(La Información/InfoCatólica) El Papa ha advertido de que «la miseria más peligrosa es la lejanía de Dios» al tiempo que ha recordado que la «fe mueve montañas» durante la audiencia privada con más de 7000 miembros, de 34 países de la Asociación Comunidad Juan XXIII.
El Santo Padre ha recibido a diversos colectivos en riesgo de exclusión, entre los que se encuentran una familia de gitanos, una víctima de la prostitución, un grupo de toxicómanos en tratamiento, varios presos que están cumpliendo condena y personas con discapacidad, y ha escuchado con atención sus discursos en el Aula Pablo VI del Vaticano.
«Vuestras historias hablan de esclavitud y de liberación, hablan de egoísmo de los que piensan construir la existencia y se aprovechan de los otros y de la generosidad de aquellos que ayudan al prójimo a recuperarse de la degradación material y moral», ha comentado al respecto.
Estas experiencias -ha dicho el Papa- resaltan las muchas formas de pobreza del que está herido nuestro mundo y revelan la miseria más peligrosa, causa de todas las demás: «la lejanía de Dios, la presunción de ser capaz sin Él».
De este modo, el Santo Padre ha precisado que esta es la miseria ciega que considera fin de la propia existencia «la riqueza material, la búsqueda de poder y del placer y de esclavizar a la vida de otros para lograr estos objetivos».
Así ha afirmado que «es la presencia del Señor la que marca la diferencia entre la libertad del bien y la esclavitud del mal, que poder hacernos capaces de cumplir obras buenas y de dibujar una alegría íntima, capaz de irradiar también sobre los que están cerca».
Además, Francisco ha asegurado que la presencia del Señor «ensancha los horizontes, sana los pensamientos y las emociones, no da la fuerza necesaria para superar dificultades y pruebas». Y afirma «allí donde está el Señor Jesús, hay resurrección, hay vida, porque Él es la resurrección y la vida».
La fe, según ha recordado el Papa, mueve las montañas de la indiferencia y de la apatía, del desinterés y del estéril repliegue sobre sí mismos. «La fe abre las puertas de la caridad haciendo desear imitar a Jesús, nos incita al bien, dándonos la valentía para actuar según el ejemplo del Buen Samaritano», ha dicho.