente necesario aplicar sobre él todo el peso de la ley canónica. Y ante los argumentos tipo “el evangelio es misericordia y no ley", “la Iglesia ha de ser madre y no madrastra", “el espíritu del concilio dice que tal, que cual", etc, vuelve a resonar con fuerza el mensaje de los apóstoles sobre la necesidad de que la Iglesia de Cristo se libre de los que guían a los fieles por el camino de las falsas doctrinas. No voy a volver a copiar los versículos que demuestran que lo que digo es cierto.