(AIN/InfoCatólica) Miles de personas han tenido que huir con lo puesto ante el avance de los yihadistas del autoproclamado Estado Islámico. Les han dado un ultimátum: «Convertíos o morid». Hasta 120.000 cristianos abarrotan las calles, colegios, iglesias y descampados del Kurdistán iraquí, una zona de momento segura. Es la última encrucijada antes de marcharse para siempre de su país.
La Iglesia está presente en Irak desde los primerísimos tiempos del Cristianismo. Pero la comunidad cristiana es cada vez más pequeña. Tras la campaña militar contra Saddam Husein en el año 2003, el número de bautizados ha pasado de ser 1,6 millones a apenas unos 300.000.Muchos han abandonado el país por la violencia de los radicales musulmanes. No hay familia cristiana que no cuente con algún mártir o asesinado por los extremistas. Los pocos que se quedaron habían emigrado al norte, a la ciudad de Mosul, donde la convivencia era más estable. Ahora han tenido que huir de nuevo. Ya no se oyen las campanas en pueblos ancestrales de la Llanura de Nínive como Qaraqosh, o Alqosh.
Al menos cinco obispos han tenido que huir de sus diócesis, los conventos y seminarios han quedado vacíos y unos treinta sacerdotes han perdido sus parroquias. «Los cristianos en Irak tendremos un futuro si la comunidad internacional nos ayuda inmediatamente. No lo olvidéis», decía elPatriarca Católico de los Caldeos, Luis Rafael Sako I, quien nos ha pedido ayuda para sostener la atención a los refugiados, así como para seguir ayudando en la pastoral ordinaria. Ayuda a la Iglesia que Sufre envió el pasado verano varias ayudas de emergencia por un valor de 200.000 €.
Pero la necesidad sigue siendo acuciante y más ahora con la llegada del duro invierno del Kurdistán. Esta nueva campaña de emergencia va destinada a bienes de primera necesidad, alojamiento, educación, ayuda a la formación de seminaristas, sostenimiento de religiosas y sacerdotes, y regalos de Navidad para los más pequeños. Los cristianos de Irak mantienen viva la Buena Noticia del Evangelio donde ya no queda esperanza. Ellos son el rostro de Cristo en una tierra milenaria. Ahora más que nunca estamos llamados a ser una misma Iglesia, a ser uno solo en Cristo y sostener a nuestros hermanos que más sufren: todos somos cristianos de Irak.