(El Salvador/El Diario de Hoy) A juicio de Mons. José Horacio Gómez las sociedades deben avanzar a ser más abiertas y compasivas, especialmente ante fenómenos como la migración o la pobreza.
El pastor de una de las archidiócesis más influyentes de Estados Unidos llegó ayer a El Salvador para impartir una charla a futuros sacerdotes sobre la importancia de esta vocación. Asimismo, visitará la cripta de Monseñor Romero, a quien dice admirar.
En el marco de su visita, el líder religioso conversó con El Diario de Hoy sobre la necesidad de poner a la persona al centro del debate público y de la importancia de la participación cívica para construir sociedades más justas, cuya prioridad sea la dignidad humana.
¿Qué rol ha jugado la Iglesia Católica en el tema de migración?
Es un tema muy importante para la sociedad y la Iglesia. Está claro lo que el Papa Francisco nos ha comunicado. Su primer viaje fuera de Roma fue a Lampedusa, con el asunto de los migrantes que vienen de África a Italia. En el caso de Estados Unidos, los obispos tenemos un programa llamado «Justicia para todos». Cada obispo está comprometido con recibir a los migrantes que llegan a los EE. UU. En la arquidiócesis de Los Ángeles tenemos muchos programas para recibirlos. En California ya se permitió que tengan licencias de conducir y en cada parroquia hemos hecho grupos para que ayudarles a preparar la solicitud y el examen para poder tramitarlas.
Los cuatro puntos centrales de los obispos de Estados Unidos son: la importancia de la persona humana, la unidad de la familia, buscar visas de trabajo y completar el proceso de obtención de ciudadanía.
Desafortunadamente, en los últimos ocho años ha habido más de dos millones de deportados y eso rompe las familias. Por eso, recomendamos a los Estados Unidos una reforma migratoria completa.
¿Qué hay de la reforma propuesta hecha por el presidente Barack Obama?
Lo de Obama son dos iniciativas que tuvo: un programa para que los jóvenes nacidos en el exterior que quieren ir a la universidad en Estados Unidos puedan tener una visa temporal y que los papás de ellos puedan estar en Estados Unidos también. Lastimosamente fueron suspendidas por un juez de Texas.
¿Cómo puede contrarrestarse la influencia del discurso antiinmigrantes en EE. UU.?
Insistiendo en que hay que tratar a cada persona con su dignidad humana, y que hay que buscar la solución a la realidad migratoria global. Las personas se mueven por todo el mundo, no es cuestión de decir que se va a acabar la migración poniendo muros.
Lo correcto no es hacer muros, sino tender puentes para que las personas se sigan relacionando en un mundo global. EE. UU. debería ser el líder en una reforma migratoria global.
¿Cómo definiría a la comunidad salvadoreña con la que interactúa en Los Ángeles?
Nos llevamos muy bien. De hecho, hay un parque famoso, el MacArthur, cerca de la Catedral en Los Ángeles y con la beatificación de Monseñor Romero, pusieron una estatua y estuve presente con los líderes políticos y sociales para la bendición de esta. Es una comunidad muy activa en la sociedad.
Uno de los grandes retos de esa comunidad es el tema de la violencia y las pandillas. ¿Cómo ayuda la Iglesia en esos conflictos?
Es un proceso muy complicado con raíces muy diversas, en cuanto a la pobreza, la falta de educación, la realidad de las familias. La Iglesia ha tratado de estar presente y ayudar a quienes están en riesgo. Tenemos escuelas en zonas con menos posibilidades económicas y ofrecemos muchas becas.
Desafortunadamente, muchos jóvenes caen en la cárcel. Por eso, nos sumarnos a la iniciativa del gobernador de California, Jerry Brown, para que a los menores de edad no se les juzgue como adultos y así tengan la posibilidad de reintegrarse a la sociedad.
Además, en casi todos los centros de detención de menores hay ministerios activos.
Una tentación de los gobiernos es enfrentar la violencia con penas más duras, pues esto es popular. ¿Qué opinión le genera esto?
Tenemos que pensar en la rehabilitación y no solo en la represión. Además de apoyar iniciativas como las de el Gobernador Brown, hay una iniciativa que se votará en noviembre para eliminar la pena de muerte en California y estamos pidiendo que los fieles escuchen este llamado. Como está la sociedad, la pena de muerte ya no es necesaria. Se puede rehabilitar a las personas y cambiar la realidad de su vida. Tenemos otro programa muy bonito llamado Homeboy Industries que ayuda a rehabilitar a jóvenes que han estado en la prisión.
Es cada vez mayor la cantidad de niños que buscan cruzar la frontera de México con EE.UU. y terminan en centros de detención. ¿Qué se puede hacer al respecto?
Es un asunto complejo porque muchos se van por situación de pobreza o violencia. Cuando estos jóvenes llegan a la frontera, el gobierno los manda a centros de detención y busca a familiares que tengan para enviarlos donde ellos mientras un juez conoce su caso. Nosotros nos hacemos presentes para asegurar que los traten bien.
Este es un problema de los países de origen, como de los Estados Unidos, y más que tratarlos como inmigrantes deberían tener un tratamiento especial como refugiados. No se debería exponer a estos jóvenes a estas situaciones infrahumanas y abusos. Los gobiernos deberían luchar porque estos jóvenes se queden en sus países, son el futuro.
¿Hay una vinculación entre estas migraciones y la deficiencia de servicios públicos? ¿Qué pasa cuando esto lo causa la corrupción y qué postura toma la Iglesia Católica?
Creo que es importante la participación en la vida pública y en Latinoamérica nos falta la conciencia de que nuestro voto y nuestra participación cambia muchísimo las cosas. También es importante denunciar los hechos de corrupción, no los podemos ignorar.
El Papa Francisco ha dicho que la realidad de los países de Latinoamérica es semejante. Hay mucho radicalismo y todos tenemos que tratar de mejorar la realidad de estas sociedades. Por eso nos llamó a salir de nosotros y tratar de estar mejor; y a los jóvenes, a moverse y hacer un cambio, y que estén activos y cambien la sociedad, mostrándole a los demás que les interesan. El Papa nos enseña que lo más importante es la persona humana.