(Marca/InfoCatólica) Vervoot anunció antes de los Juegos de Río que quería morir. La atleta belga sufría una enfermedad degenerativa. Todo empezó con una dolorosa inflamación en un pie a los 14 años. De allí se extendió a las rodillas y a los 20 pasó a depender de una silla de ruedas. Su cuerpo iba perdiendo facultades con el paso del tiempo hasta que se confirmó el fatídico diagnóstico. Entonces dejó los estudios y encontró en el deporte un refugio. En 2007 hizo el Ironman de Hawái.
Ganó un oro y un plata en los 100 y 200 metros de los Juegos de Londres 2012. Cuatro años más tarde, en Río, se colgó un bronce en el 100 y una plata en el 400, en la categoría T52. Fue su adiós a la competición.
El diario deportivo español MARCA habló con ella en la cita paralímpica de Río. Entonces había cambiado de opinión. «Después de Río no quiero la eutanasia. Vivo día a día y cuando llegue su momento, lo haré. Firmé los papeles en 2008, sí, porque entonces tenía mucho, mucho dolor y no quiero vivir con un dolor insoportable. No quiero tener a una persona que me tenga que ayudar todo el día, por la mañana, por la tarde y por la noche, pero ahora quiero mucho más tiempo con mi familia y amigos, dar charlas motivacionales y cuando ya no quiera vivir, tengo los papeles», decía por entonces. Ese día finalmente llegó este martes.
Tras dejar el deporte, estos últimos años tuvo que ser ingresada con frecuencia por su enfermedad. Avanzaba sin compasión. «Está yendo muy, muy rápido, y estoy de nuevo en el proceso de eutanasia. Voy a decidirme a hacerlo. Es imposible vivir en estas condiciones», llegó a comentar Vervoort a principios de 2018.
Este verano visitó Lanzarote, una lugar que le encantaba y al que acudía asiduamente para entrenarse. En septiembre, había cumplido otro de sus deseos: ejercer de copiloto en un Race Lamborghini Huracan Evolution en el circuito de Zolder, con sus padres y sus perros como testigos. «He cumplido muchos sueños en mi vida. Este es el último», declaró.
Cuatro días antes de su fallecimiento subió una foto a su cuenta de Instagram de cuando competía: «No puedo olvidar los buenos recuerdos», escribió.
Catecismo y eutanasia
El Catecismo de la Iglesia Católica condena la eutanasia:
2277 Cualesquiera que sean los motivos y los medios, la eutanasia directa consiste en poner fin a la vida de personas disminuidas, enfermas o moribundas. Es moralmente inaceptable.
Por tanto, una acción o una omisión que, de suyo o en la intención, provoca la muerte para suprimir el dolor, constituye un homicidio gravemente contrario a la dignidad de la persona humana y al respeto del Dios vivo, su Creador. El error de juicio en el que se puede haber caído de buena fe no cambia la naturaleza de este acto homicida, que se ha de rechazar y excluir siempre (cf. Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Iura et bona).