InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Secularización interna de la Iglesia

30.04.18

A este no le pueden ya mandar callar

Cito pasajes de la Tercera campanada de San Josemaría Escrivá de Balaguer:

Tiempo de prueba son siempre los días que el cristiano ha de pasar en esta tierra. Tiempo destinado, por la misericordia de Dios, para acrisolar nuestra fe y preparar nuestra alma para la vida eterna.

Tiempo de dura prueba es el que atravesamos nosotros ahora, cuando la Iglesia misma parece como si estuviese influida por las cosas malas del mundo, por ese deslizamiento que todo lo subvierte, que todo lo cuartea, sofocando el sentido sobrenatural de la vida cristiana.

Llevo años advirtiéndoos de los síntomas y de las causas de esta fiebre contagiosa que se ha introducido en la Iglesia, y que está poniendo en peligro la salvación de tantas almas.

No es tiempo para el sopor; no es momento de siesta, hay que perseverar despiertos, en una continua vigilia de oración y de siembra.

¡Alerta y rezando!, que nadie se considere inmune del contagio, porque presentan la enfermedad como salud y, a los focos de infección, se les trata como profetas de una nueva vitalidad.

Convenceos, y suscitad en los demás el convencimiento, de que los cristianos hemos de navegar contra corriente. No os dejéis llevar por falsas ilusiones. Pensadlo bien: contra corriente anduvo Jesús, contra corriente fueron Pedro y los otros primeros, y cuantos - a lo largo de los siglos - han querido ser constantes discípulos del Maestro. Tened, pues, la firme persuasión de que no es la doctrina de Jesús la que se debe adaptar a los tiempos, sino que son los tiempos los que han de abrirse a la luz del Salvador. Hoy, en la Iglesia, parece imperar el criterio contrario: y son fácilmente verificables los frutos ácidos de ese deslizamiento. Desde dentro y desde arriba se permite el acceso del diablo a la viña del Señor, por las, puertas que le abren, con increíble ligereza, quienes deberían ser los custodios celosos.

No podemos dejar de insistir. No buscamos nada para cada uno de nosotros, por interés personal; buscamos la santidad, que es buscar a Dios. Y Él espera que se lo recordemos con insistencia. Se están causando voluntariamente heridas en su Cuerpo, que va a ser muy difícil restañar.

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17.04.18

Para ser salvos

El Señor Jesucristo, sobre la salvación:

El que cree en Él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Jn 3,18

Y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado“.
Mc 16,15-16

El apóstol Pedro, sobre Jesucristo:

“…no hay salvación en ningún otro, pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos".
Hch 4,12

El Señor Jesucristo, sobre los que creen en Él pero viven como si no creyeran:

¿Por qué me llamáis “Señor, Señor”, y no hacéis lo que digo?
Todo el que viene a mí, escucha mis palabras y las pone en práctica, os voy a decir a quién se parece: se parece a uno que edificó una casa: cavó, ahondó y puso los cimientos sobre roca; vino una crecida, arremetió el río contra aquella casa, y no pudo derribarla, porque estaba sólidamente construida.
El que escucha y no pone en práctica se parece a uno que edificó una casa sobre tierra, sin cimiento; arremetió contra ella el río, y enseguida se derrumbó desplomándose, y fue grande la ruina de aquella casa».
Luc 6,46-49

Lo que nos dice la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra:

Dijo su madre a los sirvientes: -Haced lo que Él os diga.
Jn 2,5

El apóstol San Juan, sobre los que dicen que conocen y aman a Dios pero no guardan sus mandamientos:

En esto sabemos que le hemos conocido: en que guardamos sus mandamientos. Quien dice: «Yo le conozco», pero no guarda sus mandamientos, es un mentiroso, y en ése no está la verdad.
1 Jn 2,3-4

En esto conocemos que amamos a los hijos de Dios: si amamos a Dios y cumplimos sus mandamientos. Pues en esto consiste el amor de Dios: en que guardemos sus mandamientos. Y sus mandamientos no son pesados.
1 Jn 5,2-3

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23.02.18

¿Qué queda del catolicismo a día de hoy?

De siempre se nos ha dicho, porque era cierto, que una de las características del catolicismo era su unidad en la fe, en la doctrina, en la moral, en los sacramentos.

Pues bien, hoy es el día en que se puede observar como una cosa es el catolicismo en Alemania y otra muy distinta en Polonia. Uno el catolicismo en la archidiócesis de Chicago y otro en la de Filadelfia. Y por no salir de España, uno es el catolicismo en la archidiócesis de Granada, donde el arzobispo permite a comunión de quienes viven en adulterio, y otro en la diócesis de Alcalá de Henares, donde el obispo no para de recordar la vigencia del magisterio bimilenario de la Iglesia.

Los obispos alemanes vuelven a demostrar que se creen absolutamente independientes del resto de la Iglesia y han decidido, sin pedir permiso a Roma, que los protestantes que estén casados con católicos pueden comulgar. Dicen que para ello han de creer lo mismo que la Iglesia cree sobre la Eucaristía. Pero, ¿de qué tipo de fe eucarística estamos hablando si uno puede profesarla y seguir siendo protestante? No, desde luego, de la fe católica. Y pretender que es legítimo separar la fe eucarística del resto de la fe de la Iglesia es no profesar la fe de la Iglesia.

