28.07.09

Masiá como síntoma del verdadero cisma en el seno de la Iglesia

Han sido muchos los que me han escrito y llamado para comentar el nuevo capítulo del “caso Masiá". Hay quien incluso me ha felicitado como si yo fuera el causante de que su superior en la Compañía de Jesús le haya “aconsejado” reducir sus “actividades periodísticas a Japón". Pero yo tan solo he sido una más entre las varias voces que han pedido a la Iglesia que interviniera ante el espectáculo continuo que este jesuita daba desde su blog. Por cierto, alguna de esas voces, quizás la más destacada, ha partido desde el mismo medio donde estaba alojado dicho blog.

De cualquier forma, surgen algunas preguntas ante lo que se nos ha contado hasta ahora. Por ejemplo, ¿debemos entender que por “actividades periodísticas” se refiere a la publicación de artículos en periódicos, posts en blogs, entrevistas en diversos medios, etc? Es que el propio Masiá se ha encargado de anunciar que va a seguir escribiendo desde su nueva web. Para ese viaje no hacían falta esas alforjas. Desde luego no es fácil que sus futuros artículos o posts tengan la misma repercusión si son publicados en esa web personal que la que han tenido por aparecer en el portal de información y opinión sociorreligiosa más leído en España. Pero aunque la difusión de sus disidencias doctrinales (por usar un término “suave") es un factor a tener en cuenta, el problema real está en que pueda seguir siendo sacerdote y jesuita quien se aparta de forma tan evidente de la fe de la Iglesia en temas de gran importancia. A menos, claro, que los equivocados seamos aquellos que opinamos que Masiá se ha desviado del magisterio. Nuestra opinión no deja de ser el juicio más o menos cualificado de un grupo de seglares.

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¿Y qué tal si la siguiente Visita Apostólica es a las universidades católicas de EEUU?

Como informamos hoy en InfoCatólica, el próximo viernes concluye la primera fase de la Visita Apostólica que el cardenal Rodé ordenó que se hiciera a los institutos de mujeres religiosas de vida apostólica en Estados Unidos. Si no estoy mal informado, al mismo tiempo se lleva a cabo la evaluación doctrinal requerida por la Congregación para la Doctrina de la Fe.

A falta de que la Visitadora Apostólica, madre Mary Clare Millea, nos informe en apostolicvisitation.org de cómo han ido las cosas en esta primera etapa, ya tenemos algunas quejas de los de siempre. El sacerdote Richard McBrien, profesor de teología en la universidad “católica” de Notre Dame, anda infeliz porque a las visitadoras que quieren colaborar con la madre Clare se les exige que hagan una profesión pública de la fe católica y un juramento de fidelidad a la Sede Apostólica. Ocurre que en esa profesión se ha de mostrar la disposición a aceptar TODO lo que enseñe el magisterio de la Iglesia, incluso aquello que no ha sido definido infaliblemente o de forma definitiva. O sea, al padre McBrien le molesta que a las visitadoras se les pida que declaren que son plenamente católicas. Y argumenta en su artículo que con unas visitadoras así, la Visita Apostólica estará ideológicamente escorada. No está claro si después de escribir semejante cosa se sentó más ancho que Pancho en su sofá, con una pierna mirando a Canadá y la otra a México, pero yo no lo descartaría.

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27.07.09

Dos opciones para un católico ante la visita de un Testigo de Jehová

¿Quién no ha recibido alguna vez la visita de una pareja de Testigos de Jehová con las revistas Atalaya y Despertad en la mano? Es de justicia reconocer que se toman en serio su tarea, siquiera sea porque la “evangelización” puerta por puerta es una de las exigencias que la Watchtower pide a sus fieles. Y, no lo olvidemos, su expansión por todo el mundo ha venido precisamente de ese afán proselitista y del toque apocalíptico que, sobre todo antes de sus falsas profecías de fin del mundo finalmente incumplidas, daban a su mensaje.

En cualquier caso, este post no va dirigido a analizar la labor de los TJs sino a dar mi parecer sobre lo que un católico de a pie practicante debe de hacer cuando llaman a su puerta una pareja de testigos. No voy a ser muy original. Sólo caben dos posibilidades:

1- Recibirles con amabilidad incluso dejándoles entrar para charlar un rato.

2- Darles el adiós con la misma amabilidad, dejando claro que no nos interesa lo que nos digan. En este caso suelen intentar que al menos nos quedemos con las revistas que nos ofrecen. La cosa tiene su importancia porque luego ellos tienen que dar informes de su labor “misionera” y en ellos es importante el número de revistas que han colocado.

Mi recomendación es que, a menos que se tenga una cierta formación doctrinal, con un buen conocimiento de las Escrituras y el Catecismo, se opte por la opción 2. En la segunda, y brevísima, epístola de San Juan hay unos versículos -9 al 11- muy oportunos para justificar, incluso ante los propios TJs, esa negativa a recibirles:

“Todo el que se extravía y no permanece en la doctrina de Cristo, no tiene a Dios; el que permanece en la doctrina, ése tiene al Padre y al Hijo. Si alguno viene a vosotros y no lleva esa doctrina, no le recibáis en casa ni le saludéis, pues el que le saluda comunica en sus malas obras".

