(Diario de Navarra / InfoCatólica) Los organizadores del Coloquio, coordinados por el Delegado Episcopal de Fe y Cultura, Santiago Cañardo, expresaron su sorpresa por el éxito de asistencia, al registrarse más solicitudes que las que permitía el aforo del Colegio de Médicos, y la variedad del público, en el que abundaron padres de familia, profesores de religión, docentes universitarios y jóvenes.
En el Coloquio intervinieron Elio Alfonso Gallego, profesor de Teoría y Filosofía de Derecho en la Universidad CEU San Pablo de Madrid y Xose Manuel Domínguez, profesor de Historia de la Filosofía en la UNED; Nicolás Jouve, catedrático de Genética en la Universidad de Alcalá, Gonzalo Herranz, catedrático y miembro emérito de la Academia Pontificia para la Vida; Alejandro Navas, doctor en Filosofía y profesor de Sociología y Comunicación de la Universidad de Navarra, José Mª Echeverri, Responsable del COF COSPLAN de la Diócesis de Pamplona y Tudela y María Martínez Orbegozo, Directora de Cultura de la Vida de Arguments; Rosario Álvarez, Directora de Centro materno–infantil Ave María de Salamanca y María José Mansilla, Presidenta de Spei Mater, asociación Provida y de Proyecto Raquel respuesta a problemas postaborto; y Mons. Mario Iceta, obispo de Bilbao y Presidente de la Subcomisión de Familia y Vida de la CEE.
La jornada concluyó con la participación de los asistentes en la Eucaristía, presidida por Mons. Francisco Pérez, en la Capilla mayor del Seminario diocesano.
Los cónyuges son cooperadores de Dios creador
Elio A. Gallego afirmó que no hay alternativa a la familia y que es preciso creer en que es posible restaurar la ciudad humana, pese a que el matrimonio y la familia nunca han sido tan atacados como ahora. Es preciso recuperar los vínculos constitutivos de lo humano, comenzando con el más embrionario y vital: la comunión de la madre y el hijo, durante la gestación, unidos al padre, co–generador y custodio de la comunidad de madre e hijo. La familia se constituye en comunidad soberana en su ámbito
José Mª Echeverri explicó las tareas que realiza el Centro de Orientación Familiar Cosplan en la Diócesis de Pamplona y Tudela, desde el año 1997: servicio a la vida ante embarazos imprevistos, atención familiar y educación en el amor, regulación natural de la fertilidad. Desde su experiencia a lo largo de estos años, resaltó que generar una cultura de la vida supone
- tomar conciencia de que la vida humana es un don precioso de Dios, sagrado e inviolable, por lo que son inaceptables aborto y eutanasia
- educar en el amor desde el sentido y significado que tiene la sexualidad
- ofrecer ayudas concretas a la mujer embarazada en situación de dificultad para que no se vea abocada a abortar
- vivir el amor matrimonial siendo conscientes de que los cónyuges son cooperadores del amor de Dios creador y en cierta manera sus intérpretes
- conocer y respetar la sexualidad y la fecundidad, pues para armonizar amor y procreación es esencial conocer los periodos de fertilidad
- desarrollar legislaciones, instituciones y servicios que respeten, defiendan y promuevan la dignidad de cada persona humana en todo momento y condición de la vida, incluso en el modo de regular los nacimientos y de ser concebidos
María Martínez Orbegozo partió de la frase de C.S. Lewis: «El aborto es la cuestión moral más grave que afecta a las sociedades occidentales». Lo es, dijo, porque se trata de una cuestión evidente, que no debería ser discutida y que actualmente es, no solo discutida sino convertida en derecho. Planteó entonces la necesidad de pasar de discusiones estériles a la acción, y propuso seis ideas para comunicar bien la cultura de la Vida:
- comunicación positiva
- ponerse en el lugar de otro
- considerar que la mujer es también víctima de aborto
- aliarse con la ciencia
- aunar fuerzas de las asociaciones provida
- centrarse en argumentos racionales más que religiosos
Sí a la vida, con alternativas
Nicolás Jouve explicó que pocas horas después de la unión del óvulo y el espermatozoide, el embrión ya tiene definida su identidad genética: «Desde la fecundación estamos ante una realidad única e irrepetible. Cada individuo humano, primero embrión, luego feto y, tras el nacimiento, bebé, niño, adulto o anciano, es el mismo ser, la misma persona, de la que lo único que les diferencia es un factor temporal».
Gonzalo Herranz desarrolló su análisis, en el que pretende desmontar «la visión predominante» entre moralistas, médicos y legisladores de que, al menos en las dos semanas que siguen a la fecundación, «el embrión humano carece de estatuto personal».
Rosario Álvarez, desde su experiencia en la Casa Ave María manifestó su convicción de que hay que dar «un sí a la vida pero con alternativas». Las adolescentes y jóvenes que habiendo decidido no abortar son acogidas en la casa llegan procedentes de familias rotas, desestructuradas, con desórdenes, vulnerabilidades, adicciones, falta de formación, La casa les proporciona un largo proceso que les asegura tres fases en las que saben que no van a ser abandonadas hasta que puedan salir adelante: en su embarazo, después de nacer su hijo, y cuando ya están preparadas para salir de la casa con independencia.
Mons. Mario Iceta recordó que persona y amor son conceptos consustanciales, ya que no existe la posibilidad de amor sin personas y llamó a «aprender a amar», a educar los afectos y «aumentar las cualidades que permiten amar». Rebatió la idea ampliamente extendida de quienes piensan que el compromiso matrimonial les quita libertad: «es precisamente el compromiso el que perfecciona a libertad». Y añadió que la sociedad debe cuidar a la familia porque ésta es capaz de detectar y acoger también a quienes están fuera de sus límites: «la familia detecta las pobrezas y las necesidades» y «acoge lo que está a la intemperie».