(InfoCatólica) «Su posición actual me parece incomprensible y extremadamente reprensible, no solo por la confusión que se siembra en el pueblo de Dios, sino porque sus acusaciones públicas dañan seriamente la reputación de los sucesores de los apóstoles», escribió el cardenal Marc Ouellett, en la carta dirigida al arzobispo Carlo Maria Vigano.
«Les digo francamente que acusar al Papa Francisco de haber encubierto con pleno conocimiento de los hechos a este presunto depredador sexual y, por lo tanto, de ser cómplice de la corrupción que se está extendiendo en la Iglesia, hasta el punto de considerarlo indigno de continuar su reforma como el primer pastor de la Iglesia es increíble y cuestionable desde todos los puntos de vista», agregó Ouellet.
Los hechos, según Viganò
En su primera carta, el ex-Nuncio en los Estados Unidos aseguró:
Entonces, el Papa me preguntó con tono muy cordial: “¿Cómo es el cardenal McCarrick?”. Le respondí con total franqueza y, si lo desean, con mucha ingenuidad: “Santo Padre, no sé si usted conoce al cardenal McCarrick, pero si le pregunta a la Congregación para los Obispos, hay un dossier así de grande sobre él. Ha corrompido a generaciones de seminaristas y sacerdotes, y el Papa Benedicto le ha impuesto retirarse a una vida de oración y penitencia”. El Papa no hizo el más mínimo comentario a mis graves palabras y su rostro no mostró ninguna expresión de sorpresa, como si ya conociera la situación desde hace tiempo, y cambió enseguida de tema. Pero, entonces, ¿con qué fin el Papa me había hecho esa pregunta: “Cómo es el cardenal McCarrick”? Evidentemente, quería saber si yo era aliado o no de McCarrick.
Y:
No satisfecho con la trampa que me había tendido el 23 de junio de 2013 al preguntarme sobre McCarrick, unos meses después, en la audiencia que me concedió el 10 de octubre de 2013, el Papa Francisco me tendió una segunda, esta vez respecto a otro protegido suyo, el cardenal Donald Wuerl. Me preguntó: “¿El cardenal Wuerl cómo es, bueno o malo?”. “Santo Padre –le respondí–, no le diré si es bueno o malo, pero le contaré dos hechos”. Y le conté los dos hechos que he mencionado anteriormente, relacionados con la indiferencia pastoral de Wuerl ante las desviaciones aberrantes en la Universidad de Georgetown, y la invitación que hizo la archidiócesis de Washington a jóvenes aspirantes al sacerdocio a un encuentro con McCarrick. También en esta ocasión el Papa no tuvo ninguna reacción.
En una segunda carta, Mons. Viganò se dirigió expresamente al cardenal Ouellet:
Me gustaría hacer un llamamiento especial al Cardenal Ouellet, porque como Nuncio siempre trabajé en gran armonía con él, y siempre le tuve en gran estima y afecto. Recordará cuándo, al final de mi misión en Washington, una noche me recibió en su apartamento en Roma para mantener una larga conversación. Al comienzo del pontificado del Papa Francisco, él había mantenido su dignidad, como la había demostrado con valentía cuando fue arzobispo de Québec. Más tarde, sin embargo, cuando su trabajo como prefecto de la Congregación para los Obispos estaba siendo socavado porque dos amigos homosexuales de su dicasterio pasaban directamente al Papa Francisco las recomendaciones para los nombramientos episcopales, eludiendo al cardenal, él se dio por vencido. Su largo artículo en L'Osservatore Romano, en el que se manifestó a favor de los aspectos más controvertidos de Amoris Laetitia, representa su rendición.
Eminencia, antes de irme a Washington, usted fue quien me contó las sanciones del Papa Benedicto sobre McCarrick. Tiene a su disposición documentos clave que incriminan a McCarrick y a muchos en la Curia por sus encubrimientos. Eminencia, le insto a que testifique la verdad.
Los hechos, según el cardenal Ouellet
Esta es la respuesta del cardenal Ouellet a las afirmaciones del arzobispo Viganò:
Vamos a abordar los hechos. Usted dijo que el 23 de junio de 2013 le proporcionó al papa Francisco información sobre McCarrick en una audiencia que le concedió, como también hizo con muchos representantes pontificios con quienes se reunió por primera vez ese día. Puedo imaginarme la cantidad de información verbal y escrita que se le proporcionó al Santo Padre en esa ocasión sobre tantas personas y situaciones. Dudo mucho que el Papa tuviera tanto interés en McCarrick como usted quisiera que creamos, dado que para ese entonces era un arzobispo emérito de 82 años que había estado sin ocupar un rol durante siete años. Además, las instrucciones escritas que le dio la Congregación para los Obispos al comienzo de su misión en 2001 no dijeron nada acerca de McCarrick, excepto por lo que le mencioné verbalmente sobre su situación como Obispo emérito y ciertas condiciones y restricciones que debía seguir a causa de algunos rumores sobre su conducta pasada.
Desde el 30 de junio de 2010, cuando me convertí en Prefecto de la Congregación para los Obispos, nunca presenté en audiencia el caso de McCarrick al Papa Benedicto XVI o al Papa Francisco, hasta hace poco, después de su despido del Colegio de Cardenales. Se pidió al ex cardenal, retirado en mayo de 2006, que no viajara ni hiciera apariciones públicas para evitar nuevos rumores sobre él. Es falso, por lo tanto, presentar esas medidas como «sanciones» formalmente impuestas por el Papa Benedicto XVI y luego invalidadas por el Papa Francisco. Después de una revisión de los archivos, encuentro que no hay documentos firmados por ninguno de los dos papas al respecto, y que no hay notas de las audiencias de mi predecesor, el cardenal Giovanni-Battista Re, que impongan al arzobispo retirado la obligación de llevar una vida callada y privada, con las condiciones normalmente reservadas a las penas canónicas. La razón es que en aquel entonces, a diferencia de hoy, no había pruebas suficientes de su presunta culpabilidad. Así, la decisión de la Congregación se inspiró en la prudencia, y las cartas de mi predecesor y de mis propias cartas lo instaron, primero a través del Nuncio Pietro Sambi Apostólico y luego a través de usted, a llevar una vida de oración y penitencia, por su propio bien y para El bien de la Iglesia. Su caso hubiera merecido nuevas medidas disciplinarias si la Nunciatura en Washington, o cualquier otra fuente, nos hubiera proporcionado información reciente y definitiva sobre su comportamiento. Soy de la opinión de que, por respeto a las víctimas y dada la necesidad de justicia, la investigación actualmente en curso en los Estados Unidos y en la Curia romana debería proporcionar un estudio exhaustivo y crítico de los procedimientos y las circunstancias de este caso doloroso. para evitar que algo como esto suceda en el futuro.
Por tanto, el cardenal Ouellet, aun negando la existencia de sanciones canónicas al cardenal McCarrick, reconoce explícitamente que se le instó a llevar una vida de oración y penitencia y que Mons. Viganò fue uno de los encargados de trasmitirle esa orden.
Por otra parte, las denuncias ante la Santa Sede sobre la inmoralidad sexual del ex-cardenal estadounidense son muy anteriores en el tiempo. Según una carta obtenida por Catholic News Service, la Secretaría de Estado del Vaticano tuvo conocimiento de las acusaciones hechas contra él por un sacerdote de Nueva York en el año 2000