(Fides) «Dos mil musulmanes todavía están alojados en la misión católica. Una parte en el seminario menor, otra en la catedral y conmigo, en la casa episcopal», dice a la Agencia Fides Mons. Juan José Aguirre Muñoz, obispo de Bangassou, la ciudad al sureste de la República Centro africana atacada en los últimos días por un grupo de milicianos anti Balaka. «Estas personas están amenazadas por los anti Balaka que han entrado en la ciudad en los últimos días, atacando el barrio musulmán de Bangassou, matando, saqueando y expulsando a sus habitantes, cuyas casas han sido incendiadas».
«Las situaciones de emergencia a las que nos enfrentamos son dos: la seguridad y la asistencia humanitaria», dice el obispo. «Lo más preocupante es la falta de seguridad. Estamos expuestos a ataques repentinos. El domingo 28 de mayo, estaba de camino a la vecina República Democrática del Congo para celebrar una misa con un grupo de refugiados centro-africanos, cuando cerca de las orillas del río Ubangui, una mujer con cinco hijos, que quería reunirse con su marido, fue secuestrada y luego asesinada por un grupo de hombres. Una agresión brutal en la que perdieron la vida niños con tan solo tres años», dice Mons. Aguirre. «En Bangassou está un contingente marroquí de cascos azules de la minusca (Misión de la ONU en la república centro-africana), pero no es muy eficaz».
En cuanto al aspecto humanitario, Mons. Aguirre informa que «han llegado algunas ONG que nos están ayudando a gestionar esta situación complicada. Hemos tenido que acomodar a dos mil personas en sólo 5 minutos en el Seminario. Ha sido una especie de tsunami humano con todo lo que ello conlleva desde el punto de vista higiénico. Se está considerando la posibilidad de establecer un campo de refugiados equipado en el que poder llevar a estas personas».
Mons. Aguirre, que ha negociado con los anti Balaka, explica que el ataque «es una reacción a la presencia de dos grupos bien armados de Seleka (rebelión musulmana, ed.), que a finales del año pasado se enfrentaron entre sí. Algunos de estos han atacado la diócesis, agrediendo a la población civil y cometiendo delitos graves, incluidos abusos sexuales. Ante esta violencia, nació la rebelión anti Balaka, pero que no distingue entre los rebeldes musulmanes y los ciudadanos de fe islámica de la ciudad. Los anti Balaka eran pocos peor ahora se han convertido en miles (tal vez tres mil) y, aunque pobremente están peor armados que los Seleka, son muy violentos y decididos. Los anti Balaka, nacidos en reacción a la violencia sufrida por los Seleka se han convertido en delincuentes, iguales o peores que sus oponentes».
«Si bien es cierto que se enfrentan los musulmanes y los no musulmanes, la razón de fondo del choque no es religioso sino político. Hay países vecinos que alimentan los dos contendientes para poder dominar mejor el país» concluye Mons. Aguirre.
Situación similar en la diócesis de Alindao
Además de Bangassou la diócesis de Alindao también está experimentando una situación dramática. Según la información recibida por la Agencia Fides, el p. Olaf Derenthal, misionero espiritano (Congregación del Espíritu Santo) en Mombaye, se ha visto obligado a huir este domingo 28 de mayo, junto con sus hermanos y varios miembros de su comunidad, a la vecina República Democrática del Congo.
Mombaye, se encuentra en la diócesis de Alindao, al sur de la República Centro-africana, y se vive un gran tensión por temor a los ataques de los combatientes anti-Balaka. Hasta ahora sólo estaban presentes las milicias Seleka, con las que la iglesia local había llegado a un acuerdo para evitar la violencia, pero en los últimos meses, las tensiones han aumentado debido a la llegada de grupos armados que se han separado de las principales formaciones.
En Mobaye tres cuartas partes de los 24.000 habitantes han huido al otro lado del río, a la República Democrática del Congo. Unas 5.000 personas están varados en la arena de río Bangui Kete esperando poder entrar en la RDC.
En Alindao unas 148 personas han muerto, mientras que 16.000 desplazados han encontrado refugio en la ciudad, de los cuales más de 14.000 en las estructuras de la diócesis gracias a siete sacerdotes y a algunos voluntarios de Cáritas.