(Actuall/InfoCatólica) Nicholas Cummings fue presidente de la Asociación Americana de Psicología entre el año 1979 y 1980, pero pertenecía a su consejo desde principios de los años 70 del pasado siglo.
Fue el encargado de hacer la propuesta para sacar la homosexualidad de la lista de enfermedades mentales, aunque años después reconoce que se hizo por motivos políticos.
En concreto, Cummings sostenía que la homosexualidad no se trataba de una enfermedad mental, pero sí caracterológica e instó a sus colegas a realizar cuantas investigaciones científicas fueran necesarias para corroborar o modificar esa resolución.
Según narra Cummmings en una entrevista, reclamó que hubiera una votación «para continuar investigando y mostrar lo que la investigación demostrara».
Sin embargo, denunciaba, «esta investigación abierta e imparcial nunca fue realizada», contradiciendo así la aplicación del llamado Principio de Leona Tyler, expresidenta de esta organización.
Este principio supone que la asociación no debía pronunciarse sobre ningún asunto de forma pública hasta que dicha declaración no fuera sustentada por una evidencia científica que lo demostrara. En el caso de la ‘desclasificación’ de la homosexualidad no ocurrió así.
Cummings considera que «la persona es la que decide lo que quiere hacer con su orientación [sexual]» y no se opone a la equiparación del matrimonio a las uniones del mismo sexo, pero critica la intolerancia y la imposición de los grupos de presión LGTBI.
«Respeto el derecho a no estar de acuerdo. Y eso no está permitido. Sólo se está oyendo un lado del asunto», incide Cummings sobre la intolerancia.
En especial, desde los años 80 cuando «el Principio de Leona Tyler fue completamente olvidado» y «las instancias políticas parecían anular cualquier resultado científico».
Este cambio lo explica Cummings porque «se convirtió en un asunto de derechos civiles en vez de ser un asunto científico».
Catecismo de la Iglesia Católica
2357 La homosexualidad designa las relaciones entre hombres o mujeres que experimentan una atracción sexual, exclusiva o predominante, hacia personas del mismo sexo. Reviste formas muy variadas a través de los siglos y las culturas. Su origen psíquico permanece en gran medida inexplicado. Apoyándose en la Sagrada Escritura que los presenta como depravaciones graves (cf Gn 19, 1-29; Rm 1, 24-27; 1 Co 6, 10; 1 Tm 1, 10), la Tradición ha declarado siempre que “los actos homosexuales son intrínsecamente desordenados” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Decl. Persona humana, 8). Son contrarios a la ley natural. Cierran el acto sexual al don de la vida. No proceden de una verdadera complementariedad afectiva y sexual. No pueden recibir aprobación en ningún caso.