El nuevo paradigma ni es nuevo ni es católico

El cardenal Parolin, Secretario de Estado, ha asegurado que Amoris Laetitia supone «un nuevo paradigma que el Papa Francisco está llevando a cabo con sabiduría, prudencia e incluso paciencia». 

En relación a la polémica por ese texto pretendidamente magisterial -en Infocatólica fuimos de los primeros en decir que el capítulo 8 no lo era-, el purpurado dice que «Probablemente las dificultades que han surgido y aún existen en la Iglesia se deben, además de algunos aspectos del contenido, a este cambio de actitud que el Papa nos pide». Y añade otra vez que estamos ante «Un cambio en el paradigma, inherente al texto en sí, que se nos pide: este nuevo espíritu, este nuevo enfoque».

Es bueno que el cardenal reconozca que estamos ante una novedad, tanto en la letra como en el espiritu. Ciertamente Amoris Laetitia pretende implementar un cambio. El uso del término paradigma no parece casual. Según el diccionario de la RAE, significa:

Teoría o conjunto de teorías cuyo núcleo central se acepta sin cuestionar y que suministra la base y modelo para resolver problemas y avanzar en el conocimiento.

Ahora bien, ¿qué es exactamente lo que ha cambiado o se pretende que cambie? Pues ni más ni menos que la moral católica. Yerran quienes creen que el capítulo 8 de Amoris Laetitia sirve solo para abordar la situación de los divorciados vuetlos a casar -adúlteros en palabras de Cristo-. Lo que dicho capítulo altera es la esencia misma de la enseñanza moral de la Iglesia desde tiempos de Cristo hasta este pontificado. Estamos, pues, ante un hecho desconocido en los casi 21 siglos de historia de la Iglesia.

¿Qué es lo que está en juego? Pues ni más ni menos que la enseñanza de San Juan Pablo II en la encíclica Veritatis Splendor…:

En el caso de los preceptos morales positivos, la prudencia ha de jugar siempre el papel de verificar su incumbencia en una determinada situación, por ejemplo, teniendo en cuenta otros deberes quizás más importantes o urgentes. Pero los preceptos morales negativos, es decir, los que prohiben algunos actos o comportamientos concretos como intrínsecamente malos, no admiten ninguna excepción legítima; no dejan ningún espacio moralmente aceptable para la creatividad de alguna determinación contraria. Una vez reconocida concretamente la especie moral de una acción prohibida por una norma universal, el acto moralmente bueno es sólo aquel que obedece a la ley moral y se abstiene de la acción que dicha ley prohíbe.
VS 67

… la enseñanza del concilio de Trento:

Cap. XI del Decreto sobre la justificación.
De la observancia de los mandamientos, y de cómo es necesario y posible observarlos. Pero nadie, aunque esté justificado, debe persuadirse que está exento de la observancia de los mandamientos, ni valerse tampoco de aquellas voces temerarias, y prohibidas con anatema por los Padres, es a saber: que la observancia de los preceptos divinos es imposible al hombre justificado. Porque Dios no manda imposibles; sino mandando, amonesta a que hagas lo que puedas, y a que pidas lo que no puedas; ayudando al mismo tiempo con sus auxilios para que puedas; pues no son pesados los mandamientos de aquel, cuyo yugo es suave, y su carga ligera.

Y:

Si alguno dijere, que es imposible al hombre aun justificado y constituido en gracia, observar los mandamientos de Dios; sea excomulgado.
Canon XVIII sobre la justificación

… y la enseñanza de la Escritura:

No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea de medida humana. Dios es fiel, y él no permitirá que seáis tentados por encima de vuestras fuerzas, sino que con la tentación hará que encontréis también el modo de poder soportarla.
1ª Cor 10,13

Y:

porque Dios es quien obra en vosotros el querer y el actuar conforme a su beneplácito.
Fil 2,13

Podría citar muchos otros textos bíblicos y magisteriales, pero con esos vale para entender que:

1- No hay excepciones a la hora de cumplir los mandamientos de Dios. Cualquier incumplimiento es moralmente inaceptable.

2- No es imposible para el cristiano cumplir los mandamientos de Dios.

3- Dios mismo, por medio de su gracia, hace que el cristiano pueda serle fiel cumpliendo sus mandamientos.

Pues bien, todo eso salta por los aires con el punto 301 de Amoris Laetitia, que dice así:

Por eso, ya no es posible decir que todos los que se encuentran en alguna situación así llamada «irregular» viven en una situación de pecado mortal, privados de la gracia santificante. Los límites no tienen que ver solamente con un eventual desconocimiento de la norma. Un sujeto, aun conociendo bien la norma, puede tener una gran dificultad para comprender «los valores inherentes a la norma» o puede estar en condiciones concretas que no le permiten obrar de manera diferente y tomar otras decisiones sin una nueva culpa.

Donde la Biblia, la Tradición y el Magisterio decían que no hay excepciones al cumplimiento de los mandamientos de Dios, pues Dios mismo nos ayuda a cumplirlos, Amoris Laetitia indica que sí hay excepciones en las que el cristiano no puede hacer lo que Dios le concede hacer. 

Ciertamente es un cambio de paragidma. Pero no es nuevo ni es católico. Esa incapacidad del hombre redimido para cumplir fielmente la voluntad de Dios ya la sostuvo Lutero. De ahí su solafideísmo. Y esa falta de condición definitiva de los mandamientos de Dios y de la supuesta autoridad de la conciencia para poder esquivarlos -no hablamos de mera imputabilidad- ya lo enseñó recientemente, entre otros, Bernhard Häring (ver también). Ni que decir tiene que tanto Lutero, como Häring fueron condenados por el Magisterio de la Iglesia. Por tanto estamos ante otra moral, otra fe, otro evangelio.

Y si estamos ante otro evangelio, ¿qué única actitud cabe por parte de quienes por gracia anhelan mantenerse fieles a Dios, sean obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos o seglares? El rechazo:

Me sorprende que hayáis abandonado tan pronto al que os llamó por la gracia de Cristo para seguir otro evangelio; aunque no es que haya otro, sino que hay algunos que os inquietan y quieren cambiar el Evangelio de Cristo.
Pero aunque nosotros mismos o un ángel del cielo os anunciásemos un evangelio diferente del que os hemos predicado, ¡sea anatema!  Como os lo acabamos de decir, ahora os lo repito: si alguno os anuncia un evangelio diferente del que habéis recibido, ¡sea anatema!
Gal 1,6-9

El cómo ha de sustanciarse dicho rechazo es algo ya que entra dentro del terreno de lo prudencial. Pero ha de sustanciarse. De lo contrario, seremos cómplices del error y la herejía. Dios no nos lo permita.

María, Destructora de las herejías, ruega por nosotros.

Luis Fernando Pérez