Con esa simple cita matamos dos pájaros de un tiro. Sirve para afirmar la divinidad de Cristo, pues se identifica el no tener a Dios con no tener al Padre y al Hijo, y sirve para que vean que las razones que tenemos para no dejarles entrar son al menos tan “bíblicas” como las que ellos tienen para querer hacerlo.

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25.07.09

Dívar y la obsesión anticristiana de la izquierda mediática

Como bien señala Pedro Fernández Barbadillo en su último artículo, El País la tiene tomada contra Carlos Dívar, presidente del Consejo General del Poder Judicial. Resulta que su voto de calidad ha impedido que se aprobara un informe favorable a la constitucionalidad de la ley del aborto que el gobierno Zapatero quiere aprobar a la vuelta del verano. Diez consejeros votaron a favor, diez en contra y uno, el propuesto por CiU, se abstuvo. Por tanto, el voto del presidente decidió.

Que Dívar es católico practicante se conoce desde siempre. Él no ha dudado en hacer pública dicha condición. En una entrevista concedida a Alba poco después de su nombramiento como presidente del CGPJ, dejó las cosas bien claras:

-No le veo nada partidario de dejar sus creencias en casa antes de ir al despacho.

-El amor de Dios, que es el que ha dirigido toda mi vida, nunca puede quedarse en casa.

-¿Y si se viera obligado a elegir?

-Yo tengo que actuar conforme a mi conciencia. No puedo dejar de creer por tener un cargo público. Mi vida es una unidad. Antes de abandonar a Dios, abandonaría mi trabajo, sin hacer ningún ruido.

-Hay hombres públicos a los que les da pudor hablar de Dios. A, usted, en cambio...

-Dios está tanto en mi vida pública como en la privada y yo no puedo renunciar a Él ni en una ni en otra. Jesús dijo: “Quien se avergüence de mí yo me avergonzaré de él delante de mi Padre”.

-Y usted, claro, no quiere que eso le pase.

-No, no quiero. Además, ¿cómo voy a avergonzarme de Aquel al que amo sobre todas las cosas?

Ese tipo de declaraciones producen en la redacción de El País un efecto parecido al que sufría Drácula al ver una ristra de ajos o un crucifijo. Un cristiano presumiendo de serlo y afirmando que esa condición está presente en su vida privada y también en la pública es más de lo que pueden soportar los anticlericales de toda la vida. Al País le da lo mismo que otros nueve vocales hayan votado en contra del informe de Margarita Uría a favor de la futura ley del aborto. El malo de la película es don Carlos, del que se da por supuesto que ha votado sólo en base a sus convicciones religiosa y no, como los otros nueve, porque considera que jurídicamente esa ley es anticonstitucional. ¿O acaso el periódico independiente -ja, ja, ja, ja- de la mañana cree que sólo desde la condición cristiana se puede opinar que una ley de plazos se da de tortas con la sentencia del Constitucional sobre la vigente ley del aborto?

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24.07.09

Mikal, estéril por burlarse del rey danzante

Los cristianos sabemos que la Biblia está llena de relatos que guardan enseñanzas que valen para todas las épocas. Uno de los que más me ha llamado siempre la atención está en el segundo libro de Samuel:

2 Sam 6,14-23
David danzaba y giraba con todas sus fuerzas ante Yahveh, ceñido de un efod de lino. Él y toda la casa de Israel hacían subir el arca de Yahveh entre clamores y resonar de cuernos. Cuando el arca de Yahveh entró en la Ciudad de David, Mikal, hija de Saúl, que estaba mirando por la ventana, vio al rey David saltando y girando ante Yahveh y le despreció en su corazón.
Metieron el arca de Yahveh y la colocaron en su sitio, en medio de la tienda que David había hecho levantar para ella y David ofreció holocaustos y sacrificios de comunión en presencia de Yahveh. Cuando David hubo acabado de ofrecer los holocaustos y sacrificios de comunión, bendijo al pueblo en nombre de Yahveh Sebaot y repartió a todo el pueblo, a toda la muchedumbre de Israel, hombres y mujeres, una torta de pan, un pastel de dátiles y un pan de pasas a cada uno de ellos, y se fue todo el pueblo cada uno a su casa.
Cuando se volvía David para bendecir su casa, Mikal, hija de Saúl, le salió al encuentro y le dijo: “¡Cómo se ha cubierto hoy de gloria el rey de Israel, descubriéndose hoy ante las criadas de sus servidores como se descubriría un cualquiera!”
Respondió David a Mikal: “En presencia de Yahveh danzo yo. Vive Yahveh, el que me ha preferido a tu padre y a toda tu casa para constituirme caudillo de Israel, el pueblo de Yahveh, que yo danzaré ante Yahveh, y me haré más vil todavía; seré vil a tus ojos pero seré honrado ante las criadas de que hablas".
Y Mikal, hija de Saúl, no tuvo ya hijos hasta el día de su muerte.

Hagamos el esfuerzo de imaginarnos la escena. El rey de Israel, experto guerrero, danzando delante del Arca de la Alianza como si fuera un locuelo descontrolado. Es fácil que algunos se burlaran en su corazón por semejante muestra de “alegría mística". Al fin y al cabo, ¿no debía ser él, siendo el rey, quien mostrara más respeto hacia el icono de la presencia de Dios en medio de Israel? ¿dónde quedaban la solemnidad y el decoro? ¿dónde la seriedad ante las cosas santas de Dios?

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