25.02.19

La única solución posible a la crisis de la Iglesia

Es la primera vez que cuento esto de forma pública, pero lo creo necesario.

Ávila, España, principios de siglo XXI. II Congreso Camino a Roma -testimonios de protestantes convertidos al catolicismo- celebrado por Miles Iesu en este país. Con la presencia de dos cardenales curiales: los colombianos Castrillón Hoyos y López Trujillo, ambos ya fallecidos. En el programa figuraba una intervención del cardenal Castrillón. Dio una charla de “aliño", en la que como cabía esperar habló de la situación con la FSSPX, y al finalizar, mientras iba camino de la salida, levantó la voz para que todos los presentes le pudieran oír. Seguramente no soy capaz de repetir sus palabras exactas, pero me acuerdo perfectamente del sentido de las mismas:

“Queridos fieles, en cuanto a los escándalos que salen en los medios de comunicación de sacerdotes que han cometido inmoralidades, recordad: una vez sacerdote, sacerdote para siempre. Debemos proteger a nuestros sacerdotes, nunca denunciarles".

Algunos de los presentes, ciertamente no todos y no la mayoría, aplaudieron. Yo, que debía dar mi testimonio poco después y que había regresado a la Iglesia apenas año y medio antes, me quedé pensando si lo mejor no era salir corriendo de allí. Era todo un cardenal defendiendo públicamente a sacerdotes abusadores sin hacer la menor mención a sus víctimas. 

Las palabras del purpurado colombiano reflejaban bien a las claras lo que buena parte de la jerarquía católica de finales del siglo XX pensaba acerca de los abusos sexuales cometidos contra niños y adolescentes. Es más, seguramente también reflejaba lo que muchos cardenales y obispos pensaban que había que hacer con sacerdotes cuya inmoralidad sexual era patente, aunque no estuvieran menores de edad involucrados. Lo importante era proteger a esos curas indignos. 

Leer más... »

18.02.19

Caso McCarrick, ¿quién se cree qué?

El 11 de febrero de 2019, la Congregación para la Doctrina de la Fe impuso la pena de dimisión del estado clerical al ex-cardenal Theodore McCarrick. Cinco días después la sentencia se hizo pública. No cabe recurso del condenado. Sus delitos son «insinuaciones en la confesión y violación del Sexto Mandamiento del Decálogo con menores y adultos, con el agravante de abuso de poder».

El señor McCarrick tiene 88 años, lo cual hace pensar que no le queda mucho tiempo antes de presentarse ante el Señor para rendir cuentas. Según la fe católica, si se arrepiente verdaderamente y se confiesa de sus pecados, podrá salvarse. Es más, si cumple los requisitos requeridos, puede alcanzar la indulgencia plenaria, que supone la remisión de la pena temporal por sus pecados.

Eso me lleva a hacer las primeras preguntas: Si D. Theodore McCarrick, además de confesarse con cualquier sacerdote, hace una confesión pública de sus pecados y pide perdón por ellos, ¿qué razón habría para mantenerle la pena? ¿acaso no se perdona y se hace regresar a la comunión eclesial a los herejes y cismáticos que se arrepienten de sus errores? 

Dicho eso, vamos a ser claros. ¿Alguien puede creerse de verdad que las andanzas de McCarrick no eran conocidas desde hace mucho tiempo tanto en la Iglesia en Estados Unidos como en Roma? O sea, como planteó Shawn McKnight, obispo de Jefferson City (Missouri, EE.UU), en agosto del año pasado:

¿Cómo pudo un hermano obispo faltar el respeto con tal insensibilidad a la dignidad de jóvenes, seminaristas y sacerdotes durante décadas sin que nadie le pusiera en su sitio? Es inexplicable para mí.

Esa pregunta nos la hacemos muchos sin necesidad de leer las famosas cartas de Mons. Viganò, ex-Nuncio en los EE.UU. De hecho, sabemos que a Roma llegaron denuncias sobre MCarrick antes (año 2000) de que el papa Juan Pablo II le creara cardenal (año 2001). Aun más, el cardenal Cacciavillan reconoció que ya en el año 1994 había oído sobre las inmoralidades del sujeto. El P. Boniface Ramsey aseguró que todo el mundo sabía lo que pasaba. Por tanto, nadie puede alegar que no se sabía lo que hacía el ex-cardenal. Es más, así lo aseguró Mons. Steven Lopes, obispo del ordinariato anglocatólico en EE.UU, a finales del pasado mes de agosto:

“Le diré cuál creo que no es una respuesta suficientemente buena. Se trata del desfile de cardenales y obispos que han corrido hacia las cámaras de televisión y mientras sujetan sus cruces pectorales dicen “No sabía nada". No lo creo, y soy uno de ellos. No lo creo".

Y no parece que convenza a muchos el argumento del cardenal Maradiaga, quien aseguró que las inmoralidades de McCarrick eran un asunto privado.