Lo que están haciendo los obispos “católicos” alemanes es como si en tiempos de la crisis arriana se hubiera admitido que arrianos, seminarrianos y católicos pudieran comulgar bajo la excusa de que todos creían lo mismo sobre la Eucaristía. Semejante barbaridad habría sido rechazada por todos. Hoy, la tenemos delante de nuestras narices sin que parezca que nadie va a mover un dedo para impedirlo.

Cuando el Beato Newman se convirtió a la fe católica,descartó por completo la legitimidad del anglicanismo como vìa media entre el protestantismo y el catolicismo. Sin embargo, hoy la Iglesia Católica se parece mucho más al anglicanismo que Newman abandonó que al catolicismo de los veinte siglos precedentes. Por supuesto, se trata de mera apariencia humana, porque la Iglesia siempre sigue siendo la misma: una, santa, católica y apostólica. Los miembros muertos y alejados de su fe, sin embargo, hacen tanto ruido que oscurecen a la vista del mundo la esencia indestructible del Cuerpo de Cristo.

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20.02.18

El verdadero ecumenismo del odio

Hace unos meses, La Civiltà Cattolica publicaba un artículo firmado por su director, el jesuita Antonio Spadaro y por el pastor presbiteriano Marcelo Figueroa, responsable de la edición argentina de L´Osservatore Romano (sic), en el que se acusaba a los católicos tradicionales y los protestantes evangélicos estadounidenses de practicar un “ecumenismo del odio” por defender el derecho a la vida y la enseñanza bíblica sobre la naturaleza del matrimonio como unión entre un hombre y una mujer. Cito de dicho artículo:

«Apelando a los valores del fundamentalismo, se está desarrollando una extraña forma de ecumenismo sorprendente entre fundamentalistas evangélicos e integristas católicos unidos por la ambición de obtener influencia religiosa en la esfera política»

«Algunos que profesan ser católicos se expresan de maneras que hasta hace poco eran desconocidas en su tradición y usan tonos mucho más cercanos a los evangélicos».

«Existe un mundo bien definido de convergencia ecuménica entre sectores que paradójicamente son competidores en lo que respecta a la pertenencia confesional. Esta unión sobre los objetivos compartidos se produce en torno a temas como el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo, la educación religiosa en las escuelas y otros asuntos generalmente considerados morales o ligados a los valores. Los integristas evangélicos y católicos condenan el ecumenismo tradicional y, sin embargo, promueven un ecumenismo de conflicto que los une en el sueño nostálgico de un tipo de Estado teocrático».

Desde entonces, se ha producido una cascada de noticias que parecen indicar que la cuestión de la homosexualidad es objeto de discusión tanto dentro del catolicismo como del protestantismo. Digo “parece” porque no cabe discusión alguna.

Lo que está en juego no es si el cristianismo debe aceptar o no las relaciones homosexuales. Lo que se dilucida es si el cristianismo sigue existiendo como tal o se arrodilla ante el Nuevo Orden Mundial que, entre otras imposiciones, busca dar carta de naturaleza a unas relaciones que la Biblia señala, de forma inequívoca, como aberración ante los ojos de Dios.

Existe un verdadero campo de batalla en el que los dos bandos están muy bien delimitados. Por una parte, los que creen que la Biblia es normativa a la hora de discernir la condición pecaminosa de las relaciones entre personas del mismo sexo. Por otra, los que abogan por dejar de lado la Escritura en esa materia -y en otras, dicho sea de paso-. 

En realidad, estamos ante un episodio más del gran conflicto espiritual (Ef 6) del último siglo y medio entre el cristianismo tradicional y la apostasía, que en el catolicismo recibe el nombre de modernismo y en el protestantismo se llama liberalismo teológico.

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8.02.18

Cuando se retira la anilla a una granada, explota

Revisión de la Humanae Vitae, bendición de uniones homosexuales, comunión de adúlteros y lo que se les ocurra de aquí en adelante. Es todo lo mismo. Y todo nace de la misma fuente. A saber, la idea  que subyace en el punto 301 de Amoris Laetitia. Cito:

Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa.

La “situación irregular” puede ser la del adulterio, la de la práctica de la sodomía o el lesbianismo, la del uso de anticonceptivos, la del no cumplimiento del precepto dominical, la que se quiera. Según ese texto se puede conocer el mandamiento de Dios y, dependiendo de las circunstancias, no cumplirlo sin caer en pecado.

En realidad, todo parte de la falta de fe. Sin fe, es imposible agradar a Dios. Sin fe, no se pueden cumplir sus mandamientos. Sin fe, cualquier barbaridad puede ser justificada. Quienes no creen en el poder de la gracia de Dios para que el cristiano se libere del pecado de verdad, no solo de modo forense, buscan la manera de burlarse de la ley de Dios. 

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