(Actuall) Hasta el 2015 Mouncey era jugador de balonmano. Gracias a su 1,90 de estatura y a sus 100 kilos de peso se había convertido en un importante jugador de la selección nacional con la que ha participado en la clasificación de los Juegos Olímpicos y en un campeonato del mundo.
Fue allí, en Qatar en 2015, cuando decidió contarle a su madre que no era un hombre, sino una mujer, y que iba a dejar el deporte de toda su vida para terminar entrando en el fútbol australiano femenino, el cual se parece más al rubgy que al fútbol europeo.
Mouncey se incribió al Draft de la Australian Football League, pero su petición fue denegada por la AFL, el que marca las normas, por su supuesta superioridad física respecto al resto de competidoras.
Pero el tiempo y los tiempos finalmente le dieron la razón y ha conseguido que la acepten en la liga aunque todavía debe ser seleccionada por algún equipo.
«No daré las gracias a la AFL, creo que sería inapropiado hacerlo por dejarme hacer algo que cualquier australiana puede hacer», señaló Mouncey en una larga carta que publicó en su cuenta de Twitter y en un vídeo en su cuenta de YouTube.
No es el primer caso de este tipo que se vive en Australia, ya que hace casi un año Laurel Hubbard, de 39 años, participó en el campeonato internacional de Australia como miembro de Nueva Zelanda y se alzó hasta el primer cajón del podio.