(96) Nuestra Señora de las Lágrimas
Una y otra vez, cuando miramos a nuestro alrededor y nos oprimen el pecho muchas situaciones desgraciadas, muchas tormentas y desvíos, muchas cruces que se alzan en lo alto del Calvario de la Iglesia, surge la misma pregunta: ¿qué hacer?… gritar, llorar, correr… Las respuestas serán variadas, según lo que Dios haya dado a cada uno, pero hay una actitud que es irrenunciable, porque Nuestra Señora nos la señala, inquebrantable:
Estaba la Dolorosa
Junto al leño de la Cruz,
¡Qué alta palabra de luz!,
¡Qué manera tan graciosa
De enseñarnos la preciosa
Lección del callar doliente!
Tronaba el cielo rugiente,
La tierra se estremecía.
Bramaba el agua…María
Estaba, sencillamente.
(J. María Pemán)