Leer más... »

12.01.19

Reconozcamos los derechos de la regia potestad de Cristo

Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra (Ps 71)

Cuando la Cristiandad es vista como una era tenebrosa. Cuando muchos desdeñan el reinado social de Cristo en las naciones cristianas. Cuando, por ingorancia inducida de multitud de fieles, la Solemnidad de Cristo Rey del Universo ha perdido el sentido originario con el que fue instituida. Cuando se celebran sacrificios constantes a los Baales y los Molocs de sistemas políticos contrarios a la realeza de nuestro Señor, toca escuchar la voz profética de uno de sus Vicarios:

Ahora bien, el nefasto esfuerzo con que no pocos pretenden arrojar a Cristo de su reino, niegan la ley de la verdad por Él revelada y rechazan el precepto de aquella caridad que abriga y corrobora su imperio como con un vivificante y divino soplo, es la raíz de los males que precipitan a nuestra época por un camino resbaladizo hacia la indigencia espiritual y la carencia de virtudes en las almas. Por lo cual, la reverencia a la realeza de Cristo, el reconocimiento de los derechos de su regia potestad y el procurar la vuelta de los particulares y de toda la sociedad humana a la ley de su verdad y de su amor, son los únicos medios que pueden hacer volver a los hombres al camino de la salvación.
Encíclica Summi Pontificatus, 13, Pío XII

No nos engañemos. O Cristo reina en todo, o estaremos bajo la autoridad del príncipe de este mundo, quien ya fue derrotado en la Cruz, pero sigue luchando contra la Iglesia para derribarla del lugar que le corresponde.

O de Cristo y con Cristo, o del mundo y con Satanás.

¡Viva Cristo Rey!

Laus Deo Virginique Matri

Luis Fernando Pérez Bustamante

5.01.19

Caso Zanchetta, trabajo para Tornielli

En el último mes han cambiado muchas cosas en el área de la comunicación vaticana. Al nombramiento del vaticanista Andrea Tornielli como director del Dicasterio para la Comunicación y la salida de Giovanni Maria Vian de la dirección de L´Osservatore Romano se le unió la ¿sorprendente? dimisión de Geg Burke y Paloma García Ovejero como portavoz y viceportavoz de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, la cual, de forma provisional, ha quedado a cargo de Alessandro Gisotti. No hace falta ser un experto en el negociado de la información religiosa para entender que se ha puesto en marcha una maquinaria destinada a tener un control mucho más exhaustivo e ideologizado de lo que sale o deja de salir, a nivel informativo, de la Santa Sede. De Burke y García Ovejero se podía decir lo que se quisiera, pero no que fueran “creadores” de opinión, cosa que no ocurre con Tornielli ni creo que vaya a ocurrir con el futuro portavoz.

Precisamente ha sido Gisotti quien, en plena interinidad, ha tenido que salir al paso del posible escándalo revelado por la prensa argentina sobre el obispo Zanchetta. El obispo emérito de Orán presentó sorpresivamente su renuncia alegando motivos de salud. La misma fue aceptada en un abrir y cerrar de ojos -lo cual es “significativo"- y desapareció de Argentina. A los pocos meses el Papa le dio un “carguito” en el Vaticano, sin responsabilidades ejecutivas pero suficiente como para que residiera en Roma.

El problema es que la prensa del país sudamericano ha revelado que Mons.Zanchetta fue acusado de abusos sexuales y de poder (*). Las víctimas de los abusos sexuales habrían sido tres seminaristas. Las de poder -sea lo que sea eso-, diez seminaristas. Es más, fue la Nunciatura en Buenos Aires quien recibió las denuncias, con lo cual es evidente que el caso llegó a Roma, a menos que pensemos que Mons. Emil Paul Tscherrig, Nuncio en Argentina cuando ocurrió todo, decidió ocultar los hechos a la Santa Sede.

Leer más... »

26.12.18

La humanidad está dividida en dos

En el evangelio de ayer, escuchamos:

La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.
Jn 1,9-13

La humanidad está radicalmente dividida en dos: aquellos que creen en Cristo y han sido bautizados y aquellos que no. Unos son hijos de Dios -en el sentido de filiación sobrenatural-, otros no. Los que no creen en Cristo son solo hijos del primer Adán. Los que creen son hijos de Dios en el segundo Adán, que es Cristo (1 Cor 15,45) (*). De ahí la absoluta necesidad de predicar el evangelio a todos los hombres. 

Entre los hijos de Dios también se puede establecer una división. Los que viven en pecado y los que viven en gracia. Se entiende que vivir en pecado no es pecar ocasionalmente, cosa que todos hacemos, sino pecar gravemente a conciencia -pecado mortal- y sin intención de arrepentirse y cambiar de vida. Si mueren en ese estado, aun siendo hijos de Dios su condenación es segura e incluso se puede decir que su situación será peor que la de aquellos que nunca creyeron porque nadie les predicó el evangelio.

Leer más... »